Investigaciones internas del área de inteligencia de la Secretaría de Gobernación y del Instituto Nacional de Migración revelan el modus operandi de las redes de tráfico internacional de indocumentados más costoso del mundo –que genera ganancias de 90 mil dólares por indocumentado– y la penetración de los traficantes en la administración de Felipe Calderón. Los documentos exhiben cómo, en plena “guerra oficial contra el narcotráfico”, el contrabando humano Vip –fuente de ingresos para los cárteles mexicanos, según la ONU– tiene paso libre en las aduanas del país
La colusión entre autoridades y funcionarios migratorios convirtieron a México en trampolín de redes internacionales del tráfico humano más costoso del mundo: transporte aéreo, lujosos hoteles y restaurantes gourmet. Para las organizaciones criminales de tráfico de indocumentados Vip, los cárteles mexicanos ofrecen sus servicios como outsourcing directamente o a través de funcionarios públicos incluidos en sus nóminas.
El vuelo Air France 434, procedente de París, aterriza sin contratiempos en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Apenas se detiene, Lin desabrocha el cinturón, se levanta, abre el compartimento del equipaje de mano y toma su bolso. El avión conecta justo en la terminal 1, así que camina por el túnel hacia la sala 26.
A medida que los pasajeros ingresan, dos agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) revisan pasaportes. La mayoría son franceses, italianos y uno que otro, tunecino. Lin extiende el suyo: un pasaporte color vino con el escudo de la República Popular de China. El agente le indica que aguarde. Una vez que revisan los demás, le piden que los acompañe.
Caminan hacia los filtros migratorios. Antes de llegar, el agente le devuelve el pasaporte y coloca dentro la visa con la fotografía de Lin. Le indica el filtro al que debe pasar. En el mostrador, otro agente del INM da visto bueno a sus documentos. Lin se traslada hacia el vuelo que la llevará directo a Filadelfia, donde la espera su esposo.
Ésta no es una revisión migratoria normal, sino una fase de la red contrabando de indocumentados. Lin llegó a México sin visa y el agente del INM le dio una apócrifa. Ella entregó las fotografías en Beijing a los traficantes que su esposo contrató en Filadelfia, por 85 mil dólares, para que la trasladaran a Estados Unidos, y éstos, a su vez, las enviaron a sus socios mexicanos para que falsificaran la visa.
Aquella noche, los agentes del INM entregaron documentos similares a otros dos pasajeros de origen chino que llegaron en el vuelo AF434.
Lin es indocumentada, pero su viaje nada tiene que ver con el del los cientos de “sin papeles” que ingresan a diario a territorio mexicano, particularmente por la frontera Sur. Los polleros la trasladan de aeropuerto en aeropuerto, de manera que no tendrá que enfrentarse a la Bestia, correr en las redadas ni implorarle a dios que la proteja de los secuestros de Los Zetas, porque Lin es una indocumentada Vip, de los que jamás se les verá cruzar el desierto ni dormir en albergues. Es el contrabando humano mejor organizado del mundo.
Contrabando sofisticado
Cuando se habla de ciudadanos de China traficados a América, se imagina a cientos de hombres y mujeres segregados en la bodega de un vetusto barco, ocultos en el doble fondo de un tráiler, hacinados en sótanos y galerones clandestinos sin ventilación. En cargueros, graneleros, o chineros que zarpan de los puertos de Guandgdong, Hong Kong y Shanghái, miles de chinos son trasegados del mismo modo en que hace dos siglos los chinese brokers traían la mano de obra con la que sustituyeron a los negreros. Pero no todo el contrabando es igual.
Las Triadas, organizaciones criminales que controlan en Asia el tráfico de drogas, la piratería, la trata de personas y el tráfico de indocumentados a América operan también el contrabando de indocumentados vía aérea, con la colaboración de agentes migratorios, aduanales y empleados de aerolíneas.
Quienes contratan sus servicios para que los lleven a Estados Unidos, e incluso, a México no duermen en galerones o contenedores, sino en camas king size, en hoteles con alberca y centros business; tampoco viajan en el doble fondo de un camión, sino en taxis turísticos. Comen en restaurantes y reciben instrucciones vía celular, con interconexión en cada país de transbordo.
