12/03/2012

Los periodistas pal cafe....



Al primer minuto del sábado en que habría de rendir protesta ante un alaciado poder legislativo, ya Enrique Peña Nieto se había posesionado del cargo y, aun sin jurar que se conduciría conforme a los postulados constitucionales, instaló a su gabinete de seguridad y le tomó protesta sin que nadie se la hubiera tomado a él. Luego, en un día de violencia pública sin precedente en la capital del país, vio instalarse el proceso de desgaste mediático y social para el movimiento 132, el lopezobradorismo y las protestas públicas a cuenta de un vandalismo que políticamente abre las puertas a un mayor autoritarismo desde Los Pinos. Y al otro día, como bálsamo de gran oportunidad, antítesis del porrismo previo, contraste venturosamente llegado, se hizo de un instrumento de control político y partidista al llevar de la mano a los dirigentes de su presunta oposición principal, el panismo desfondado y el perredismo negociante, a firmar un Pacto por México que promete impulsar reformas de interés para esos partidos a cambio de que se mantengan sometidos a una ruta institucional administrada obviamente por el PRI.
Al tomar de golpe el control de la administración federal, el adquirente de la Presidencia de la República demeritó el acto republicano de juramentación constitucional, rebajándolo a mera ceremonia de la que se puede prescindir o cumplir en contados minutos burocráticos (las reformas constitucionales hechas para conjurar el 2006 permiten que un presidente electo pueda rendir protesta, en caso de que no pudiera hacerlo ante órganos legislativos, en cualquier lugar y circunstancia, pero con la presencia del presidente de la Suprema Corte).
Peña Nieto no ejecutó una transferencia de poder silenciosa e informal, como la que Felipe Calderón pidió como concesión a Vicente Fox en la primera hora de diciembre de 2006. Al contrario, el nuevo portador de la banda hizo que la apropiación madrugadora fuese difundida con la mayor amplitud, para dejar constancia de que los hechos estaban consumados. No es un dato menor preguntarse si los juramentos de respeto a la Constitución y la legalidad que fueron hechos por el gabinete de seguridad en esa oscuridad sabatina tienen validez jurídica y política si aquel ante quien la rindieron aún no lo había hecho ante el poder legislativo.
El segundo trazo parece ser muy confuso y oscuro pero, a fin de cuentas, resulta claramente favorable en términos políticos para Peña Nieto (en http://on.fb.me/TDfK6R pueden leerse seis puntos de análisis que este tecleador puso en Internet el mismo sábado). La violencia desatada en las inmediaciones de San Lázaro tuvo un registro lineal: grupos de jóvenes (no sólo del 132, sino de otras vertientes, como los anarquistas y otros chavos genuinamente deseosos de confrontarse con el poder establecido y de desahogar con fuerza su indignación y desesperanza, sobre todo contra íconos del sistema al que rechazan), profesores con largo historial de lucha, sindicalistas y otros ciudadanos inconformes desarrollaron una protesta desventajosa pero así aceptada contra policías federales y miembros del Estado Mayor Presidencial. Resultaron varios heridos (en un caso se habló de muerte, que no la hubo aunque sí una lesión de gravedad absoluta).
Pero conforme avanzaba la marcha de San Lázaro al Zócalo, para dar continuidad a las protestas, una violencia desmedida crecía. Segmentos minoritarios, con pañuelos, capuchas u otras formas de encubrimiento, se dedicaron a generar daños (parabuses, estaciones de gasolina, algunos vehículos y cabinas telefónicas, sobre todo) sin que hubiera forma de argumentación de otros jóvenes que los convenciera de desistir.
A la hora en que Andrés Manuel López Obrador había hecho en el Ángel de la Independencia una condena de la violencia gubernamental contra las protestas que al momento en que hablaba el tabasqueño tenían como referente lo sucedido en San Lázaro, no el curso de la marcha hacia el Zócalo, comenzó en el Sanborns de Eje Central, frente a Bellas Artes, el vandalismo que colocaría a AMLO en una aparente defensa de esa violencia extrema. Así, López Obrador parecía justificar y arropar lo que nunca ha permitido que se dé en su movimiento ni en los momentos de mayor encono. Parte de ese flujo juvenil destructivo alcanzó a llegar al Ángel cuando había terminado el acto de Morena. Por lo pronto, mediáticamente se instaló de inmediato un guión que adjudica al discurso de odio la responsabilidad de los hechos vandálicos.
Diversos videos y testimonios plantean la hipótesis de los provocadores infiltrados en las protestas sabatinas. Siempre los ha habido. Pero también es cierto que hay un hartazgo social tan fuerte en ciertos grupos juveniles (en http://on.fb.me/UalhQK puede leerse sobre uno de los grupos anarquistas participantes, Bloque Negro México) que no todo lo sucedido puede ser adjudicado a factores externos. El sistema ha cerrado las puertas a gran parte de los jóvenes, mostrándoles además, mediante fraudes electorales o compra de presidencias, que es inviable el camino institucional. Por lo pronto, con la colaboración de una policía capitalina que golpeó y detuvo a granel, se revivieron escenas del diazordacismo clásico que tan cercano es a la vocación atenquista ahora encaramada en Los Pinos.
Tomado el poder de golpe madrugador, e instalado el pretexto político para la mano dura y la criminalización de la disidencia, el desenlace feliz del ciclo ha sido la firma del Pacto que permitirá la instauración del reformismo peñanietista nefasto y la promesa (te lo pacto y ¿te lo cumplo?) de impulsar cambios profundos en materia de telecomunicaciones (reducir el poder de Televisa para que Los Pinos y la clase política no sigan siendo sus rehenes y servidores), monopolios en general y educación (supuesta guerra contra Gordillo). Pacto de élites sin fuerza ni legitimidad social.
Y, mientras son vistos los álbumes de fotografías tomadas por este tecleador durante el sábado negro (http://on.fb.me/-Vf9AJP) y por Julio Alejandro (http://ow.ly/fL4ry) ¡hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero


