Leonardo Curzio
Si tuviese que elegir tres regalos para el año que viene pediría los siguientes: el primero es que la sociedad civil no se desmovilice. Su aportación a lo largo del proceso electoral del 2012 fue de primer orden para articular la deliberación pública. En tres temas fundamentales como son la agenda económica, la reforma educativa y los nuevos ejes por los que discurrirá la estrategia de seguridad pública, el acompañamiento de las organizaciones de la sociedad civil es fundamental para monitorear su cumplimiento y darles (a todas ellas) alcance y profundidad. Es muy fácil que las promesas hechas en las mesas de concertación política se pierdan entre las inercias burocráticas y las telarañas de aquellos que dominan el statu quo. Debemos tener mucho cuidado en esquivar las arenas movedizas del México de toda la vida que se resiste a cambiar. No es ni fácil, ni cómodo dar seguimiento a los distintos capítulos de la agenda pública, por eso debe valorarse la enorme contribución de las organizaciones de la sociedad que sistematizan información y nos permiten tener un tablero de control más preciso y funcional.
El segundo es que nuestros empresarios retomen la idea de una economía mucho más humana y, sin alterar demasiado el funcionamiento de sus empresas, reflexionen sobre tres aspectos clave: a) ¿estoy pagando lo justo a mis trabajadores (las cuentas nacionales indican que en nuestro país la proporción de las ganancias empresariales son muy superiores al capítulo de los sueldos); b) ¿he visto en dónde y qué comen mis trabajadores? Es vergonzoso constatar cómo la gente está obligada a comer en la cajuela de un coche en plena calle; y c) ¿cuántas innovaciones o patentes he desarrollado en un año? Las empresas mexicanas siguen viviendo de capturar gasto público e importar bienes del exterior. Una reforma del sector privado que considere estos tres elementos es tan importante como la reforma administrativa del gobierno.
El tercero de los regalos sería el que dos ideas transformadoras contaminen el cuerpo social de este país: la integridad y el mérito. Si todas las capas de la población asumen una cultura de la integridad y el respeto a la ley, desde sus manifestaciones más elementales, como el respeto a los peatones, mantener limpios los espacios públicos, hasta llegar a los niveles más altos, tendremos una convivencia más armónica. Y por último, el mérito como valor fundamental de una sociedad que cree en el trabajo y en la dignidad de las personas. Debe quedar rezagado todo aquel movimiento que pretenda mantener al pueblo mexicano en la ignorancia, la irresponsabilidad y la chambonería. No hay posibilidad de elevar ni la productividad ni los salarios de las personas si no opera un principio de superación personal, que no es otra cosa que el valor elemental de las sociedades burguesas: el mérito personal. Con independencia de dónde se haya nacido y cuál sea su origen familiar, todos los miembros de una sociedad deben aspirar a tener una vida mejor. Los grandes mitos nacionales (como Benito Juárez) descansan en esa esperanza tradicional de los ideales republicanos de que todo mundo puede llegar tan lejos como se lo proponga. Sé muy bien que no todos llegan, pero sé muy bien que mientras más numerosos sean aquellos que tienen voluntad de superarse, el país funcionará mejor.
¡Feliz año!
@leonardocurzio
Analista político
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