Por ejemplo, varado en La Habana, Liu Lee recibe un mensaje de texto en su celular. Su traficante le indica que recién le envió a su correo electrónico el boleto de avión que lo llevará a Cancún como indocumentado. Acude a un café internet ubicado en el barrio chino y lo imprime; éste fue comprado por el traficante en la ciudad de Kowloon, Hong Kong, a la KLM Royal Dutch Airlines. Cuando sale de Cuba, le cambian el celular por otro que usará en México. Así ocurrió desde que voló de Shanghái a Ámsterdam y de Ámsterdam a La Habana.
“Éste es el sistema más sofisticado de tráfico de personas y también el más costoso”, explica Samuel González Ruiz, consultor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en delincuencia organizada. Se trata de la otra parte de los indocumentados hacia Estados Unidos que generan a los traficantes ganancias, estimadas por la ONU, de 6 mil millones de dólares anuales.
Los indocumentados Vip se cuentan entre los 3 millones de personas que cada año los traficantes de drogas colocan en suelo estadunidense, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). Por su traslado, pagan entre 80 mil y 90 mil dólares más hospedaje, traslados por tierra y alimentación. Las investigaciones internas de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), de la Procuraduría General de la República (PGR), indican que los miembros de estas redes –choferes, hoteleros, restauranteros– reciben el efectivo al momento en que dan el servicio.
La mayoría de los clientes es de origen chino, porque “un chino puede pagar cantidades muy importantes para ser trasladado a Estados Unidos y buscará la forma más efectiva por muy alto que sea el costo”, explica González Ruiz, extitular de la SIEDO.
México es estratégico para estas redes, no sólo por su posición geográfica como vecino de Estados Unidos, sino por la colaboración que tienen de los cárteles y grupos de la delincuencia organizada, pero, sobre todo, por la colusión con funcionarios del INM.
Apenas el año pasado, jueces federales enviaron a prisión a 20 funcionarios del Instituto que operaban para estas redes proporcionando visas y formas migratorias apócrifas y simulando la revisión en las aduanas, particularmente en el aeropuerto de Cancún.
Contralínea tuvo acceso a investigaciones internas elaboradas por el área de inteligencia de la Secretaría de Gobernación (Segob) y del INM en las que se documenta el modus operandi de estas redes y el nivel de penetración en la estructura gubernamental. Las investigaciones oficiales exhiben cómo, en plena “guerra oficial contra el narcotráfico”, el contrabando humano –fuente de ingresos muy redituable para los cárteles mexicanos, según la ONUDD– tiene paso libre en las aduanas.
Para los traficantes, tener en sus nóminas a empleados de aerolíneas es medular. Hasta mediados del año pasado, en que suspendió sus vuelos, Mexicana de Aviación fue utilizada para trasladar de Cuba a México y del Distrito Federal a Tijuana, Guadalajara y Monterrey a chinos indocumentados. Ingresaban por el Aeropuerto Internacional de Cancún, el segundo más transitado del país y el primero en afluencia de turismo internacional.
Los traslados de La Habana se operaban en dos vuelos diarios (el 7323 de la mañana y el 7579 de la tarde) directos a Cancún. Las salas del aeropuerto eran un hervidero de orientales enfundados en ropa ligera y tenis, gafas oscuras y celular en mano. Parecía como si en Hong Kong se rifaran viajes todo pagado para vacacionar en la Perla del Caribe.
El caso del vuelo 7579 del 29 de noviembre de 2009 es ilustrativo:
Aterrizaje puntual, 17:00 horas. Descienden 10 chinos veinteañeros. Los aguarda una mujer que viste chaleco azul marino y pantalón a tono: es una guardia de seguridad del aeropuerto. Los conduce a una sala de espera. Minutos después, un agente del INM se les acerca y les extiende un legajo de documentos y les indica que se dirijan a los filtros migratorios.
Ingresan a los filtros 1, 15, 17 y 19. En el filtro 15, la agente en turno recibe al primero de ellos. Le pide su pasaporte y simula pasarlo por el lector electrónico. El sistema marca que no hay lectura, pero ella omite la advertencia y oprime enter. La máquina le pide ingresar el número de vuelo y visa, también lo omite. Sella la forma migratoria, no el pasaporte; devuelve los documentos al migrante. Repite la operación con otros cuatro chinos.