Si México tuviera un régimen parlamentario y no presidencialista, tal vez Enrique Peña Nieto se vería obligado a incorporar a su gabinete a algunos de los elementos que propuso Andrés Manuel López Obrador para integrar su propio equipo. Pero eso se antoja como un imposible, el candidato de la izquierda ni siquiera reconoce su triunfo. Ayer lo confirmó en la manifestación de el Ángel de la Independencia. Sólo un elemento aparece en ambos gabinetes: Manuel Mondragón y Kalb. ¿Cómo calificarían ustedes, primero, a los equipos como un todo, y luego a las individualidades que los integran? En algunos casos no es difícil tomar una decisión. Personajes como Juan Ramón de la Fuente (Educación), Bernardo Bátiz (PGR), Miguel Torruco (Turismo), Raquel Sosa Elizaga (Desarrollo Social), y Genaro Góngora (Consejería Jurídica) gozan de amplia aceptación ciudadana. Del equipo de Peña Nieto han sido bien recibidos, particularmente por el sector financiero, José Antonio Meade (Relaciones); Luis Videgaray (Hacienda) e Idelfonso Guajardo (Economía). En Gobernación cabría un empate entre Miguel Ángel Osorio Chong y Marcelo Ebrard, después de su lamentable actuación en la represión de las manifestaciones. Se despide mal Ebrard de la gente del Distrito Federal. No tiene el gabinete peñanietista, sí el lopezobradorista, las carteras de Cultura, y Ciencia y Tecnología, pero sería una tarea infructuosa encontrar a personajes del prestigio y trayectoria de Elenita Poniatowska y René Drucker. Ahí están los dos gabinetes. Hagan ustedes sus evaluaciones.
Ese Pacto no es con Dios
Ayer la élite política y empresarial firmó el Pacto por México. Fue negociado en lo oscurito –sin consultarlo a la ciudadanía– por los dirigentes de PRI, PAN y Jesús Zambrano, del ala chucha del PRD. Tiene el señuelo de que contiene las reformas que el país necesita. Sin embargo, incluye costos ocultos, como la privatización de los hidrocarburos y un alza de impuestos. En la práctica, el Pacto es un cheque en blanco para ser gastado durante la luna de miel del nuevo gobierno.
Las otras balas de goma
Si, como se comenta en las redes sociales, fue gente del alto mando del PRI la que fraguó los acontecimientos de violencia del sábado, seguramente hay un orate en sus filas. Es grave el daño que ha recibido la imagen del flamante gobierno ante la comunidad internacional, particularmente en la esfera de los negocios. La inversión foránea que se canaliza a instrumentos financieros, como los Cetes, tiene una nueva marca al llegar a 57 mil millones de dólares. Son capitales golondrinos que alzan el vuelo con extrema facilidad. Agitación política, manifestaciones callejeras, violencia con saldo de heridos graves en un gobierno que empieza, son como balas de goma para la confianza. Harían bien Videgaray y Meade en instrumentar una operación cicatriz con los directores de los principales fondos de inversión que tienen su dinero en México.



