Monsanto, Syngenta Agro, PHI y Dow
AgroScience son las trasnacionales que desde 2009 experimentan la
siembra de maíz transgénico en más de 32 mil 800 hectáreas de suelo
mexicano.
Documentos
del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria
(Senasica) revelan que hay organismos genéticamente modificados en
Yucatán, Chiapas, Tamaulipas, San Luis Potosí, Veracruz, Chihuahua,
Coahuila, Durango, Sinaloa, Nayarit, Sonora, Baja California Sur y
Estado de México.
El análisis de los Estatus de solicitudes de maíz
(de 2009, cuando inició la siembra experimental, a 2012) refiere un
total de 32 mil 855.56 hectáreas con presencia de organismos
genéticamente modificados.
Francisco López Bárcenas,
especialista en derecho indígena y asesor agrario, dice que la siembra
de transgénicos “la han vendido como métodos para superar la pobreza y
que haya alimentos. No tenemos una crisis de escasez de alimentos y ése
no es el problema, sino quién los controla. [Las trasnacionales] se han
vuelto un arma política de presión hacia los Estados.
“No es que México no tenga semillas
para producir los alimentos que necesitamos. El problema es que es el
negocio de una empresa particular sobre los intereses de la
alimentación, medicina y fertilizantes de un país.”
Monsanto, a la cabeza
Los datos del Senasica –órgano
desconcentrado de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo
Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa)– muestran que Monsanto tiene el
99 por ciento de la siembra, con un total de 32 mil 762 hectáreas.
Según la revista Forbes, esta
empresa de origen estadunidense tiene registradas ventas anuales por
12.42 billones de dólares y genera 20 mil 600 empleos. Los documentos
del organismo de la Sagarpa muestran que fue en 2010 cuando más
hectáreas le fueron permitidas intervenir a la compañía: 30 mil 803.
Forbes posiciona a Monsanto en
el sitio 16 de su relación de “Empresas innovadoras”. La revista de
negocios y finanzas la describe como “proveedor de productos
agrícolas”. Su negocio es de semillas, productos biotecnológicos y
herbicidas, para supuestamente “proporcionar a los agricultores
soluciones que mejoran la productividad, reducen los costos de cultivo
y producen mejores alimentos para los consumidores”.
Rodrigo Gutiérrez Rivas, investigador
de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en derechos
humanos, explica que, para avanzar en la siembra de maíz transgénico,
el gobierno mexicano alude a las zonas que van a estar protegidas, con
ello genera discusión sobre los transgénicos.
Sin embargo, añade el investigador,
se ha insistido en que es “absurdo intentar ponerle fronteras
administrativas a una planta que se reproduce por el aire, el viento,
las aves. El maíz es una planta ‘promiscua’: los pólenes pueden viajar
larga distancia. Ya se ha dado la contaminación transgénica en Oaxaca,
uno de los estados denominados centro de origen. El riesgo es que si
ubicamos ciertas zonas del país como son las de no siembra, el país
acabe completamente contaminado”.
Experimentar en suelo del maíz
Además de Monsanto, hay otras
compañías y centros de estudio que se encuentran interesados en que se
apruebe la siembra definitiva de organismos genéticamente modificados
en el principal grano del país. Entre éstas, están Syngenta Agro, PHI
México, Dow AgroScience, el Centro de Investigación y de Estudios
Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav) y el Centro
Internacional del Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
PHI México –empresa de DuPont y
subsidiaria de Pioneer Hi Bred– tiene registradas 73.39 hectáreas ante
Senasica, y es la segunda interesada en experimentar con organismos
genéticamente modificados en suelo mexicano.
Esta compañía química desarrolla
investigación en diversas áreas, como productos electrónicos, biología
molecular, virología, farmacéuticos y agricultura.
Con 12.27 hectáreas, le sigue
Syngenta Agro, que distribuye sus semillas en suelos de Tamaulipas,
Sinaloa y Chihuahua. La compañía suiza “está involucrada en el
descubrimiento, desarrollo, fabricación y comercialización de una
amplia gama de productos diseñados para mejorar el rendimiento de los
cultivos y la calidad de los alimentos”, indica la revista Forbes.
La publicación estadunidense de
negocios y finanzas resalta que ocupa el lugar 92 en Innovación y que
sus ventas anuales alcanzan los 12.43 billones de dólares anuales.
Mientras las trasnacionales
“intentan”, los centros de investigación también experimentan en una
pequeña porción de tierras mexicanas. El Cinvestav tiene permisos en 4
hectáreas, mientras que el CIMMYT en 0.6 hectáreas.