En el filtro 17, la agente hace exactamente lo mismo con otros dos chinos; su compañero del filtro 19, con tres más. Al agente del filtro 1, sólo le toca uno. Acabada la “revisión”, los extranjeros se reúnen de nuevo. Otro agente del INM les indica que ya los esperan taxis que los llevaran a sus hoteles de Tulum, por 5 mil pesos la noche, alberca, desayuno incluido. Allí, aguardan instrucciones del día en que tomarán el siguiente vuelo a la ciudad de México y después a Estados Unidos.
La simulación en la revisión es el procedimiento más utilizado por el personal de Migración que trabaja para estas redes criminales. Los altos mandos también están involucrados. Son los que alteran las listas APIS (Advanced Passenger Information System) que las aerolíneas comparten con las autoridades migratorias de cada país en las cuales se especifica la nacionalidad de sus pasajeros.
Esto es lo que hacía el delegado del INM en Quintana Roo, Sergio Hernández Champo; el subdelegado Ricardo López Palomera; y la coordinadora de servicios migratorios, Judith González Gallardo, que hasta el año pasado colaboraron con estas redes de contrabando.
Los documentos apócrifos que se entregan a los indocumentados se guardan incluso en áreas oficiales del INM, como los de 18 jóvenes chinos que el 17 de diciembre de 2009 llegaron en el vuelo 7323 de Mexicana de Aviación a Cancún a las 07:40 horas, procedente de la Habana:
Los indocumentados Vip son guiados por un empleado de la aerolínea cuando descienden de la escalinata y suben a un autobús que los aguarda en la pista. La unidad avanza 100 metros, se detiene y descienden. En la puerta, los espera un agente del INM que se coordina con otro empleado de Mexicana para apartarlos del resto de los pasajeros. Les indican que se formen en una fila; el agente los cuenta y toma nota.
“Son 18”, le dice el de Mexicana a otra agente del INM. Ella asiente y se traslada al área de informática que la Segob tiene en el aeropuerto.
Cinco minutos después, la funcionaria regresa con un sobre blanco del que extrae documentos que otro colega le ayuda a distribuir. Son pasaportes color vino con el escudo de la República Popular de China. El colega coloca dentro las formas migratorias FMT color azul que la mujer extrae del sobre y las entrega a cada extranjero.
Los conducen a la unifila de la zona de filtros. Les indican uno a uno a cuál pasar. Los 18 chinos son atendidos en los filtros 1, 3, 5, 9, 11 y 13. Al concluir la “revisión”, otra agente se acerca a ellos, les retira las visas y las guarda en el módulo de atención del Programa Paisano.
Entre las 08:13 y las 08:17 horas, los agentes del INM dan visto bueno a las FMT que autorizaba a los 18 chinos a permanecer como turistas en el país durante 40 días. Todos los documentos eran apócrifos. Supuestamente habían sido expedidos cuatro días antes por el Consulado de México en Cuba; eran en realidad simples fotocopias a color, no estaban firmadas por el personal consular ni tampoco tenían sellos.
Comunicación sofisticada
Las estrategias de comunicación reflejan el nivel de coordinación de estas redes de traficantes: cuando el “cliente” sale de China, le entregan un celular para recibir instrucciones, mensajes de texto y claves numéricas con las que agentes migratorios, hoteleros y encargados de los traslados terrestres los contactarán. El teléfono es cambiado en cada país de cruce.
Aquí, el testimonio de Huan Kiat ante la Unidad Especializada de Investigación de Tráfico de Menores, Indocumentados y Órganos de la PGR:
“En Beijing, me entregaron un teléfono celular donde el traficante me iba dando instrucciones. En Cuba, me lo cambiaron por otro celular que me entregó un cubano. Estuve hospedado tres días en un hotel, y luego, en una casa particular. En Cancún, me indicaron entregarle el celular a un mexicano en cuanto dejara el hotel en el que estuve cuatro días. El hombre que me recogió en una Van, que no era el mismo que el que me llevó a ese hotel; me entregó otro celular, donde el traficante seguiría indicándome qué hacer.”
