Sara Sefchovich
Hablar bien de México
La primera es interesante porque para el presidente criticar al gobierno y a sus funcionarios por lo que hacen, por lo que dejan de hacer o por cómo lo hacen es lo mismo que hablar mal de México. Ésta es una percepción que parte de dos supuestos falsos: uno es que la crítica es lo mismo que hablar mal, otro es que si hablan mal de mi gobierno, están hablando mal del país, algo así como que “el país soy yo”.
Tranquilamente montado sobre estas dos falacias, el jefe del Ejecutivo se siguió con su argumentación: “Yo nunca he escuchado a un brasileño hablar mal de Brasil y sí he escuchado a muchos mexicanos hablar mal de México en el mundo. Por desgracia, a menudo los mexicanos juzgamos a nuestro país con la mayor severidad que podemos, incluso, por encima de la severidad respecto de otros temas”. Es decir, que para el Presidente Calderón el mundo se reduce a “lo que yo he escuchado”. Y esto con todo respeto sin duda es muy poco, pues no sólo deja fuera lo que otros han escuchado sino lo mucho que se ha escrito.
No sería mala idea que pusiera a su equipo a investigar lo que escriben académicos y periodistas de ese país sudamericano sobre su gobierno (no sobre su país), o lo que escriben los analistas (que para eso están, esa es su función) de cualquier otro de los países en los que hay democracia. Y esto es así porque así debe ser, porque la democracia se sustenta en la crítica, en hacer públicas las diferencias, en debatir, en oponerse. ¡Si hasta en China han tenido su Tiananmen! Pero al presidente Calderón esto le desagrada y sueña con lo que por fortuna ya es imposible: la unidad nacional en torno al gobierno. Él dice que es en torno a la República, que hay “temas y asuntos de interés nacional que reclaman la convergencia de voluntades y apoyo de todos”.
Pero ¡hablar a estas alturas de la historia, después de las experiencias en países comunistas o que siguen una versión de la sharia musulmana del bien superior de la Nación para pedir una sospechosa unanimidad en torno al gobierno! Pero suponiendo que tal cosa como “temas y asuntos de interés nacional” pudiera existir, me pregunto cuáles son. Y me encuentro con que por “coincidencia” resulta que los asuntos de índole superior sobre los que nadie puede criticar son todos y cada uno de los que ha emprendido este gobierno.
¡Qué casualidad! Y aquí llegamos a lo segundo que me llamó la atención: si bien el presidente considera que no criticar al gobierno “es válido para cualquier mexicano”, por lo que se refiere a los funcionarios lo considera una obligación absoluta: “Hablar bien de México es algo que yo les agradezco y se los pido y se los instruyo”.
Ésta frase del presidente es la que nos permite entender los dislates y disparates y mentiras que escuchamos de nuestros funcionarios que a toda costa (y por instrucciones de su jefe) tienen que decir que el gobierno hace todo perfectamente bien: desde subir impuestos porque eso es para ayudar a los pobres hasta estar ganando la batalla contra el narco. A esto el presidente le llama “hablar con información objetiva y veraz”.
Pero ¿cual es esa? ¿la que da el propio gobierno? Hay que reconocer que estamos en un círculo vicioso. Pero incluso concediendo lo que han afirmado algunos estudiosos en el sentido de que no hay tantos muertos por violencia como se dice, lo importante no es si son mil en lugar de mil quinientos, sino el hecho de que la sociedad vive aterrorizada por la violencia, por la real y por la imaginada y por la percibida y por la supuesta.
¿Y es a esa sociedad a la que el presidente le pide que no critique al gobierno en aras de un interés superior? ¿Cuál podría ser un interés superior al de vivir tranquilos y contar con un gobierno que haga lo que tiene que hacer?
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
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