Carlos Bonfil
Fotograma de El romance y la culpa
Crímenes de pasión. El romance y la culpa (Guilty of romance), del realizador japonés de culto Shion Sono, es el capítulo final de una llamada Trilogía del odio que dio inicio con Love exposure (cinta aún inédita en México) y continuó con Pez mortal (vista
en el Foro de la Cineteca, 2011), esa exploración fantástica, con
tintes de cine gore, de un suceso de nota roja que mostraba a una
pareja de asesinos, adiestradores de perros y destazadores de sus
víctimas, entretenidos en inocular el placer sádico en un pusilánime
viudo. Asesinatos que son actos gratuitos, erotismo exacerbado y la
combinación surrealista de sexualidad y violencia son algunos elementos
característicos en la obra del también director de El club del suicidio (2001).
Tomando como pretexto y punto de partida la misteriosa trama policiaca, lo que en realidad parece interesar al director es el tránsito de la inocencia a la corrupción de su protagonista central, la joven Izumi (Megumi Kagurazaka), una ama de casa extremadamente dócil, casada con un maniático escritor que es celoso guardián del orden doméstico, y su aprendizaje liberador al lado de Mitsuko (Makoto Togashi), la enigmática profesora de literatura que gusta de prostituirse por placer todas las noches. Izumi acepta combinar su empleo de vendedora en un supermercado con su participación, primero reticente, luego entusiasta, en una agencia de modelos donde abandonará por completo su timidez y sus reservas. A partir de esta propuesta, el director explora con pinceladas de humor y un gran barroquismo visual (colores muy vivos, estética de neón chillante) el mundo de la prostitución y el contraste entre dos modos de vida sólo aparentemente opuestos. El esposo novelista, narcisista irredento que cautiva a sus seguidoras en lecturas públicas con relatos de sensualidad retorcida, busca, en efecto, su inspiración en los burdeles, y su obsesión por el orden tiene su expresión más completa en una sexualidad basada en formas extremas de dominación y sometimiento consentido.
Queda
abierto el planteamiento de si al cineasta provocador le interesa
mostrar una suerte de afirmación o rebeldía feminista en la conducta de
sus protagonistas o si sólo intenta explorar el carácter complejo de
una sexualidad basada en relaciones de poder muy tensas. Lo que sí
satiriza en esta historia es una doble moral y la rigidez de las
convenciones sociales, oponiendo el mundo higiénico y muy ordenado de
la sociedad japonesa moderna al caos y los desarreglos de un espacio
urbano prostibulario marcado por el delito, el crimen y un erotismo
siempre transgresor. Con esta visión pesimista concluye una vitriólica
y excesiva trilogía del odio, en la que hay sin embargo espacios
suficientes para el humor y la ironía, y para que personajes femeninos,
seductores y complejos, muy vitales y con una inocencia no del todo
corrompida, tengan por fin una presencia vigorosa.
Además de la Cineteca Nacional, la Muestra prosigue este mes su recorrido en salas de Cinemex, Cinépolis, Lumière Reforma y sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario.
Además de la Cineteca Nacional, la Muestra prosigue este mes su recorrido en salas de Cinemex, Cinépolis, Lumière Reforma y sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario.
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