Instrucciones similares recibió Yian en su trasiego. Cuando llegó al aeropuerto de Cancún, apenas concluyó su “revisión”, sonó su celular. Desde China, el traficante le indicó que saliera del aeropuerto; que justo en la puerta había un taxi, que subiera y le entregara el celular al conductor. Yian obedeció. El traficante habló con el taxista. Éste sólo asentía a las indicaciones que recibía desde el otro lado del mundo. Encendió el motor del vehículo y se echó a andar durante 20 minutos. Llevó al joven a un hotel en la zona dorada de Cancún: 800 dólares de tarifa por noche.
En el hotel, le entregaron otro celular. Cuatro días después, recibió una llamada en la que el traficante le indicaba que saliera, que afuera lo esperaba un hombre mexicano. “¡Ah, deja el celular en la habitación!”, le instruyó.
En una Van turística, Yian volvió al Aeropuerto de Cancún para tomar el vuelo a la ciudad de México.
Funcionarios migratorios y empleados de aerolíneas implicados en estas redes criminales se comunican también por estas vías. En enero de 2010, el circuito cerrado de televisión de la terminal 1 del aeropuerto de Cancún registró el momento en el que agentes del INM enviaban mensajes de texto de sus celulares justo al arribo del vuelo 193 de la aerolínea Livingston Energy Flight, procedente de Milán, Italia. En éste, viajaban 28 chinos a los que se les debía entregar visas apócrifas y luego avalarlas. Concluido el encargo, enviaron de nuevo mensajes de texto y después cambiaron el chip de sus celulares por otro que cada uno traía en su cartera.
El testimonio de Chen Lee, traficante de origen taiwanés, da una idea del nivel de colusión de las autoridades migratorias de toda la región:
“En el aeropuerto de Caracas, recibí de agentes de Migración pasaportes para tres chinos a quienes debía llevar a Guatemala con escala en México. Los recogí en Venezuela; fuimos a México y después a Guatemala, pero no pudimos salir del aeropuerto porque había un operativo de agentes de Estados Unidos. Migración de Guatemala nos regresó a Venezuela. En el baño del aeropuerto de Caracas, entregué a las autoridades migratorias 7 mil 500 dólares para que nos gestionaran los boletos para Costa Rica con escala en Bogotá. Tuvimos que regresar a Venezuela y pagamos 10 mil dólares para que nos dejaran de nuevo. Volamos a México y de aquí a Guatemala.”
Los chinos a los que Chen Lee acompañaba pagaron a los traficantes para que un guía viajara con ellos hasta Estados Unidos. Su labor, además de pagar sobornos, era recoger los documentos migratorios que servidores públicos le entregaban de país en país. Los sobornos los pagaba en efectivo con giros que le enviaba su jefe a través de Wester Union.
Contrabando en el DF
El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México es el punto más importante para las redes de tráfico de chinos, la última escala para que sus clientes lleguen a su destino. Mientras esperan su vuelo directo a Nueva York, Chicago, Filadelfia y California, aguardan en hoteles cercanos o en avenida Reforma, la de mayor afluencia del turismo internacional, donde prácticamente pasan desapercibidos.
Uno de ellos es Quin Shi, originario de Beijing. Un conocido suyo, miembro de estas redes de tráfico, le propuso llevarlo a Estados Unidos. Primero tuvo que ir a Indonesia a tramitar una visa. Allí, una persona que hablaba mandarín le pidió su pasaporte y le indicó que regresara a su país, que esperara en su casa.
“A los 10 días, llegó mi pasaporte y una visa de Ecuador. Mi conocido me dijo que ya podía ir a Ecuador por la ruta Beijing-Frankfurt, con dos escalas. Salí de Beijing el 25 de mayo de 2010 con 3 mil 800 dólares. Llegué a Ecuador, estuve hospedado en un hotel 15 días. Llegaron otras tres personas también de nacionalidad china. La persona que nos llevó al hotel llegó con nuestros boletos de avión a Guatemala, con escala en Bogotá.
“En Guatemala, en el aeropuerto nos abordó un hombre de piel morena. Nos dijo que debíamos pagarle 4 mil 500 dólares para que nos llevara a México (Distrito Federal), donde entramos por tierra y nos llevaron hasta un hotel. Allí llegó un hombre que nos llevó a un restaurante donde había otras cuatro personas de origen chino. Se acercó el dueño del restaurante y nos dijo que debíamos pagarle 2 mil 200 dólares para que nos llevaran a Estados Unidos. Nos llevó a un centro comercial en donde nos dijo que nos pusiéramos a ver las tiendas y que lo esperáramos. Después regresó con otras cuatro personas de origen chino.”
