Marcha de la dignidad
Fernando Camacho Servín
Periódico La Jornada
Sábado 11 de mayo de 2013, p. 2
Sábado 11 de mayo de 2013, p. 2
Sus
historias, sus lugares de origen o sus circunstancias pueden ser
distintos. Pero el común denominador de los 12 padres y madres que el
jueves pasado iniciaron una huelga de hambre frente a la Procuraduría
General de la República (PGR) es la falta de acción del gobierno ante
la desaparición de sus seres queridos. Eso y la indignación que los
hace seguir adelante.
Sentada en un banco de plástico frente a las tiendas de campaña del
plantón, Margarita López Pérez se toma el tiempo de recordar en
entrevista con La Jornada el vía crucis que ha significado el
buscar con sus propios medios a su hija Yahaira Guadalupe Baena López,
secuestrada el 13 de abril de 2011 en Tlacolula, Oaxaca, por hombres
armados.Los mismos militares me dijeron que contratara informantes e investigadores, porque ellos no tenían por dónde empezar; pero lo que encontré es que todas las autoridades están vinculadas con el crimen organizado. Sufrí un atentado por eso y tuve que venir al DF, donde presenté una queja ante la PGR, pero me trataron como delincuente en vez de investigar los hechos, lamentó.
Tras llegar a la conclusión de que el cuerpo de una mujer que le entregaron las autoridades no es el de su hija, Margarita se puso en huelga de hambre a finales del año pasado para exigir avances reales en las investigaciones, y el verse obligada a hacerlo por segunda vez en menos de seis meses la hace sentirse
triste y decepcionada, pero no menos firme en su búsqueda de justicia.
Yo tenía muchas esperanzas en el presidente Peña Nieto y pensé que iba a cumplir su palabra de ayudarnos. Sabemos que esto (la huelga de hambre) no gusta a las autoridades, pero no hay otra forma de llamar su atención ante el desastre nacional que estamos viviendo y por eso vamos a seguir insistiendo en que busquen a nuestros hijos, subrayó.
Una
de las compañeras de Margarita en el plantón, María Guadalupe Aguilar
Jáuregui, contó por su parte que su hijo José Luis Arana Aguilar
desapareció el 17 de enero de 2011 en Guadalajara y la ayuda del
gobierno se ha limitado a prometerle que harán una búsqueda intensiva,
pero nada de eso se ha cumplido hasta ahora.
Aunque logró cierta notoriedad por interrumpir el discurso del entonces presidente Felipe Calderón en septiembre de 2011, cuando inauguraba unas instalaciones deportivas rumbo a los Juegos Panamericanos, el caso de su hijo no ha tenido ningún avance.
Jaime Olivares y Dolores Rodríguez, padres de Juan Eduardo Olivares –desaparecido el 1º de septiembre de 2011 en la central camionera de Tampico, Tamaulipas– también participan en el plantón porque han experimentado la misma desidia y falta de resultados al exigir que los gobiernos hagan su trabajo.
“Te da coraje, te da rabia y hasta te da risa por las respuestas y actitudes tan infantiles de los funcionarios. Hay algunos que sí trabajan, pero la suma de todos estos factores es una simulación burda, donde la sociedad misma piensa ‘eso a mí no me va a pasar’ y no quiere darse cuenta de que esto es un desastre humanitario”, deploró Olivares.
Aunque logró cierta notoriedad por interrumpir el discurso del entonces presidente Felipe Calderón en septiembre de 2011, cuando inauguraba unas instalaciones deportivas rumbo a los Juegos Panamericanos, el caso de su hijo no ha tenido ningún avance.
Al ver tanta desorganización me da tristeza. Nos dijeron en noviembre que iba a haber una fiscalía especial para la búsqueda de desaparecidos, pero ya pasaron cinco meses y nada. Queremos una cita con Peña Nieto, porque él es la cabeza del gobierno. En este 10 de mayo no tengo nada qué celebrar, y ojalá que cuando abrace a su madre, el presidente se acuerde que muchas madres no tienen quién las abrace hoy, lamentó Guadalupe.
Jaime Olivares y Dolores Rodríguez, padres de Juan Eduardo Olivares –desaparecido el 1º de septiembre de 2011 en la central camionera de Tampico, Tamaulipas– también participan en el plantón porque han experimentado la misma desidia y falta de resultados al exigir que los gobiernos hagan su trabajo.
“Te da coraje, te da rabia y hasta te da risa por las respuestas y actitudes tan infantiles de los funcionarios. Hay algunos que sí trabajan, pero la suma de todos estos factores es una simulación burda, donde la sociedad misma piensa ‘eso a mí no me va a pasar’ y no quiere darse cuenta de que esto es un desastre humanitario”, deploró Olivares.
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