Colectivo La Digna Voz
El
signo de la política oficialista en México es la pusilanimidad,
mediocridad e injusticia. La “transición” refrendó esta irrompible
tradición del poder, enunciando una ruptura imaginaria, cultivando en
los hechos la continuidad. Una continuidad progresivamente marcada por
el rojo intenso de la sangre; sangre que entraña una triple injustica:
“la de la muerte, la de la culpa y la del olvido”. Las tres heridas de
la enseña nacional. Heridas que el gobierno saliente profundizó
premeditadamente, y cuya sanación –patología social, duelo crónico– se
ve distante. Con una cuota mayúscula de responsabilidad, el calderonato
abandona la silla que inviste el poder estatutariamente, y prepara la
huida del país en busca de horizontes que le confieran indulgencia e
impunidad. Aunque selectiva, la memoria de un pueblo no debe renunciar
nunca al registro de la verdad histórica: si la justicia legal no ha de
condenar al verdugo, la memoria histórica habrá de juzgarle con el
rigor de la ética. Para que el olvido y la injusticia no sean las
últimas palabras, recapitulemos las contribuciones de la administración
en vías de retiro.
Liquidación de la soberanía
Doble muerte de la soberanía: popular y nacional. Si el poder soberano
ha de residir teóricamente en el pueblo, el golpe de estado
constitucional de 2006 anuló terminantemente la realización de la
voluntad popular. El Estado político se desprendió de su atuendo
sofístico. En México, la soberanía radica en el capricho del poder
fáctico. El pueblo tan sólo adereza las pugnas intraelitistas,
escenificadas con caudales dinerarios arrancados al erario público.
El combate a la “delincuencia organizada” no atenuó los niveles
delincuenciales: hizo de México un paraíso de la criminalidad. Legitimó
el militarismo. Dispuso la conducción estadunidense de la seguridad
nacional. Estados Unidos, a través de la Iniciativa Mérida, se arrogó
la administración de los asuntos domésticos. El 11 de diciembre, fecha
en la que F. Calderón declaró formalmente la guerra contra el narco,
México entonó las “golondrinas”, a modo de “adiós” a sus últimos
remanentes de soberanía.
Entreguismo
En
materia de economía, el calderonato entregó a las transnacionales
agroindustriales (destaca Cargill) la facultad de administrar el campo
nacional. Actualmente, empresas de origen estadunidense controlan casi
monopólicamente la cadena maíz-tortilla. En materia de política, se
entregó a Estados Unidos la dirección de la seguridad nacional, y con
ello todo lo tocante a la política doméstica.
Se hizo notar
en otra oportunidad: “Es una ecuación franca y simple: el campo nos
hace autosuficientes; la guerra nos hace dependientes. Negocio íntegro
para los norteamericanos: nos arrebatan la posibilidad –con la
complicidad del gobierno de México– de alcanzar el autoabastecimiento
alimentario y, a la par, nos ‘auxilian’ con armas para combatir los
males que produce el desabasto, la miseria, el olvido”.
Contaminación del lenguaje
Es en las palabras donde uno descubre la naturaleza de un régimen.
Semióticamente hablando, la inauguración de un léxico confrontacional
evidencia el carácter belicista de la política de Estado. No se debe
subestimar esta relación. Adviértase que existe un vínculo “entre un
falso imperfecto de subjuntivo y una mentalidad abyecta, entre una
falsa sintaxis y la estructura deficiente de una sociedad, entre la gran frase hueca y el asesinato organizado” (Erich Heller).
Desvalorización de la vida
Los muertos no tienen rostro ni nombre. Cierto que alguna vez fueron
cifras. Pero por disposición oficial de la Federación, hasta este
derecho póstumo se les ha retirado: los muertos, debido a la
imposibilidad de un registro fidedigno, se han dejado de contabilizar.
Se ha preferido, también por disposición oficial, una ecuación más
práctica, menos embarazosa: si el “caído” tiene ligas con la
delincuencia, es un criminal abatido, sin más; si se trata de un civil,
etiquétesele como “daño colateral”. Y que los deudos hagan sus propias
cuentas, y se rasquen con sus propias pulgas.
Depreciación de la dignidad
México atraviesa uno de los estadios más serviles e indignos de su
corta historia nacional: liquidación de la soberanía, entreguismo,
desvalorización de la vida. El poder pretende dar continuidad a este
estado de cosas. Y especialmente el calderonato se empeño en persuadir
a la sociedad de las “bondades” de una administración mercantil del
país, profesando con devoción el culto entreguista. En materia
ideológica, el calderonato se propuso vencer la humillación por
imposición, para establecer la humillación por consentimiento.
Fuente: http://lavoznet.blogspot.mx/2012/12/memoria-extraoficial-de-un-gobierno.html
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