El hombre al que Quin Shi se refiere se llama Huang Chen Yao Wei, de 31 años de edad, naturalizado mexicano en 2002, representante de un restaurante de comida oriental, y quien desde mayo de 2004 se ocupaba de trasegar a los indocumentados en la ciudad de México.
Hacía meses que la Agencia de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) lo tenía en la mira, igual que a su contacto Zhendi Li, alias Xing Li, quien se encargaba de recibir a los indocumentados en el aeropuerto de Nueva York y hospedarlos. Derivado de esa investigación, en octubre de 2010, la Secretaría de Seguridad Pública federal lo detuvo. Para mala suerte de Quin Shi, fue justo el día en que lo transportaba a él.
La detención
La camioneta Endeavor color negro se desplaza sin prisa sobre la avenida Fray Servando Teresa de Mier, en la delegación Venustiano Carranza. Pasa del medio día. La vialidad está completamente desahogada, de manera que el vehículo negro, pintura recién pulida, destellante a la luz de sol, es perfectamente identificable: tiene placas locales.
Se detiene en el número 960, afuera de un Oxxo. Huang Chen se estaciona, baja el cristal y con un ademán indica a los jóvenes que suban al vehículo: dos hombres y una mujer, de entre 15 y 20 años de edad. Enfila hacia avenida Churubusco. Treinta minutos después, llega a Plaza Río, entre la avenida Tezontle y la calle Girasol, en la delegación Iztacalco. Huang Chen se detiene justo en la entrada.
—Espérenme allí adentro, arriba hay unas tiendas, véanlas mientras regreso, antes de una hora.
Obedecen sin preguntar. Huang Chen enfila hacia el centro; toma Río Churubusco, Fray Servando y Reforma, hasta Lafragua, en la colonia Tabacalera. Se estaciona en la calle y entra al hotel Casablanca. En la recepción, toma el teléfono y marca la extensión de una habitación. Bajan cuatro jóvenes chinos, tres hombres y una mujer de jeans y playera, tenis y mochila a la espalda, como prestos a dar un paseo en bicicleta. Suben a la camioneta y regresan donde aguardan los otros jóvenes. Intercambian algunas palabras y cada uno saca de sus pantalones y mochilas dólares de distinta denominación que entregan a Huang.
El traficante
“He colaborado a pasar de manera ilegal personas de nacionalidad china a territorio mexicano, para posteriormente pasar de manera ilegal a Estados Unidos. Mi trabajo consiste en recoger a la gente en el hotel Casablanca, ubicado en avenida Reforma, frente a un Sanborns, para posteriormente llevarlos a un inmueble que se encuentra dentro de la Plaza de Churubusco, por Tezontle, en el cual sólo se entra con una clave que es 1980.
“En mayo (de 2010) trasladé a cinco personas. Mi contacto me pagó 200 dólares por cada uno, en total recibí 1 mil dólares. Me pagaron en un depósito bancario a una cuenta que tengo en un banco de China. El 19 de octubre, mi amigo, de origen chino, me contactó desde Nueva York, Estados Unidos, para que recogiera a unas personas en el Hotel Casablanca y los llevara a la Plaza de Churubusco con la clave 1980. Que cuando los dejara, regresara a la tienda Oxxo de Fray Servando por otros cuatro y los llevara al mismo lugar. Me pagarían 200 dólares por cada uno. Y que cuando llegara al hotel, debía comunicarme a su habitación 314, y decir la clave 345. Ellos bajaron y los llevé al centro comercial Plaza Río.”
Al momento de su detención, la Secretaría de Seguridad Pública presentó a Huang Chen como “líder” de la red de traficantes. Las indagatorias internas, tanto del ICE como de PGR, indican que era sólo un eslabón de la red criminal.
Los socios mexicanos
El informe La globalización del crimen, elaborado por la ONUDD, señala que, cada año, los cárteles de la droga trasiegan a unos 3 millones de personas hasta suelo estadunidense, entre los que se contabilizan los que llegan vía aérea a México.
Pero a diferencia de la migración centroamericana, que hoy día controlan directamente organizaciones como Los Zetas o el cártel del Golfo, en ésta el negocio lo controla la mafia china que paga a los mexicanos el derecho de piso o sus servicios por región, de allí que Samuel González lo denomine como “servicios outsourcing”.
