Alberto Aziz Nassif
Con cada medición que aparece nos damos cuenta de que México anda mal, ya sea el último Latinobarómetro (2011) que nos dice que la satisfacción democrática está en 23%, o el más reciente Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, que nos muestra una caída de más de 15 lugares por la enorme desigualdad social. Las encuestas nos presentan el espejo de un país que no ha logrado encontrar rumbo y que sigue atrapado en las inercias. ¿Cómo podemos explicar que la mayor intención del voto para el 2012 sea por el PRI, 31%, un partido que sigue siendo el mismo que perdió la Presidencia en el año 2000? (EL UNIVERSAL, 7/XI/2011).
Debe haber razones de peso que han llevado a muchos ciudadanos a pensar que un regreso al PRI es la salida a los problemas actuales de inseguridad y malas condiciones económicas. Los dos sexenios de panismo han metido al país en una dinámica complicada: una guerra que ya acumula más de 50 mil muertes, un deterioro económico en las condiciones de vida, un salario que sigue a la baja, una continuidad en las condiciones de desigualdad, alianzas con el viejo corporativismo y más corrupción (como sucede hoy en Michoacán con la alianza PAN-Panal). En suma, el sello del panismo no hace diferencias importantes con el viejo priísmo; además, es un estilo de gobernar sin sensibilidad social. El balance de los últimos años muestra cómo se han agravado los problemas estructurales de desigualdad, la captura de lo público, un aumento en la inseguridad y, encima de todo, las mismas promesas incumplidas de un bienestar que no llega. El panismo tuvo su oportunidad y fracasó en el intento, ahora sólo tiene 18% de intención de voto.
En la banqueta de enfrente podemos ver que la maquinaria priísta, aceitada con el incremento de fondos públicos a los gobiernos estatales, ha fortalecido las estructuras clientelares a lo largo y ancho del país. Además, la democracia de la audiencia televisiva ha ayudado a posicionar a un candidato, Enrique Peña Nieto, que es una creación de la mercadotecnia. Sólo hay que rascar un poquito en el Estado de México para saber cuál es el estilo de gobernar detrás de las imágenes publicitarias: gobierno y partido fundidos, usos partidistas del presupuesto, un territorio con problemas ancestrales de pobreza que se profundizan, estructuras autoritarias y con prácticas de corrupción. Los priístas aplauden la reaparición de Arturo Montiel. ¿Por qué Peña Nieto es positivamente valorado cuando cubrió, protegió y se rodeó del mismo equipo de Montiel? Algo anda muy mal en México cuando los políticos, que deberían responder ante la justicia, son aplaudidos como estadistas.
En la enumeración del estilo de gobierno del PRI de estos tiempos aparecen gobernantes como Ulises Ruiz, que hizo un feudo represivo en Oaxaca; Fidel Herrera, que llevó a Veracruz a manos del crimen organizado y que aparecen decenas de cadáveres en las calles, o Humberto Moreira, líder nacional del partido, que endeudó a Coahuila con más de 34 mil millones y, además, ocultó y falsificó información. El “moreirazo” es una carga que cada día que pasa perjudica más al PRI. Para no hablar del chihuahuense César Duarte, que para su primer informe de gobierno hizo una celebración costosa y llena de pompa, como si sus resultados fueran extraordinarios. Es el priísmo de toda la vida. ¿Más vale malo por conocido...?
El desprecio y la desconfianza en la política son una constante en América Latina, por eso los partidos están en el sótano de la confianza ciudadana. No es un problema exclusivamente mexicano. Lo que sí es una característica del momento actual en México es la pésima opinión que tenemos de nuestra democracia: sólo 17% piensa que se gobierna para todo el pueblo, cuando el promedio latinoamericano es de 26%; sólo 40% piensa que es mejor un sistema democrático, cuando el promedio es de 58%, y resulta preocupante que al 36% le dé lo mismo un gobierno autoritario que uno democrático, cuando el promedio es de 18%. Ante la pregunta de si el Estado es capaz de resolver los problemas, sólo un 39% considera que sí, cuando el promedio es de 61%. Esta incapacidad nos ubica en el sótano entre Nicaragua y Honduras y muy lejos de Uruguay, Brasil y Argentina, que están por encima de un 70% en sus respuestas (Latinobarómetro, 2011).