El investigador Miguel Altietri, de la Universidad de California, indica en su ponencia Biotecnología agrícola en el mundo en desarrollo
que “las compañías de biotecnología con frecuencia proclaman que los
organismos genéticamente modificados, en especial las semillas, son un
descubrimiento importante y necesario para alimentar al mundo y reducir
la pobreza en los países en desarrollo.
La mayoría de las instituciones del
mundo –expone– que tienen a su cargo las políticas e investigaciones
tendientes a incrementar la seguridad alimentaria en los países
subdesarrollados se adhieren a este punto de vista que descansa en dos
premisas críticas: “La primera es que el hambre se debe a que existe
una brecha entre la producción de alimentos y la densidad de población
o su tasa de crecimiento. La segunda es que la ingeniería genética es
el único o mejor camino para incrementar la producción agrícola, y por
tanto para solventar las necesidades futuras de alimentos. Un punto de
partida para esclarecer estos conceptos erróneos es comprender que no
existe relación prevaleciente en un determinado país y su población”,
asegura.
El poeta oaxaqueño Andrés Henestrosa decía: “El maíz es el primer tótem
mesoamericano, anterior al águila, al jaguar, a la serpiente, al pez.
Es al mismo tiempo origen y creación del hombre. Es la hostia con la
que comulgamos los mexicanos en un acto de antropofagia. ¿Qué otros
discursos se cifran en torno a esta semilla, que parece germinar en el
latido de nuestro corazón?”.
La península, saturada de transgénicos
De acuerdo con los documentos
oficiales, Yucatán es la entidad con más hectáreas concesionadas para
la siembra experimental de maíz transgénico, al llegar a las 12 mil. Le
sigue Chiapas, con 8 mil 800, y la región de la Huasteca –conformada
por Tamaulipas, San Luis Potosí y Veracruz–, con 5 mil 700.
Las investigadoras Elena Álvarez Boylla y Alma Piñeyro exponen en el documento Riesgos y peligros de la dispersión de maíz transgénico en México
que “las consideraciones sobre lo deseable y seguro para nuestro país
han sido guiadas por intereses políticos y económicos privados, más que
por estudios científicos concluyentes; esto ha dejado de lado además
las consideraciones sociales y ambientales.
“Estos intereses han moldeado y
apresurado un marco regulatorio encaminado a posibilitar la liberación
de las líneas comerciales disponibles de maíz transgénico en el campo
mexicano, lo cual desencadenaría un conjunto de riesgos y peligros.”
Silvia Emanuelli, coordinadora de la
Coalición Internacional para el Hábitat, oficina para América Latina,
comenta que el Tribunal Permanente de los Pueblos decidió atraer el
tema de los transgénicos “justo por el ataque de las trasnacionales y
la siembra comercial que amenaza con darse”.
Agroindustriales preparan siembra transgénica
En el marco del Foro Nacional de Políticas Públicas para la Seguridad y Desarrollo Agroalimentario de México 2012-2050 (organizado por la Alianza Mexicana de Agronegocios para el Crecimiento Sustentable, la Asociación Mexicana de Semilleros y Syngenta), líderes de la agroindustria aseguran que ya se tiene un plan de acción entregado al equipo de transición del presidente electo Enrique Peña Nieto.Además de que esperan que sea autorizada la siembra comercial en Sinaloa para diciembre de este año, y en Tamaulipas para enero de 2013.Javier Valdés González, representante de Syngenta, argumenta: “Sabemos que en México el desarrollo tecnológico es de una gran oportunidad. El impacto de las tecnologías será en bien del ambiente y en el desarrollo de las comunidades. Si logramos que nuestros productores tengan una mejor tecnología tendrán una mejor economía”.En entrevista con Contralínea, el director de Syngenta México indica que “ya se han hecho los ensayos para definir y mostrar los beneficios de la tecnología; ahora viene la parte comercial que mostrará una mayor productividad por hectárea”.José Cacho Ribeiro, coordinador de granos del grupo Nueva Visión de Agricultura del Foro Económico Mundial, dice que “con estas tecnologías se tendrá un abasto oportuno debido a que se llevará a través de una alianza público-privada. Lo importante será atender el problema de la alimentación a nivel estatal y municipal. Con estas tecnologías se provocará que todo productor tenga las herramientas necesarias para producir la tierra”.El también director general de Minsa asegura que para el inicio de esta estrategia se tiene contemplada una inversión de 5 mil millones de dólares.Isidro Pedraza Chávez, presidente de la Comisión de Autosuficiencia Alimentaria de la Cámara de Senadores, dice que “con el afán de garantizar el derecho a la alimentación de los mexicanos se trabajará en comunión con la agroindustria, y así crear una reserva nacional de alimentos. Se llevarán a cabo programas multianuales con los expertos de la agroindustria”.
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