Así, por ejemplo, en bares que en Chihuahua controla La Línea, brazo armado del cártel de Juárez, se trafican visas y pasaportes de Estados Unidos robados o clonados, según pesquisas que indaga el ICE actualmente.
En la región Sur y Sureste, la PGR atribuye a los cárteles de Los Zetas y los Beltrán Leyva la implicación en el tráfico de chinos. Así lo registra la indagatoria PGR/SIEDO/UEI-DCS/315/2009, en la que se vincula al exalcalde del municipio de Benito Juárez, Gregorio Sánchez Martínez, Greg, en este ilícito, tipificado como delincuencia organizada.
Pero la ruta de los chinos Vip contrabandeados es mucho más que un tema de tráfico de indocumentados. Las evidencias revelan la penetración de los cárteles de la droga en la estructura oficial del INM en un periodo en el cual los comisionados de ese organismo, dependiente de Gobernación, son personajes muy cercanos al presidente Felipe Calderón.
Así, por ejemplo, la exsenadora panista Cecilia Romero Castillo contrató en noviembre de 2009 a Ricardo López Palomera, un personaje sin trayectoria en la función pública que fue designado subdelegado del INM en Quintana Roo. Según su registro capturado por él mismo ante la Secretaría de la Función Pública, su trayectoria laboral era como gerente de un taller automotriz en Mexicali. Por lo menos, desde 2005 la PGR y la Segob identificaron –en 2005– a la familia López Palomera como operadores de los Arellano Félix en Mexicali.
Según la SIEDO, Guillermo López Palomera, hermano de Ricardo, era uno de los hombres clave de Francisco Javier Arellano Félix, el Tigrillo, detenido en aguas internacionales en agosto de 2006 y trasladado a San Diego, California, por las autoridades de Estados Unidos.
En este mismo tenor, las investigaciones internas de la Segob identifican también un despacho de abogados de Tijuana “que instruye a los extranjeros de nacionalidad china asegurados a solicitar refugio en territorio mexicano, argumentando que han sido explotados sexualmente por sus familiares. Además de indicarles que deberán negarse a firmar cualquier documento, indican a los extranjeros que deben recordar bien que de ningún modo deber decir que intentaban llegar ilegalmente a Estados Unidos y que habrá un abogado que les ayude, cuya clave verbal es ‘1010’”.
En un video de internet de los llamados Matazetas –cuyo contenido reprodujeron diversos medios de comunicación–, supuestos zetas detallan que las ganancias por permitir el paso de cada chino indocumentado en territorios controlados por esa organización ascienden a 6 mil 500 dólares.
En junio de 2009, en Cancún apareció ejecutado el agente del INM Hugo de Jesús Sánchez Centeno, de 46 años de edad, originario de Yucatán; fue encontrado junto con Alfredo Rosales Chávez, el Negro, e Iván Gregorio Blanco Herrera, el Talibán. Los tres fueron identificados como zetas.
Ante un grupo de Matazetas, en un video Sánchez Centeno reveló la supuesta implicación del delegado regional del INM en Quintana Roo, Luis Alberto Molina Ríos; el subdelegado Gerson González Mandujano, y el delegado local en Cozumel, Carlos Argüeyes Ordoñez, en el tráfico de chinos y cubanos en esa zona.
Sánchez Centeno ingresó como agente del INM en 1989, después de desempeñarse como elemento de seguridad de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), asignado al Aeropuerto Internacional de Cozumel. A unos días de la difusión del video, y de que éste agente apareció ejecutado, su jefe Molina Ríos fue transferido a la delegación del INM en Pachuca.
De filiación panista, Luis Alberto Molina Ríos ingresó al área jurídica de la Secretaría de la Reforma Agraria en el sexenio de Vicente Fox. En abril de 2004, fue designado coordinador general de política sectorial de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación. En julio de 2006, el gobierno Fox lo designó delegado de la Secretaría de Desarrollo Social en Chiapas. Ya con Felipe Calderón, subgerente nacional de Diconsa. De allí saltó a Gobernación como delegado regional del INM en Quintana Roo. Cuando se difundió el video que lo implicaba en supuesto contrabando de indocumentados chinos y cubanos en colaboración con Los Zetas, Molina fue transferido a la delegación del INM en Hidalgo.