Hay una antigua especulación que nunca ha pasado de ser simple ejercicio mental para desocupados: ¿sería más vivible la vida si conociéramos desde el principio la fecha de nuestro final? Las opiniones se contraponen con atendibles argumentaciones de cada lado, y sirven para darnos a conocer rasgos importantes del carácter de las personas que las sustentan: la única realidad es que nadie se muere la víspera, y que ésta, en la mayoría de los casos, es desconocida. Hay una corriente intermedia que propone que la fecha de nuestro mutis definitivo deberíamos conocerla no de niños o adolescentes, sino al llegar a la edad adulta. Mi espacio no me permite entrar al análisis de todo lo anterior, y si lo menciono es tan sólo para situar la angustia en que vivían el Dr. Felipe Jekill y Mr. Eduard Calderón desde el 1° de diciembre de 2006, cuando aceptaron que el 30 de noviembre de 2012 vencería, indefectiblemente, el plazo que poderes muy superiores a la entelequia que se conoce como voluntad popular les habían concedido para que Felipe de Jesús –su elemento integrador– detentara la primera magistratura del país.



Cumplido el ritual, se mantiene la cruda realidad: si el gobierno entrante no da resultados a corto plazo, que se dé por muerto. Lo demás, boato incluido, es puro caldo, y el país está urgido de albóndigas. ¿Cómo, cuándo y de qué manera aterrizaría Enrique Peña Nieto un programa de gobierno que, de entrada, se basa, como todos los anteriores, en frases célebres y promesas cajoneras?
Cinco ejes y 13 grandes decisiones darían cuerpo al gobierno entrante, anuncia el nueve inquilino de Los Pinos, los cuales, en su mayoría, no dependen de la disposición o buena voluntad del Ejecutivo, sino de las decisiones e intereses del Legislativo, éste con representación mayoritaria de los poderes fácticos, los cuales han feudalizado el país, pero que ahora serían los responsables de transitar hacia una democracia que dé resultados tangibles, según Peña Nieto.
Ejercítese la memoria y recuérdese cuántas veces en cuando menos los últimos 30 años no se han escuchado frases tan sobadas como las siguientes: “La esperanza de un futuro mejor para nuestro gran país… los mexicanos aprendimos duras lecciones y supimos poner orden… acelerar el crecimiento y lograr el objetivo económico más importante: mejorar la economía familiar de los mexicanos… México ahora está listo para despuntar en el mundo… tenemos una oportunidad histórica para proyectar a México… oportunidades de cambiar de manera trascendental... magnífica oportunidad para llevar a México al lugar que se merece… determinación de mi gobierno por transformar el país sin demoras… elevar la calidad de vida de las familias mexicanas… estamos a las puertas de una nueva etapa de nuestra historia”, y así por el estilo. De ellas está pletórico el discurso peñanietista de toma de posesión, como lo estuvieron los de sus cinco antecesores en Los Pinos, y allí están los resultados tangibles: un país que camina para atrás.
¿Qué propone el nuevo gobierno? Cinco novedosos ejes fundamentales, que no son otros que los trazados en la Constitución de 1917 y son de obligado cumplimiento para quien ocupe la residencia oficial: un México en paz, incluyente, con educación de calidad para todos, próspero y solidario, es decir, lo mismo a lo que se comprometieron, e incumplieron, sus cinco antecesores en el puesto. ¿Esos son los ejes fundamentales? Pues bien, 95 años atrás los firmaron los constituyentes en Querétaro. Ésos y muchísimos más.
De esa quinteta de ejes fundamentales derivan 13 decisiones presidenciales (Peña Nieto dixit), de las cuales cinco dependen de lo que decida el Congreso y las ocho restantes de la disponibilidad de recursos que le autorice la Cámara de Diputados por medio del Presupuesto de Egresos de la Federación. Lo anterior, desde luego, sin considerar que los poderes fácticos eventualmente afectados por tales decisiones presidenciales se dejen pisar los callos sin chistar. Lo que no dijo es cómo lo va a lograr, cuándo y de qué forma.
