1/31/2012

Tarahumara, malas políticas




Alberto Aziz Nassif


Hace unos años el economista premio Nobel, Amartya Sen, defendió una tesis que hoy no cuadra en México: “las hambrunas nunca han afectado a ningún país independiente que va a elecciones con regularidad, que tiene partidos de oposición que externan críticas, que permite a los periódicos reportar con libertad y cuestionar la sabiduría de las políticas gubernamentales sin censura”. En suma, que las hambrunas y las democracias no eran compatibles. Sin embargo, desde hace días la hambruna de los rarámuris en la sierra Tarahumara es noticia constante. ¿Se equivoca Sen o México está lejos de ser democrático?

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¿Qué pasa en Chihuahua? La información es precaria, como la situación. La emergencia se destapó por el informe, no confirmado, de que había suicidios por hambre en la Tarahumara. No existe un buen sistema de información, pero la hambruna es una terrible realidad en esa región. Se habla del cambio climático que ha producido sequía, lo cual ha provocado la falta de alimentos que agudizó el hambre. Además, la violencia se ha incrementado de forma notable en el área serrana y ha deteriorado la vida de los pueblos indígenas de toda esa región: rarámuris, tepehuanes, pimas y guarojíos.

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La Tarahumara tiene niveles de desarrollo propios de algunos países africanos, mientras que la ciudad de Chihuahua, a 250 kilómetros, tiene un nivel de desarrollo diametralmente superior. El hambre en la región serrana no es una novedad; la desnutrición infantil es endémica; las condiciones de desarrollo son de las más bajas del país y las políticas públicas no han logrado ni siquiera resolver los mínimos de subsistencia. Ahora todos los problemas estructurales se han visto severamente agravados por una violencia que se ha salido de cauce, se ha desparramado y ha convertido a la región en tierra de nadie.

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La emergencia de la Tarahumara tiene condiciones graves y urgentes, pero, sobre todo, necesita un proyecto a corto, mediano y largo plazo. Se necesita un signo de gobernabilidad democrática de todos los niveles de gobierno para rescatar la zona. El reparto de despensas y cobijas son sólo el inicio y no resolverán los problemas ancestrales de desarrollo, despojo, injusticia y abandono. Gobiernos llegan y van y no cambia la situación; alternancia electoral va y viene y las cosas siguen igual; programas de ayuda se ponen en marcha y sólo aminoran la tragedia. Los indígenas se sostienen por la atención de múltiples organizaciones entregadas a la ayuda humanitaria. Hay que romper inercias y dar un salto, hacer un proyecto estructural, sistemático, políticas públicas de Estado para sacar del atraso a esa parte del país.

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El antropólogo Juan Luis Sariego dice que hay al menos cuatro problemas de política pública que necesitan atención, para que se puedan romper los círculos viciosos que reproducen el grave subdesarrollo y la miseria: salud, educación, empleo y combate a la violencia. La infraestructura médica de la zona es completamente restringida y precaria para las necesidades; el sistema educativo no logra generar un mejor capital humano; las fuentes de empleo y riqueza están fuera del alcance de los indígenas; es una paradoja porque es una zona muy rica en recursos naturales, bosques, minería, sin embargo, la riqueza se extrae y los indígenas sólo la ven pasar. La violencia destruye los tejidos sociales, irrumpe en las comunidades y deja desolación. ¿Dónde está el Estado? ¿Dónde la inversión pública en la zona? ¿Dónde la defensa de los pueblos ante el crimen organizado? Silencio, los políticos andan en campaña.

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Hay que partir de lo básico y, como dice Sariego, hay que dar cobertura universal de los programas sociales; dar Oportunidades para todas las familias indígenas, hay que romper el esquema de selección, porque en un área de 65 mil km2 la mayoría de comunidades están dispersas, no tienen escuela o clínica, como exige el programa. Menos de la tercera parte de las localidades tiene Oportunidades; 30% está fuera del programa. Hay que cubrir a todas las familias, una política de hambre cero en la zona y luego estrategias de salud y apoyo a pueblos indígenas con proyectos de desarrollo en las comunidades, pero bajo control de los rarámuris y desde su cultura. Es hora de que los gobiernos coordinen acciones y se pongan a trabajar en serio por el bienestar de la zona, independientemente de si eso les da votos.

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Es una vergüenza que en un país que se considera democrático haya hambruna y domine una profunda injusticia llena de despojos, abandono y, sobre todo, malas políticas públicas. Ya basta de parches…

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