Contralínea solicitó la postura de la Embajada de China en México. A través del área de prensa, dijeron que era un asunto “muy delicado” del cual no se pronunciarían. Se solicitó también entrevista con el titular del INM, Salvador Beltrán del Río, para que comentara su postura respecto de la implicación de agentes del INM en estas redes de contrabando. El área de prensa dijo que no hablaría al respecto.
Hoteles y restaurantes, implicaciones
—¿Cómo le vamos a hacer si no tenemos visa? –preguntó Lu al dueño de otro restaurante de comida china del Distrito Federal, que le ofreció llevarlo a Estados Unidos por 3 mil dólares.
—No te preocupes, de eso yo me encargo –le respondió el hombre–. Mientras te voy a llevar a pasear; conocerás todo el Distrito Federal.
El dueño de un restaurante de comida china en el Distrito Federal es también el que, según Yuan, le entregaría una visa para ir a Estados Unidos. Dice que en el consulado de México en Guangzhou, le entregaron una visa para entrar al país. Que tiene una tienda de ropa y le dieron una visa para acudir a una exposición en Monterrey. Voló de Shanghái a Tijuana, de Tijuana a Monterrey, de Monterrey al Distrito Federal; de allí iría a Estados Unidos.
También Aang salió de Guangzhou con una visa que supuestamente le otorgó el consulado mexicano en esa ciudad, “porque, donde vivo, mi papá tiene una tienda de artesanías, y un amigo de mi papá me envió una carta de invitación para hacer una exposición en Monterrey”.
Dice que, en septiembre de 2010, le entregaron la visa. Su papá le compró los boletos de avión de Shanghái a Tijuana, de Tijuana-Monterrey y Monterrey-México. Viajó con tres amigos; volaron de Monterrey a la ciudad de México. En un restaurante chino, el dueño les propuso conseguirles una visa para viajar a Estados Unidos por 2 mil dólares.
Hoteles cuatro a cinco estrellas son utilizados para hospedar a los indocumentados. En Cancún, el hotel Handall, ubicado en Avenida Tulum Super manzana 20, es uno de ellos.
El 18 de noviembre de 2009, una mujer denunció ante la Unidad Especializada en Investigación de Tráfico de Menores, Indocumentados y Órganos, de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), que, desde hacía 15 días, un traficante tenía a cinco chinos hospedados en el Handall-Cancún. La SIEDO hizo un operativo (SIEDO/UEITMIO/9689/2009); en la habitación 221, encontraron a los indocumentados. Los llevaron a la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) y luego a las oficinas del Instituto Nacional de Migración en el Aeropuerto Internacional. La misma oficina en donde 15 días antes (justo a su llegada de La Habana) les entregaron las visas apócrifas.
En su testimonio ante la PGR, otro indocumentado, Lien Chan, identifica también el hotel Casablanca como el sitio donde los hospedaron los traficantes. Él trabaja en un bar de la ciudad de Fujian, en la costa Sureste de China. Un día, un extranjero le preguntó que si quería ir a Indonesia gratis.
—Si todo es gratis, sí voy –respondió.
—¿Cómo te llamas?
—No necesitas saber cómo me llamo. Te basta saber que todo será gratis. Si quieres nombrarme de alguna manera, dime Erick.
Lien Chan no cuestionó. El fuereño le preguntó a su amigo que si él también querría ir; éste asintió.
—¿Nos pueden acompañar otros dos amigos?
—No hay problema –dijo el hombre–. Pero tendrán que ir de dos en dos; primero tus amigos, luego ustedes dos.
“Llegamos a Indonesia el 8 de mayo de 2010. Cuando arribamos al aeropuerto, una persona nos llevó al hotel y nos pidió el pasaporte. Regresó a los cuatro días a devolvernos los pasaportes. Ya traía visa para Ecuador. Estuvimos en Indonesia siete días y nos dijeron que regresáramos a nuestra casa. Once días después, me llamó y me dijo que ya podíamos ir a Ecuador.
