La protesta del SME.
Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F., 11 de abril (apro).- El vandalismo de reales o supuestos miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) es inaceptable en sí mismo y más aún si es dirigido contra ciudadanos indefensos y su patrimonio, pero lo es también por auspiciar un nuevo capítulo de odio y de encubrir --al menos mediáticamente-- las movilizaciones sociales contra la violencia y la reciente masacre de 88 personas en Tamaulipas.
La protesta violenta encabezada por Martín Esparza, un líder que ha mostrado un notable oportunismo político que ha deslegitimado su movimiento, no es fortuita: Ocurre al cumplirse 18 meses de que Felipe Calderón liquidó la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, sí, pero también cuando está en curso una escalada de cuestionamientos a éste por la violencia criminal que --por su ineptitud y aun su fomento-- se ha instalado en prácticamente todo el país.
Así, la distracción pública de estos asuntos que no logró la captura del supuesto homicida del cómico Francisco “Paco” Stanley, la semana pasada en Baja California, se logra ahora con el vandalismo y las agresiones diversas del SME, entre ellas la quema de vehículos y el choque con granaderos, con lo que el ganador político es Calderón, el verdugo de más de 40 mil trabajadores electricistas.
La profusa difusión de las imágenes de violencia detonada por el SME, que alega la infiltración de provocadores --que poco sustento tiene--, no sólo no abona a la solidaridad con ese movimiento gremial, sino exacerba el hartazgo de amplios sectores de la población, en especial la capitalina, por esas protestas que han llegado a la sinrazón.
De nada sirve que se exhiban las falacias que motivaron la liquidación de Luz y Fuerza del Centro, entre ellas los supuestos privilegios de los trabajadores, y que se transparente el afán privatizador para beneficiar a proveedores de energía de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), si una facción de los 16 mil trabajadores que no aceptaron ser liquidados agreden cobardemente a ciudadanos inocentes.
Quién sabe si fue con cálculo político, pero el montaje del SME le da aire a Calderón, quien hoy mismo, horas después del desatado vandalismo, justificó la decisión que tomó hace año y medio: Costaba 50 mil millones de pesos anuales y estorbaba el crecimiento económico.
Pero además, gracias al SME, Calderón encontró, así sea transitoriamente, una ruta de escape a los casi generalizados cuestionamientos por la ineficacia de su “guerra” que ha costado casi 40 mil muertos, entre ellos los 88 que han sido encontrados en fosas clandestinas de San Fernando, Tamaulipas, donde en agosto del año pasado se descubrió otro grupo de 72 cadáveres.
El vandalismo del SME, aunque no sólo, ha reactivado el odio que Calderón fomentó, en 2006, con el respaldo de las cúpulas empresariales, sus ideólogos, opinantes y los organismos controlados por la organización clandestina de El Yunque, sobre todo al cancelarse la alianza PAN-PRD en el Estado de México por la intervención directa de Andrés Manuel López Obrador.
En realidad la posibilidad de que éste sea, otra vez, contendiente por la Presidencia de la República, ha puesto a la defensiva a sus detractores más tenaces, que encuentran en él el origen de los peores males de la nación, entre ellos la discordia. En este elenco se encuentran personajes de la talla de Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín y Luis González de Alba.
Krauze afirma que la intolerancia habitual en la vida pública de México ha descendido para volverse odio, y ubica el 2006 como el origen de ese sentimiento por la vía de la violencia del crimen organizado y de quienes impugnaron la elección presidencial, aunque no tiene el valor para decir: López Obrador.
Aguilar Camín, quien dice no estar seguro de que Krauze tenga razón, plantea en todo caso llegada la hora de la crítica pública a los emisarios de la intolerancia, de modo que el odio cueste, en vez de ser recibido hospitalaria o indiferentemente.
Luis González de Alba, articulista de Milenio, coincidió con los dos escritores:
“Tienen razón: basta asomarse a los comentarios contra quienes no comulgamos con el mayor productor de odio en México, Manuel Andrés López Obrador: hay espumarajos, bilis negra y sobre todo amarilla, insultos sin referencia alguna al texto, todos los comentaristas no secuaces de Manuel Andrés recibimos sobornos, no es posible que no creamos en Él, que nos preguntemos de buena fe de dónde ha sacado fondos para cinco años de campaña presidencial y para realizar lo que pregona en sus mítines recientes: 2038 municipios recorridos, 148 000 kilómetros, 2 millones 200 mil representantes. Como puso de moda preguntarle a los políticos corruptos: ¿Quén pompó? Añadamos gastos de su vida cotidiana y su familia con tenis de 14 mil pesos.”
Y al final escribe en su artículo de hoy lunes:
“Dice mi amigo Jaime Sánchez Susarrey (Reforma, 9.IV) que “López Obrador se postulará candidato a la Presidencia llueve, truene o relampaguee. No habrá encuesta o consulta que lo disuada”. Acierta. “Ya está de regreso y se perfila para candidato de la izquierda en el 2012”. Se equivoca rotunda y palmariamente: ese despojo del PRI no es izquierda, nunca lo ha sido y nunca lo será. Es Echeverrismo con cursilería más mesianismo que lo hace clamar, sin sonrojo, que es indestructible. Recuerden su llamado al amor: Stalin con Pili y Mili más Bejarano.”
Caray, ¡cuánto amor!
Apuntes
Qué contraste de personalidades: Javier Sicilia, un hombre de ejemplar entereza “que sólo conoce el amor”, como acertadamente lo definió Krauze, y Calderón, un ser vacío. Sicilia, de fe cristiana genuina, cree que Calderón, supuesto católico como él, puede convocar a un pacto de todos en esta emergencia nacional. No hay manera: Su palabra no tiene valía…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
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