En síntesis, un programa de gobierno que impulse la transformación de México, con una “visión responsable y realista para acelerar el desarrollo integral y equilibrado de nuestro país. Con tales decisiones, pues, Peña Nieto inicia el camino y promete fortalecer la sociedad y nuestra economía en favor de los derechos de todos los mexicanos; eso sí, vendrán, por supuesto, más decisiones, sin olvidar mi compromiso de lograr consensos para impulsar, en su momento, una reforma energética, una reforma hacendaria y una reforma a nuestro régimen de seguridad social, porque es tiempo de romper juntos los mitos y paradigmas, y todo aquello que ha limitado nuestro desarrollo.
Qué bueno que lo aclara: han sido los viejos mitos y paradigmas los que han limitado nuestro desarrollo. Y pensar que los mexicanos creían que tales limitaciones eran producto de un modelo económico depredador, de la elevadísima cuan creciente corrupción, de la profunda ine- ficiencia gubernamental, de los grandes negocios entre el poder público y el privado, de la permanente violación del estado de derecho, de la espeluznante concentración del ingreso y la riqueza, de los poderes fácticos, de la evasión fiscal legalizada, de los empleos escasos y precarios con salarios miserables, y, en fin, de una voraz clase político-empresarial que no tiene llenadera y que de México y de los mexicanos ha hecho su negocio particular, y no hay visos de que ello se modifique.
Augura Enrique Peña Nieto que vienen, de eso estoy convencido, mejores tiempos para todos los mexicanos, porque éste es el momento de México. Bien, pero la duda es si con el mismo modelo económico que ha hundido al país y con los personajes públicos y privados que lo motivaron, el nuevo inquilino de Los Pinos y su gabinetazo concretarán todo lo que floridamente han prometido, es decir, reflotar a la nación, atender las urgencias sociales, acabar con el crimen organizado, crecer a paso veloz, incrementar productividad y competitividad, alcanzar educación de calidad y para todos, generar empleo formal suficiente y bien remunerado, abatir la informalidad, incrementar el ingreso de los mexicanos, acabar con la desigualdad y todo lo demás. ¿En serio? ¿Con lo mismo y los mismos?
Entonces, la alocución fue muy bonita, emotiva en extremo y pletórica de frases coleccionables. Todo muy bien, pero, más allá de la perorata, ¿qué va a hacer el gobierno entrante para concretar aquello de los resultados tangibles?, porque México ya no aguanta más discursos ni propaganda barata marca Miguel Ángel Cornejo. Hechos, nada más. Dejen la retórica, pónganse a trabajar y den resultados. No hay de otra.
Las rebanadas del pastel
Y ahora, con ustedes, el primer pacto de la temporada, un resumidero de las promesas incumplidas en los últimos 30 años (léase por los últimos cinco inquilinos de Los Pinos), que van de los acuerdos para una sociedad de derechos y libertades a los acuerdos para la gobernabilidad democrática, sin dejar a un lado los relativos al crecimiento económico, el empleo y la competitividad (incluye la privatización de Pemex y el planteamiento de una nueva ley de explotación minera), los de seguridad y la justicia y los de transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción. Lo suscriben Enrique Peña Nieto y Hugo, Paco y Luis (PRD, PAN y PRI), quienes tampoco precisan cómo aterrizarán lo acordado. Eso sí, establecen 5 por ciento como tasa anual promedio de crecimiento económico, la cual está por debajo del requerimiento mínimo para que México salga del hoyo y ellos, así sea medianamente, cumplan con lo pactado. Bienvenidos, pues, al nuevo gobierno.



