1. La urgente transparencia. Lo han advertido organismos internacionales y nacionales. Ha salido en reportes de prensa, de las dependencias financieras e incluso de los bancos. Alerta, alerta: los gobiernos locales han malentendido el federalismo; se están endeudando (estados y municipios) y los mandatarios estatales están utilizando los recursos para apuntalar sus carreras y sus partidos. Sin excepción: del PRI, del PAN, del PRD. Lo de Humberto Moreira es un ejemplo contundente y vergonzoso, pero no es el único.
¿Y los órganos de transparencia? Los locales, en su mayoría, fueron anulados por los gobernadores y por los mismos partidos, ya sea los que son descentralizados pero que dependen del presupuesto estatal, o las contralorías de los congresos. Lo dice el caso Moreira. En lo personal, me gustaría saber quiénes fueron los encargados de fiscalizar las cuentas estatales desde el Congreso coahuilense porque son o cómplices o tan corruptos como el mismo jefe del Ejecutivo estatal con licencia. Pero más me gustaría que aprendiéramos, ciudadanos y medios, a reclamar transparencia de los gobiernos estatales, y no se diga del gobierno federal.
2. Por qué equilibrar poderes. El caso Moreira es excelente ejemplo. Si los ciudadanos de Coahuila hubieran votado por don Humberto, pero a la vez le hubieran impuesto un Congreso opositor, no habríamos llegado a esta tragedia. Equilibrio de poderes, amigos. Si Enrique Peña Nieto es imparable y llega a junio de 2012 arriba en las encuestas –como está hoy–, por lo menos voten por los diputados y senadores de otros partidos. No entreguemos a los políticos en bandeja de plata los recursos públicos, mexicanos. No les demos todo el poder. Por más que chillen, por más que se saquen (Moreira, Peña o los que sean) la ya vieja cantaleta de la gobernabilidad. Un equilibrio de poderes habría evitado muchas tragedias. O habría obligado al partido en poder del Ejecutivo a negociar con el Congreso montos, centavos. Y definitivamente habrían parado el dispendio que no tenía otra razón de ser que posicionar el apellido Moreira (en el caso Coahuila) para garantizarse 12 años en el poder.
3. El “nuevo PRI”. Aquellos despistados que siguen pensando que llegará un PRI reformado, cuidado: Son los mismos de antes. No sólo porque Carlos Salinas de Gortari ha reaparecido en la escena pública como el “iluminado”, el de la filosofía política de un partido que “ha aprendido su lección” (Vicente Fox dixit). No sólo porque toda la bola de viejitos llenos de polilla ya salieron de las catacumbas para reimponer su idea. También por Moreira.
Moreira, el que abandonó a Coahuila por sus ambiciones personales, es el PRI. Moreira, el que está metido en un escándalo de miles de millones de pesos posiblemente desviados y además adquiridos con mentiras y documentos falsificados, es el PRI. Él es ese “nuevo PRI” del que él mismo habla. Hay poco más por agregar al respecto.
3. La deuda de la prensa. Una buena parte de la prensa de Coahuila debe realizar, si es honesta, un análisis profundo del papel que jugó con Humberto Moreira en el poder, y en los eventos que permitieron su inédita reelección en la piel de su hermano Rubén. Si revisa usted la prensa durante el sexenio moreirista, se dará cuenta de cosas muy desilusionantes para nuestra traqueteada (y apenas emergente) democracia. “Estamos en deuda con Coahuila”, me confesó un directivo de medios locales hace poco tiempo, a pregunta expresa. Sí, sí lo están. Por un lado, poco se exigió de transparencia; por el otro, alabaron día y noche –e insisto en lo de cierta prensa coahuilense– los programas sociales que obviamente fueron diseñados para inclinar la balanza electoral, el pasado verano, a favor de la reelección de los Moreira.
Cierta prensa nacional hizo lo mismo. Con un poco de pena, quizás por los compromisos contraídos, lo sigue haciendo.
Estos medios se mantuvieron aliados de Humberto Moreira cuando llegó a la presidencia del PRI. Allí están los archivos. ¿Cómo se compran esos apoyos? Usted lo puede imaginar.
Pero en cuanto Moreira empezó a navegar en aguas abiertas, la prensa local y la nacional que fueron incondicionales del gobernador y luego del dirigente nacional priísta se evidenciaron. El resultado: descrédito. Pero el daño estaba hecho.
Fuera del oso de apoyar incondicionalmente a este priísta inmoral, esa prensa generó una imagen de Moreira que no era cierta, y que deja varias víctimas, entre ellas los coahuilenses, que deberán pagar con sus ingresos los 34 mil u 84 mil millones de pesos de deuda (contando los pasivos con proveedores daría la segunda cifra).
La segunda víctima es la democracia, que nace del juego limpio y tiene como una de sus cuatro patas la prensa libre, crítica, democrática.
Creo que hay muchas lecciones más que nos deja el caso Moreira. Deberíamos aprender de ellas los votantes, los partidos y los medios.
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