Hoy
que cientos de oficinas públicas y privadas festejan el Día de la
Madre, vale la pena recordar cómo surgió la celebración del 10 de mayo,
y así tener una pista sobre qué significa hoy su desmedido festejo. En
1982 la SEP publicó, en su colección Memoria y Olvido, la investigación
de Marta Acevedo que muestra que en nuestro país la instauración del
Día de la Madre estuvo vinculada a una intervención conservadora.
El proceso social yucateco, generado por la Revolución Mexicana,
alienta un movimiento feminista que realiza su primer congreso en
Yucatán en 1916. Entre otras cosas, se discute la maternidad,
planteándose la necesidad de libre elección y aconsejando a las mujeres
cómo evitar embarazos no deseados mediante el método anticonceptivo de
Margaret Sanger. A principios de 1922, cuando comienza a gobernar
Felipe Carrillo Puerto, se realizan varios actos públicos de la Liga
Central de Resistencia del Partido Socialista del Sureste. Grupos de
feministas hablan por todo el estado sobre la emancipación de la mujer
y sus derechos. Las conferencias son traducidas al maya y se establecen
comités feministas en varios lugares. No tardan las críticas al pueblo
yucateco, en especial a sus mujeres: Entre marzo y abril de 1922 varios
periódicos locales emprenden una campaña contra las feministas y sus
propuestas "inmorales" para regular la procreación.
En este contexto, Excélsior retoma la celebración estadunidense del
Día de la Madre y convoca a un festejo similar, con el apoyo decidido
de Vasconcelos -entonces secretario de Educación Pública-, el arzobispo
primado de México, la Cruz Roja y las Cámaras de Comercio. Las
propuestas feministas de que la maternidad sea elegida quedan
enterradas bajo la avalancha propagandística. De 1922 a 1968, todos los
10 de mayo Excélsior organiza festivales donde premia a las madres más
prolíficas, a las más heroicas, a las más sacrificadas. También surge
de Excélsior la iniciativa, en 1927, de construir un Monumento a la
Madre, que el presidente Miguel Alemán inaugura en 1949 y que hoy es
sitio de arranque de las manifestaciones feministas.
¿Qué encubre hoy el torrente discursivo y comercial del 10 de mayo?
Por lo pronto, promueve la idea tradicional de la maternidad como un
amor incondicional, que implica gran abnegación. Este mito recoge
cuestiones reales -las madres sí suelen ser amorosas, generosas y
abnegadas-, pero también encubre aspectos negativos o contradictorios
del ejercicio maternal. Atrás de la imagen de la "madrecita santa"
encontramos a madres agotadas, hartas, golpeadoras, ambivalentes,
culposas, inseguras y deprimidas. El mito encubre los descuidos,
aberraciones y crueldades que muchas madres -sin duda víctimas a su
vez- ejercen contra sus hijos. Pero, sobre todo, la hipervaloración
social de las mujeres como madres y el nivel de gratificación
narcisista que alienta dificultan que ellas mismas vean ese "trabajo de
amor" como una labor que requiere ser compartida y contar con apoyos
sociales.
La capacidad femenina de gestar y parir es considerada socialmente
como la "esencia" de las mujeres. Por lo tanto, las labores de cuidado
de los seres humanos se ven como una cuestión que les corresponde
"naturalmente" a ellas. La maternidad es un trabajo entretejido con la
afectividad que recibe la mujer a cambio de dosis más o menos elevadas
de gratificación psíquica y de poder en el campo interpersonal de la
familia y la pareja. Sin embargo, su desempeño es desgastante y puede
llegar a ser enajenante. La familia es el lugar del trabajo no
reconocido de las mujeres, en su mayoría madres. La responsabilidad de
las mujeres por este espacio privado limita su participación pública,
sea laboral o política. Aunque se declara que la familia tiene
superioridad moral sobre cualquier otro ámbito público, es evidente que
no se prioriza políticamente a las familias con medidas que
verdaderamente concilien el ámbito laboral con el doméstico: los
horarios escolares no son compatibles con los laborales, escasean las
guarderías, no hay servicios de cuidado para ancianos, ni lavanderías y
comedores colectivos.
Cuando se habla de la maternidad sólo en términos de "destino
sublime" se olvidan las horas/trabajo que implica; cuando se elogia la
abnegación, se dejan de lado las privaciones que suelen acompañar el
trabajo de crianza. Por otra parte, las embarazadas no consiguen
empleo, las parturientas son maltratadas en los hospitales y las madres
no cuentan con opciones de cuidado para sus hijos y familiares
dependientes (discapacitados, enfermos o ancianos), lo que las limita
laboral y cívicamente, además de cargarlas con el desgaste físico y
emocional que supone atender solas a esos dependientes. Este trabajo de
cuidado de los demás subordina socialmente a las mujeres y tiene
consecuencias restrictivas en el ejercicio de su ciudadanía y su
participación política.
El despliegue retórico del 10 de mayo echa una cortina de humo sobre
la poca importancia real que se otorga a este laborioso, complejo y
determinante trabajo. Y mientras la mayoría de las mujeres se conforma
con la rosa roja o el regalito, las feministas seguimos insistiendo en
leyes y medidas que descarguen a las mujeres de la atención de sus
dependientes.
por MARTA LAMAS
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