En el ámbito internacional, México continuó desvaneciéndose en el sexenio que termina, y peor aun, convertido en un país de nota roja al que se aconseja no viajar por su violencia e inseguridad.
Verlo convertido en nulidad, sin voz atendible, sin dignidad que obligue al respeto, y sin más presencia que la de ser el barrio pobre y convulso de Norteamérica, es no sólo vergonzoso sino ofensivo. A esta ignominiosa degradación han colaborado las cinco administraciones recientes y destacadamente la última.
Economía externa
No obstante la exportación de petróleo, las transferencias de los migrantes y el potencial turístico - tres fuentes privilegiadas de divisas para el país - México sigue siendo deficitario con el exterior y crecientemente endeudado.



Con los mismos criterios bicicleteros –aldeanos y efectistas– que el gobierno de ilusoria izquierda de la ciudad de México simuló atenuar los problemas de transporte y vialidad en el Distrito Federal, en costosas pero redituables obras apenas atenuantes de un sistema que prefiere apostar por el automóvil y sus utilidades y no por los peatones y sus necesidades, con idéntico estilo contradictorio, por no decir demagogo, fueron abordados problemas relacionados con la salud, en concreto el tema de la muerte digna o negativa de un enfermo, terminal o no, a ser sometido a tratamientos que prolonguen innecesariamente su sufrimiento o agonía.
Si a nivel federal durante el sexenio que recién concluyó, y no obstante las mareadas cuentas del contumaz ex presidente, prevaleció la multiplicación de la violencia y las muertes indignas, como consuelo a la angustiada ciudadanía y en lugar de disminuir los hechos violentos y su sensacionalista difusión, en enero de 2009 fue reformada la Ley General de Salud, adicionando un piadoso articulado en materia de cuidados paliativos que, desde luego, prohíbe la práctica de la eutanasia, a la que la maniquea ley califica de homicidio por piedad, a la vez que criminaliza el suicidio asistido. Un año después, esta cadena de fingimientos de los del Jesús en la boca prohibía aplicar en el IMSS y otras instituciones lo establecido en la Ley de Voluntad Anticipada para el Distrito Federal.



Ayer, en su segundo día al frente del Poder Ejecutivo, Enrique Peña Nieto suscribió con los dirigentes de los tres principales partidos políticos del país –PRI, PAN y PRD– un conjunto de acuerdos, denominados Pacto por México, por el que se comprometen a diversas acciones de gobierno y reformas legislativas orientadas a cinco objetivos fundamentales: gobernabilidad democrática; crecimiento económico, empleo y competitividad; ejercicio pleno de derechos sociales y libertades; seguridad y justicia, así como transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción.

Sobre el Pacto por México y la izquierda electorera
¿Pacto por México, a qué México se refieren?...

El asunto del déficit fiscal es el primer gran problema de Barack Obama después de su triunfo en las elecciones. Demócratas y republicanos prometen llegar a un acuerdo para evitar el anunciado precipicio fiscal, pero parecen no hablar el mismo idioma cuando tratan de explicar la forma en que concretarán ese acuerdo. En una entrevista, un legislador demócrata aseguró la disposición de su partido para llegar a un acuerdo, siempre y cuando se incrementara la tasa impositiva a quienes más ganan y no se recortara el gasto en las partidas que benefician a los más necesitados, por ejemplo en salud. En esa misma entrevista el republicano, después de asegurar también que habría un acuerdo, agregó que la condición era no aumentar impuestos, pero si recortar el gasto en aquellas partidas que hay un mayor déficit, por ejemplo, en el plan de salud. Extraña forma de referirse a un posible acuerdo.

El segundo sexenio del PAN terminó con el sello que lo caracterizó: con el asesinato de Juventina Villa y su hijo de 11 años. Ella dirigía la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca, en Guerrero. Con Felipe Calderón son más de 20 los que perdieron la vida por defender los recursos naturales. En todos los casos, las autoridades, y el futuro becario de Harvard, prometieron hacer justicia. Nunca llegó. Los asesinos siguen libres.

