1. El terremoto del 12 de enero que dejó a Haití en ruinas y a Puerto Príncipe arrasado con más de 200 mil muertos, 600 mil sin techo y 70 por ciento de los edificios derruidos, y convertido en un campamento, sin ninguna autoridad visible, en un país ocupado militarmente por Washington desde 2006 con la presencia de casi 9 mil cascos azules de Naciones Unidas, encabezados por un contingente al mando del general brasileño Floriano Peixoto –en uno de los más vergonzosos apoyos de Lula a Bush–, así como los acontecimientos que se han sucedido, han sacudido a América Latina.
2. La tesis de la administración de Barack H. Obama de que lo primordial tras el sismo era la seguridad
(de Estados Unidos, naturalmente) y luego la asistencia
, llevó a una rápida ocupación militar de Haití por 12 mil marines, estimada como urgente por el Departamento de Estado y el Pentágono, que ordenaron controlar de inmediato el aeropuerto de la capital, denegando el aterrizaje de aviones con ayuda humanitaria procedentes de Francia y de Rusia, militarizando la ciudad, avalando la ejecución sumaria de quienes robaran alimentos y ordenando incluso el de-salojo de los periodistas de la capital haitiana.
3. Esta brutal reacción de Washington ante la peor tragedia que ocurre en el país más pobre de América Latina está determinada por varios motivos que no corresponden a los intereses de los habitantes de la antigua isla de La Española. Estados Unidos ha considerado siempre a Haití (y a República Dominicana) un enclave estratégico para sus intereses militares y comerciales, mucho antes de que se construyera el canal de Panamá, según analizó en varios de sus textos Gérard Pierre-Charles, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, lo que produjo en dos siglos decenas de intervenciones y golpes de Estado en ambos países. La toma de Haití de 2010 está determinada por la intención de Washington de a) controlar de manera más estricta a un país y a un pueblo que les ha resultado incontrolable, para adueñarse directamente de los recursos estratégicos del continente, y b) de frenar la vinculación del actual gobierno haitiano con los países integrantes del Alba (Venezuela, Cuba, Bolivia), que fueron de los primeros en llegar con ayuda humanitaria, sin descartar c) la intención de establecer ahí una nueva base militar.
4. El espectáculo que horrorizó al mundo por la prepotencia de Washington de pretender ocupar militarmente Haití antes que enviar asistencia médica y social es ya un momento clave del nuevo siglo, y la foto que ha dado la vuelta al mundo de un grupo de marines armados hasta los dientes bajando en helicóptero en los jardines del (ex) Palacio Presidencial de Puerto Príncipe no es más que una advertencia para todos.
5. Haití fue durante la mayor parte del siglo XX un protectorado estadunidense, lo mismo durante los días de la ocupación directa por los marines de 1915 a 1934, que con la dictadura sangrienta, impuesta por la CIA, de François Duvalier, Papá Doc (1957-1971), sucedido por su hijo Bebé Doc (1971-1986), sostenidos ambos por la policía secreta, los Tonton Macoutes. Y así siguió siendo con las múltiples intervenciones estadunidenses de finales del siglo XX y principios de éste, sin olvidar que en los pasados seis años Haití ha estado ocupado militarmente por una fuerza de Naciones Unidas impuesta por Bush. El desastre de Haití, el país más miserable de América Latina, es por lo mismo responsabilidad directa de Estados Unidos.
6. La crisis política que se abre en Haití es muy grave. El presidente René Préval, quien en su primer periodo (1996-2001) privatizó cuanto pudo y ante la creciente oposición disolvió el Parlamento y terminó gobernando por decreto, fue impuesto en 2006 para un segundo periodo tras un fraude avalado por la administración de Bush, que terminó desconfiando de su gobierno ante su acercamiento con Venezuela y los países del Alba, lo que explica la actual reacción estadunidense.
7. El modelo capitalista neoliberal preconiza el desmantelamiento hasta su mínima expresión de los estados nacionales para que éstos puedan ser fácilmente controlados por los poderes trasnacionales, lo que buscan hacer en el continente quienes actúan de manera lacayuna como sus personeros: Uribe en Colombia, Alan García en Perú, o Calderón en México, pero en el Haití de 2010 esto ya se había zanjado, y tras el sismo el aparato estatal haitiano casi no existe y sus vestigios sólo son simbólicos: las instancias formales quedaron reducidas a su mínima expresión: el palacio presidencial derruido con un presidente Préval vagando como zombi por la ciudad, siete ministerios destruidos, la casi totalidad de los senadores muertos, la incipiente infraestructura dañada severamente, las telecomunicaciones colapsadas y los servicios hospitalarios reducidos a su mínima expresión.
8. La propuesta del francés Dominique Strauss-Kahn (director general del FMI) de ofrecer como ayuda nuevos préstamos a Haití (15 de enero), que después ha disfrazado como un nuevo Plan Marshall
(20 de enero) aparece ahora como una nueva amenaza que ya concita oposiciones. La Unión Europea reclamó a Washington que es hora de coordinar la ayuda y no de desplegar soldados
, y Francia está exigiendo a Obama aclarar su papel en Haití mientras los medios franceses hablan ya del estado 51 de la Unión, y se suceden los reclamos airados de los gobiernos de Uruguay, de Bolivia y de Venezuela.
9. La ayuda humanitaria habla también de dónde se encuentra el mundo. Las brigadas de la sociedad civil y de muchos gobiernos están actuando en Haití, mientras otros se han rehusado a actuar. El gobierno panista de Fox envió hasta destacamentos del Ejército federal a Nueva Orleáns en 2005, y ahora Calderón se ha opuesto a que médicos del IMSS o del ISSSTE viajen a Puerto Príncipe, lo que contrasta con la actitud de países como Cuba, Venezuela o Ecuador.
10. El terremoto de Haití en este inicio del siglo XXI, en un país depredado por las políticas del capitalismo neoliberal, debe ser el punto de partida para una auténtica reconstrucción autónoma y democrática, así como una llamada de atención para los pueblos del continente de dónde está el verdadero enemigo.
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