4/15/2011

Chicogrande en Chicago (o casi)


Leonardo García Tsao

Foto
Damián Alcázar en un fotograma de Chicogrande

No siempre tiene uno la oportunidad de ver la reacción de un público estadunidense mixto ante una película que cuestiona la política intervencionista de su país. Dado que el festival Chicago Latino ha ampliado sus funciones a otros sitios aledaños a la ciudad misma, tuve la oportunidad de acompañar al actor Damián Alcázar a la función de Chicogrande, de Felipe Cazals, en la ciudad de Waukegan, Illinois, bastante cercana a la de Kenosha, Wisconsin, donde nació Orson Welles.

Yo tampoco había oído mentar antes el nombre de esa ciudad, pero resulta que de ahí son oriundos el escritor Ray Bradbury y el comediante Jack Benny (hasta existen los correspondientes monumentos). Ahí también se encuentra un espectacular teatro llamado el Genesee, construido en 1927, al final del auge del cine mudo. Es, pues, una de esas edificaciones suntuosas, propias de una era cuando el cine era visto como verdadero espectáculo.

Por supuesto, el teatro tuvo un largo periodo de decadencia y hasta 2004 fue un cascarón abandonado y casi en ruinas. Una comitiva emprendedora, típicamente estadunidense, decidió rescatar la reliquia con la ayuda de voluntarios y restaurarla a su antigua gloria, con todo y un enorme candelabro de cristal. Hagan de cuenta que alguien en México hubiera decidido hacer lo mismo con el viejo cine Roble, digamos, con todo y sus estatuas seudogriegas.

Y ahí se sostiene el teatro Genesee, con sus 2 mil 400 asientos, en medio de la nada –según me informaron, Waukegan tuvo un lejano momento de prosperidad industrial en los años 40 y ahora sufre, como muchas ciudades pequeñas, los efectos de la recesión– y más utilizado para conciertos y presentaciones en vivo que para funciones cinematográficas. Claro, eso es un negocio más rentable.

El título de Chicogrande compartía espacio en la marquesina con el anuncio de que en junio habrá ahí un concierto de los Monkees (uno supone se trata de otra reunión nostálgica de un grupo sesentero, con lo que queda de sus integrantes originales).

Para la función única de Chicogrande hubo una asistencia de unos 300 espectadores, la mayoría de evidente origen hispano. Ver una película de pantalla ancha en un teatro así de grande ya es en sí un acontecimiento. Y las imágenes de western de la película encontraron su apropiada dimensión épica en ese espacio.

En consecuencia, el público respondió en forma. Se reía en los escasos momentos humorísticos y en una escena, cuando el héroe epónimo le contesta a su torturador no te voy a decir nada, gringo jijo de la chingada, los espectadores irrumpieron en aplausos. Reacción curiosa porque, en teoría, eran todos espectadores gringos. Pero el origen mexicano, sobre todo, se mantiene muy presente, por lo visto. A la vez pude apreciar cómo, en ese mismo momento, un par de anglosajones abandonaba la sala.

Al final de la función, la mayoría se quedó para la sesión de preguntas y respuestas con Alcázar, quien es muy conocido en Estados Unidos gracias en especial a sus papeles en La ley de Herodes y El infierno, ambas de Luis Estrada (aunque la segunda no se ha estrenado aún por estos lares, algunos confesaron haberla visto en versión pirata). Todos pidieron que la sesión se realizara en español y varios comentaron sobre la similitud entre los tiempos actuales y los de la Revolución, concordando con el lema publicitario de El infierno en cuanto a que no hay nada qué celebrar.

Tres días después el festival de Chicago tuvo su función de clausura con Chicogrande, precisamente. Esta sí se llevó a cabo en uno de tantas salas múltiplex, que estaba a reventar con un público otra vez básicamente hispano. Después se llevó a cabo la fiesta final, con la Noche Mexicana como tema. Sobre el estruendo de los inevitables mariachis, diversos invitados se acercaron a Cazals para expresarle sus elogios. El más memorable fue el de una señora estadunidense mayor, de aspecto pudiente. Ella le comentó al realizador que tuvo un tío abuelo que participó en la expedición punitiva contra Villa. Ahora me doy cuenta de que en realidad fue un hijo de puta, fue su revelación.

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