“El 27 de mayo de 2010, salimos de Beijing; hicimos tres escalas en diferentes paises. El 29 llegamos a Guayaquil. Al salir del aeropuerto, había una persona esperándonos: un chino. Nos llevó a un hotel. Estuvimos allí cinco días. En ese lapso, el chino que nos recogió en el aeropuerto nos dijo que iríamos a México y que debíamos pagar 4 mil 500 dólares. Yo le dije que no tenía esa cantidad, y ninguno de mis amigos. Le ofrecí la mitad y aceptó. Ellos no sé cuánto pagarían.
“Al cuarto día, nos llevó al aeropuerto de Guayaquil, y de allí partimos con destino a México. Hicimos una escala en Bogotá y una segunda escala en Guatemala. Cuando aterrizamos, se nos acercó un hombre moreno, para mí un extranjero; nos hizo señas de que lo siguiéramos. Subimos a una camioneta tipo Van. Comenzó un viaje por varios días. No sé por qué lugares pasamos, lo que sí recuerdo es que nos cambiaron de carro tres veces hasta llegar a esta ciudad.”
Lien Chan viajó durante cuatro meses desde China hasta llegar al Distrito Federal. El último chofer del último vehículo donde los trasladaron, dice, es el que lo llevó directamente al hotel ubicado en Lafragua, el Casablanca, que se anuncia como hotel cinco estrellas y que ofrece 270 habitaciones y suites “elegantemente amuebladas y equipadas con modernas amenidades”.
Contralínea solicitó al representante del hotel Casablanca, Ernesto González, su postura frente a los señalamientos de los chinos indocumentados que dicen haber permanecido allí hospedados en su paso por el Distrito Federal. Hasta el cierre de esta edición, no hubo respuesta.
Empleados del INM consignados por tráfico de chinos
Sergio Hernández Champo; Salvador Flores Pacheco; Ricardo López Palomera; Óscar Flores García; Elmer Elide Rodríguez Ligonio; Israel Alarcón Cholula; César Gustavo Vázquez Pulido; Roberto Domínguez Hernández; Olinka Elide González Ceballos; Miriam Carbajal Yescas; Angélica Alvarado Ruiz; Miriam Janet Leyva Palacios; Karla Vanessa Noyola Reyes; Carlos Mondragón Jiménez; Omar Fernández Mata; Eduardo Mendoza Avilés; Raymundo Cuevas Rosas; Jesús Francisco Reyes Reyes; Francisco Antonio González Gatica San Juan; Judith González Gallardo; José Alberto Castillo Casados; Alejandro Néstor Pallares Hernández; Mayte López Mijango; Fátima Lorena Barnet; Germán Isidro Tamayo Ascorra; Gilberto Irizzont Melgoza.
Testimonio de L
“Soy de China continental. Llegué a Hong Kong el 30 de octubre de 2009 y fue en esa ciudad donde inicié mi viaje que tenía como objetivo llegar a Estados Unidos por la ruta Hong Kong-Moscú-La Habana-México-Estados Unidos. Cuando llegué, mi familia, que vive en China, pagaría 80 mil dólares.
“El 1 de noviembre abordé el avión que me llevaría a Moscú. Llegué a Cuba el 3 de noviembre; me quedé hasta el 6 de diciembre en que me llevaron al Aeropuerto Internacional José Martí. El personal de Mexicana de Aviación recogió mi pasaporte. Cuando llegamos a Cancún, me separaron del resto de los pasajeros del vuelo. En el aeropuerto de Cancún, nos hicieron esperar enfrente de las oficinas de Migración.
“En esa oficina, había dos agentes; vestían pantalones de color oscuro y camisas de color azul oscuro con manga corta. Estos hombres de Migración nos formaron en una fila durante varios minutos, hasta que llegó otra mujer que nos entregó nuestros pasaportes y los formatos para estar en territorio mexicano. Otros dos agentes nos dijeron con señas que comenzáramos a avanzar en fila hasta donde estaban los filtros migratorios. En cada filtro, nos sellaron los documentos; me revisaron en el número 15, me sellaron y me dijeron que me dirigiera a la salida.
“Afuera estaba un hombre de nacionalidad mexicana esperándonos en una camioneta tipo Van blanca. Nos subimos y nos llevó a un hotel, a una media hora. Estuvimos allí durante seis días hasta el 12 de diciembre, cuando llegó otro hombre mexicano y en otra Van nos trasladó durante una hora hasta que llegamos a un lugar muy oscuro donde un camión estaba esperándonos. Allí había más personas; todas de nacionalidad China.”
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