Los de abajo
Gloria Muñoz Ramírez
La maternidad tras las rejas, dentro del trabajo sexual o en la búsqueda de hijos desaparecidos, tuvo este Día de las Madres una
celebracióndistinta. Algunas de las madres de hijos desaparecidos en México marcharon por la ciudad para gritar su dolor, indignación y exigencia de justicia. Como Aracely González, quien desde el 12 de abril de 2012 recorre las estaciones del Metro portando una camiseta con la foto de Miranda, su hija de 13 años desaparecida. La sacan del Metro y ella regresa. Le impiden pegar carteles y ella los pega.
Creen que me voy a cansar, dice con esa mezcla de tristeza y fortaleza que tienen las madres de hijos desparecidos.
Llegaron al Ángel de la Independencia mujeres de todas las
generaciones. Madres de migrantes centroamericanos a los que les
perdieron la huella en el camino; de hombres y mujeres desaparecidos
dentro de la llamada guerra contra el narco; de mujeres
secuestradas; de niños y niñas que no volvieron de la escuela. Todas
con un cubrebocas con la leyenda ¿Dónde están? Son mujeres que tienen
uno, dos o más hijos desaparecidos; o cuatro, como María Herrera
Magdaleno, de Pajacuarán, Michoacán, comunidad a la que faltan 40 de
sus pobladores.
En otro rincón de la ciudad, Rosa María, de 55 años, trabajadora
sexual en las calles del Centro Histórico, dice sin tapujos que gracias
a su trabajo pudo mantener a su hijo,
ya que quedé viuda con el bebé de 21 días y así lo saqué adelante. Gloria, otra trabajadora sexual, de 62 años, con más de 45 en el oficio, madre de 10 hijos, todos sin padre, afirma orgullosa que
todos comieron de su trabajo. Hay otras, muchas, que hoy
celebransu día tras las rejas. Madres acusadas de un delito del que pueden o no ser culpables, pero quedan estigmatizadas de por vida.
La estigmatización que rodea a las mujeres privadas de libertad provoca que las autoridades carcelarias consideren pertinente evitar el embarazo de las mujeres en prisión, guarecidos principalmente en el discurso de la protección a los niños. Sin embargo, estos actos demuestran la adopción de una postura misógina donde la criminalización de las mujeres en conflicto con la ley, por el hecho de ser mujer, cancela de inmediato sus derechos, como dice el antropólogo Luis Jorge de la Peña.
Uno
de los momentos más complicados para las mujeres presas es, sin duda,
cuando sus hijos deben abandonar la cárcel donde viven con ellas, pues
sólo pueden permanecer hasta que cumplen los seis años. Son, todas
ellas, madres guerreras.
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