Jesusa Cervantes
MÉXICO,
D.F. (apro).- 2014 ha sido el año de los reconocimientos para Enrique
Peña Nieto, para sus miembros de gabinete y para los líderes de su
partido, el PRI. Gobiernos extranjeros se dedicaron a entregar
medallas, designar secretarios del año y hasta nombrar caballeros a los
hombres del Presidente.
Como si se tratara de una terapia de regresión en México estamos viviendo otro 1994. De Crisis, incertidumbre y hartazgo.
Como cuando a Carlos Salinas de Gortari el orbe entero le aplaudía
por sus grandes reformas constitucionales y haber logrado el ingreso de
México al club de los países ricos, mientras en casa la realidad le
estallaba traducida en un movimiento armado indígena, hoy a Enrique
Peña Nieto le pasa algo similar: vive en la burbuja comprada por
gobiernos extranjeros.
No se da cuenta ni entiende el hartazgo de la injusticia, pobreza,
impunidad, corrupción que siente la ciudadanía. Parece que no alcanza a
ver y, menos aún, a sentir el dolor de una gran parte de la población,
ya no sólo de los padres de 43 normalistas desaparecidos.
Y parece no darse cuenta porque reedita un decálogo –incumplido
desde hace dos años y ofrecido en buena medida desde su campaña
electoral–, como solución a la crisis social, política y económica.
Al arranque de 2014 al secretario de Hacienda, Luis Videgaray, lo
nombraron en Londres “secretario de Finanzas del año a nivel global”.
Recientemente, el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, fue
condecorado con la Gran Cruz de la Orden al Mérito Civil de la Corona
Española “por los grandes avances de la reforma laboral”.
Ahora en noviembre, al secretario de Desarrollo Agrario, Territorial
y Urbano, Jorge Carlos Ramírez Marín, se le reconoció con el Global
Partner Award en Ginebra por haber reconstruido La Pintada, una
localidad de Guerrero afectada por el huracán del año pasado y “por
sacar adelante las vidas de esa comunidad”.
Y, finalmente, a Manlio Fabio Beltrones, líder del PRI en la Cámara
de Diputados y a quien Peña Nieto debe la concreción de las reformas
“estructurales”, el gobierno francés lo nombró Caballero de la Orden
Nacional de la Legión de Honor, por su aportación para mejorar la
relación entre ambos países.
En suma, los gobiernos extranjeros reconocen a Peña y sus hombres
por sus reformas, pero aquí, en México, la mayoría reprueba a su
gobierno, sus reformas y el entreguismo de los bienes de la nación.
Esto no ha servido de nada, los mexicanos, aunque en desacuerdo no han
sido capaces de detener sus reformas, pero como a Carlos Salinas, a
Enrique Peña Nieto la realidad de Ayotzinapa le ha estallado en la cara.
Ya se verá con el tiempo, que no son las reformas estructurales la
fórmula para relanzar a México en el escenario mundial, por el
contrario, su manifiesta falta de visión de Estado lo relega a un
mínimo de legitimidad.
La impunidad, la corrupción, la pobreza, el abuso, la violación a
los derechos humanos y las fosas que parecen abrirse luego de tanta
indignación y hartazgo, se le revientan en la cara.
Mientras en el extranjero se festinan las reformas y se premia a los
“hombres del presidente”, en México se llora la muerte y se manifiesta
en las calles el dolor por miles y miles de desaparecidos.
En México, además, se clama por la renuncia de Peña y sus hombres,
pese a que en el extranjero se les condecora, pues serán esos mismos
países que, aun con la impunidad y corrupción, vendrán a quedarse con
la riqueza del país por un puñado de billetes.
Pero mientras esos gobiernos operan entregando premios y nombrando
“secretarios mexicanos del año”, medios de comunicación vapulean a Peña
Nieto por su “casita” adquirida en Las Lomas, por su falta de
resultados en el caso Ayotzinapa, por su falta de transparencia en la
adjudicación de millonarios contratos, y así una larga lista.
Estos mismos medios reflejan la indignación que llena las calles
pero sus gobiernos aplauden al hombre y al gabinete. A ver si cuando
lleguen a este país inmerso en la corrupción, esos gobiernos siguen
condecorando a quienes los mexicanos, hoy por hoy, quieren expulsar del
gobierno. A ver si cuando sus embajadores, sus representantes de
empresas son secuestrados, desaparecidos, siguen aplaudiendo al
gobierno que ni para hacer montajes televisivos ha servido.
2014 será a Peña lo que 1994 fue a Salinas y aún peor. Una venta de remate al extranjero de un país imaginario.
La ventaja de Salinas es que era su último año de gobierno, la mala
noticia para Peña es que no lleva ni la mitad de su sexenio y ya es
repudiado por los mexicanos. Esperemos que la indignación alcance para
cambiar a este país y esperemos a que los mexicanos no regresen al
ostracismo, al individualismo, a la mansedumbre mal entendida. A la
cabeza baja, a dejarse pisotear. Que la indignación y el hartazgo no
sólo llenen plazas, sino que generen acciones de la población y se
esfume el miedo a perder la ilusoria comodidad.
Si de Ayotzinapa no se toma la furia e indignación pasarán, no otros
20 años para volver a sacudir el país y sus conciencias, sino muchos,
muchos más de terrible oscuridad.
Twitter: @jesusaproceso
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