Pienso que eso fue lo que estuvo preguntándose Vicente todo el día: estas tepocatas se me escondieron los seis años, y luego por eso fue que no pude entregar ningún poder, pues ¿cómo puede transmitirse lo que no se tiene? En verdad no había manera de que el presidente anterior, su compañero de partido, además de la banda presidencial que, por cierto, poco faltó para que en el tumulto se perdiera, le hubiera transmitido algo más que la risa que causó a los mexicanos con mucho sentido del humor –porque a otros más bien nos dio coraje– el pase de banda interceptado y luego embrocársela a toda prisa para esconderse rápidamente tras banderas, antes de que se la quitaran y se quedara desbandado. Buena nota, Tacho, habría dicho Jacobo. Pero nada más. Porque lo que debió haber sido una transmisión del mando presidencial verdadera y real tuvo que esperar seis años para verse en el caso, organizada la ceremonia por el PRI, y para que la banda pasara, como el protocolo correspondiente indica, de manos del presidente del Congreso, Jesús Murillo Karam, a las del presidente entrante Enrique Peña Nieto, sin sobresalto alguno.

Entre oposiciones aisladas pero firmes, hasta el punto de obligar a intervenciones policiacas también relativamente esporádicas pero contundentes –ahí están las fotografías de los heridos– protestatarios de un triunfo presidencial que otra vez se pone en duda, y que debiera ser, vinculado a lo anterior, el decimocuarto compromiso con la nación del Presidente Peña Nieto, éste sí contundente y difícil de lograr, pero absolutamente necesario para la nación, es decir, el compromiso de limpiar las suciedades y trampas electorales que siguen siendo parte sustancial de nuestro sistema.

El ritual de la transmisión de poderes de un presidente impopular a otro también impopular, que tienen que mantenerse alejados del pueblo y rodeados de soldados e incondicionales, pasó sin pena ni gloria y ocupa el segundo término en la atención pública reciente; lo importante de la última semana parece ser el llamado a un Acuerdo Nacional por México.

Los nuevos secretarios de Hacienda y de Economía tienen por delante una faena ardua. Para ello tienen que tomar una opción decisiva, y eso definirá su trabajo y, en buena medida, la del gobierno entrante en su conjunto.

La 26 Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara es una prueba del camino ascendente de la cultura mexicana. Quizá es la máxima, porque todo mundo asiste con alegría. Qué ilusión, ya el día 24 de noviembre comienza la feria del libro! Las editoriales empacan sus libros, los vendedores desarrugan sus trajes, las escritoras se compran un nuevo brasier. En el comedor del Hilton, hasta los meseros saludan con un: ¡Qué bueno que este año sí vino usted! Ver la alta figura de Alberto Ruy Sánchez es creer que esa misma noche estaremos bailando encuerados en el Veracruz. Ver que Nubia Macías atraviesa tranquila las multitudes es tener la certeza de que todo va sobre ruedas. Una foto, por favor, reclaman los felices poseedores de un celular a los 500 escritores que se abren paso entre los estands cada vez más opulentos y llamativos. Claro que no van todos los 500. Los más importantes se cohíben porque los asfixiarían sus fans, aunque ha de ser muy atractivo morir entre brazos de jóvenes y niños y viejitos sabios. Ni Gabriel García Márquez, ni Carlos Fuentes antes de morir, ni Mario Vargas Llosa se aventuraban entre los libros, porque la marabunta los habría devorado.

Resulta impracticable una clasificación o un registro antológico de la poesía mexicana de la actualidad. Queda pálido el método censal que practicara Gabriel Zaid en su Asamblea ante la presunta sobrepoblación de poetas jóvenes publicando hacia 1980. Hoy, al menos de momento, ni caso tiene intentarlo. Las coordenadas generacionales son tan difusas como las fronteras genéricas o los parámetros de respetabilidad. Además, ¿a quién importa la poesía? Pocos la leen, a escala comercial, aunque buen número de lectores ande por ahí. La mitad son o han querido ser poetas. Se dan casos de fama y rango best-seller, como José Emilio Pacheco. O Javier Sicilia, por razones extrapoéticas, pero también porque su obra reciente, sensible al presente, apela a la tragedia que lo alcanzaría y el camino que emprendió para una sanación (¿él diría redención?) colectiva.

Sí. En educación, como en todos los ámbitos de la vida, la calidad es la divisa. Y si el propósito es recrear un sistema educativo para que su base sea la calidad, sí claro, estoy de acuerdo. Se recupera así la rectoría del Estado y su responsabilidad sobre el sistema educativo como una de sus políticas esenciales. También se recupera así la dignidad del oficio del magisterio. Ese que da preeminencia sin pedirla, el oficio que con mayor sello de amor propio y honor debe vivirse.



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