Hay fotos que hacen las veces de telón de teatro y cuando se muestran nos dejan ver los entretelones, lo que se oculta detrás de cada producción, salta la realidad que borra la ficción y las fantasías. Sin duda alguna que Manlio Fabio Beltrones estaba despertando más simpatías de las esperadas en su esfuerzo por alcanzar la candidatura tricolor frente a un Peña Nieto posicionado desde hace varios años, desde el primero de su gobierno en el Estado de México que es cuando Joaquín López Dóriga tuvo a bien destaparlo dentro del programa “Tercer Grado”. Sin embargo, el error que viene a dar al traste con su lucha se dio cuando buscó aparecer junto a Cuauhtémoc Cárdenas, Diego Fernández de Cevallos y Francisco Labastida.
Se supone que quiso enviar un mensaje de unidad entre las diferentes corrientes, con los partidos fuertes que contienden. Lástima que todo quedara en una ridícula intentona ya que Cárdenas no es más el líder moral del PRD porque, entre otras cosas, ni siquiera dentro de ese partido se mantiene la cohesión, los grupos están hoy más divididos que nunca y la mejor prueba de ello es el gran fracaso de su elección interna en la que de nuevo demostraron que no encuentran como perjudicar a su mejor elemento: Andrés Manuel López Obrador. O de que otra manera puede explicarse que justo en las Entidades en donde el Tabasqueño cuenta con una muy fuerte presencia no pudieran ni siquiera instalarse urnas.
A lo anterior habrá que sumar que ya es del conocimiento popular la manera en la que el también michoacano operó en colaboración con Vicente Fox para lograr el desafuero de López Obrador. No se olvida la forma en la que reaccionó para que Carlos Salinas asumiera la presidencia sin convertirse siquiera en un opositor digno. Ni que decir que le ganó el nepotismo y logró llevar a su hijo Lázaro a la gubernatura del Estado que creen que les facturaron a su nombre y que es, según datos y reportes oficiales, a partir de entonces cuando el narcotráfico y las mafias florecen, independientemente de los acuerdos que realiza con el fin de salvar a su vástago del escándalo con Carlos Ahumada y su sucesora Rosario Robles.
Cárdenas ni es, ni representa ya a la izquierda, ni tiene liderazgo moral y ya es también lo suficientemente conocido el pacto para que por muchos años más sigan contando con ingresos de Pemex, ante cuya defensa pueden ponerse en el tapete de las negociaciones todos los temas que tengan que ver con negocios, política y entrega del patrimonio mexicano. Así que la presencia de don Cuauhtémoc más que agregar un punto a favor del sonorense le ha venido acarreando un sinnúmero de críticas y acrecentando la referencia de los buscachambas a través de un mentado gobierno de coalición que no soporta el presidencialismo que se ejerce en nuestro país.
Luego llegó la derecha que se quiso representar a través de el llamado “jefe Diego”, como si el de las barbas no tuviera una larga cola que bien puede comenzar a verse crecer a partir de las concertacesiones, como con las relaciones Iglesia-Estado, como con los pleitos ganados en su despacho contra el gobierno y que llegaron a sumar miles de millones de pesos, o con las tierras en Punta Diamante, o con la relación tormentosa con Ernesto Zedillo y su control dentro de la PGR. Fernández de Cevallos no representa al panismo sino al cinismo y a la corrupción dentro de esas filas. Así que resultó otro quemado y desempleado en el que pretendió refugiarse erróneamente don Manlio Fabio.
Y el colmo ya se situó en Francisco Labastida, el senador presidente de la Comisión de Energía que dio el visto bueno a las reformas a la Ley del sector, el que también se hizo de la vista gorda para que se aprobaran los contratos múltiples de Pemex, el que también estuvo amafiado con Mouriño para que llegaran a instalarse las empresas españolas con su energía eólica y los contratos para la producción y distribución más leoninos a las finanzas públicas nacionales. A ese que perdió ante Vicente Fox, el que se quejó amargamente y en público de que le apodaran “la vestida”, a ese es al que escogió como representante del priísmo.
Ha sido pues si no un error garrafal de Beltrones una broma de muy mal gusto que va o mejor dicho que ya está pesando fuertemente en el ánimo de quienes en algún momento consideraron que podría ser opción seria para la candidatura tricolor. Porque su idea del gobierno de coalición, nos dicen y afirman los que de esto saben y mucho, es buena siempre y cuando tuviésemos un régimen parlamentario, en el presidencialismo actual es solamente una forma de constituir una agencia de empleos que permita que quienes ocupan la parte más alta de las pirámide dentro de los partidos políticos se sostengan con salarios y funciones dentro del gobierno.
Dice y asegura que es para que se llegue a acuerdos importantes en el terreno legislativo, incluso. Y, nos preguntamos: ¿no se pusieron sobradamente de acuerdo para recetarnos gasolinazos, para elevar impuestos, para lograr la aprobación de presupuestos que recortan los gastos sociales y todo tipo de prestaciones en tanto crecen para los renglones de gasto corriente de los altos funcionarios. Ni que decir de los silencios en partidas secretas, de la no explicación sobre la aplicación de créditos, etcétera. ¿Quieren más acuerdos? Ahora que, la gobernabilidad esa sólo se logra con el apoyo sin duda que se obtiene en las urnas, lo demás es solo palabrería. Y de eso ya es suficiente con los platos de lengua de la última década.
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