En suma, la alternancia de la derecha no ha resuelto los graves problemas del país. Ahora parece que los ciudadanos, en general, quieren castigar al PAN y se piensa que la alternativa es el PRI, como sucede ahora en España que van a castigar al PSOE y van a votar PP, cuyas políticas van a agravar el bienestar. En México, ¿qué pasa con la izquierda que sólo tiene un 11% de intención de voto? Seguiremos…
Investigador del CIESAS
Con cada medición que aparece nos damos cuenta de que México anda mal, ya sea el último Latinobarómetro (2011) que nos dice que la satisfacción democrática está en 23%, o el más reciente Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, que nos muestra una caída de más de 15 lugares por la enorme desigualdad social. Las encuestas nos presentan el espejo de un país que no ha logrado encontrar rumbo y que sigue atrapado en las inercias. ¿Cómo podemos explicar que la mayor intención del voto para el 2012 sea por el PRI, 31%, un partido que sigue siendo el mismo que perdió la Presidencia en el año 2000? (EL UNIVERSAL, 7/XI/2011).
Debe haber razones de peso que han llevado a muchos ciudadanos a pensar que un regreso al PRI es la salida a los problemas actuales de inseguridad y malas condiciones económicas. Los dos sexenios de panismo han metido al país en una dinámica complicada: una guerra que ya acumula más de 50 mil muertes, un deterioro económico en las condiciones de vida, un salario que sigue a la baja, una continuidad en las condiciones de desigualdad, alianzas con el viejo corporativismo y más corrupción (como sucede hoy en Michoacán con la alianza PAN-Panal). En suma, el sello del panismo no hace diferencias importantes con el viejo priísmo; además, es un estilo de gobernar sin sensibilidad social. El balance de los últimos años muestra cómo se han agravado los problemas estructurales de desigualdad, la captura de lo público, un aumento en la inseguridad y, encima de todo, las mismas promesas incumplidas de un bienestar que no llega. El panismo tuvo su oportunidad y fracasó en el intento, ahora sólo tiene 18% de intención de voto.
En la banqueta de enfrente podemos ver que la maquinaria priísta, aceitada con el incremento de fondos públicos a los gobiernos estatales, ha fortalecido las estructuras clientelares a lo largo y ancho del país. Además, la democracia de la audiencia televisiva ha ayudado a posicionar a un candidato, Enrique Peña Nieto, que es una creación de la mercadotecnia. Sólo hay que rascar un poquito en el Estado de México para saber cuál es el estilo de gobernar detrás de las imágenes publicitarias: gobierno y partido fundidos, usos partidistas del presupuesto, un territorio con problemas ancestrales de pobreza que se profundizan, estructuras autoritarias y con prácticas de corrupción. Los priístas aplauden la reaparición de Arturo Montiel. ¿Por qué Peña Nieto es positivamente valorado cuando cubrió, protegió y se rodeó del mismo equipo de Montiel? Algo anda muy mal en México cuando los políticos, que deberían responder ante la justicia, son aplaudidos como estadistas.
En la enumeración del estilo de gobierno del PRI de estos tiempos aparecen gobernantes como Ulises Ruiz, que hizo un feudo represivo en Oaxaca; Fidel Herrera, que llevó a Veracruz a manos del crimen organizado y que aparecen decenas de cadáveres en las calles, o Humberto Moreira, líder nacional del partido, que endeudó a Coahuila con más de 34 mil millones y, además, ocultó y falsificó información. El “moreirazo” es una carga que cada día que pasa perjudica más al PRI. Para no hablar del chihuahuense César Duarte, que para su primer informe de gobierno hizo una celebración costosa y llena de pompa, como si sus resultados fueran extraordinarios. Es el priísmo de toda la vida. ¿Más vale malo por conocido...?
El desprecio y la desconfianza en la política son una constante en América Latina, por eso los partidos están en el sótano de la confianza ciudadana. No es un problema exclusivamente mexicano. Lo que sí es una característica del momento actual en México es la pésima opinión que tenemos de nuestra democracia: sólo 17% piensa que se gobierna para todo el pueblo, cuando el promedio latinoamericano es de 26%; sólo 40% piensa que es mejor un sistema democrático, cuando el promedio es de 58%, y resulta preocupante que al 36% le dé lo mismo un gobierno autoritario que uno democrático, cuando el promedio es de 18%. Ante la pregunta de si el Estado es capaz de resolver los problemas, sólo un 39% considera que sí, cuando el promedio es de 61%. Esta incapacidad nos ubica en el sótano entre Nicaragua y Honduras y muy lejos de Uruguay, Brasil y Argentina, que están por encima de un 70% en sus respuestas (Latinobarómetro, 2011).
En suma, la alternancia de la derecha no ha resuelto los graves problemas del país. Ahora parece que los ciudadanos, en general, quieren castigar al PAN y se piensa que la alternativa es el PRI, como sucede ahora en España que van a castigar al PSOE y van a votar PP, cuyas políticas van a agravar el bienestar. En México, ¿qué pasa con la izquierda que sólo tiene un 11% de intención de voto? Seguiremos…
Investigador del CIESAS
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