QUINTO PODER
Por: Argentina Casanova*
Ahora
que la sociedad habla de los desaparecidos, de muertos, de fosas, de
crímenes de Estado. Ahora que la sociedad está “gritando”, nosotras las
mujeres feministas desde la conciencia de mirar y desarmar los andamios
del sistema patriarcal que nos invisibiliza, hay algo que incomoda de
las mujeres que salen a reclamar justicia, las que insisten en hablar
de las desaparecidas, las asesinadas, el feminicidio sin justicia, y
las víctimas de la violencia institucional feminicida. Violencia del
Estado.
Las mujeres gritamos, denunciamos, exigimos justicia, contamos a
nuestras asesinadas, nuestras desaparecidas. Gritamos y seguiremos
gritando, y nadie nos callará, y si nos callan vendrán otras y seguirán
gritando... aunque la sociedad patriarcal se niegue a escuchar y
pretenda borrar las voces que antecedieron los movimientos de hoy para
reclamar a nuestras desaparecidas, nuestras asesinadas, que somos todas.
Hasta que las voces de todas las mujeres las escuchemos todas y todos.
Porque las mujeres han gritado a través de la historia y nunca hemos
dejado de hacerlo... Las feministas, las madres de las mujeres no
dejaron de gritar y reclamar, manifestarse, marchar en solitario,
bordar pañuelos, incluso ser asesinadas.
Aunque el resto de la sociedad se hace escuchar en sus gritos
intermitentes cuando se siente víctima de injusticias. Cuando mataron a
una joven obrera en Chihuahua no pasó nada. Cuando mataron a la madre
de Rubí, a Marisela Escobedo, ella se sumó a los nombres de los casos
de feminicidio del estado.
Gritaron otras, gritaron muchas para que fuéramos ciudadanas, para
tener derechos y las mujeres víctimas de violación de militares, de
policías y marinos, es violencia de Estado y se reconoce en las
convenciones sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), y la Interamericana
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
(Belem do Pará), al igual que la Constitución.
Implícita en el derecho a una vida libre de violencia y en la
incapacidad del Estado mexicano para proteger o garantizar la vida de
las mujeres y en prevenir la violencia feminicida, en ser omiso en la
violencia institucional y en la indiferencia por las que mueren por
violencia obstétrica y abortos mal practicados.
Reclamamos el derecho de gritar, de nombrarlas en femenino, de ponerles
nombres y rostros, de hablar de ellas como nuestras hermanas.
En las manifestaciones se suman las mujeres para reclamar a los
desaparecidos, a sus hijos. Aunque en México a diario son asesinadas
seis mujeres. Somos muchas y aún así no alcanzamos a hacer marchas
multitudinarias desde que empezamos a contabilizar los casos de
feminicidio.
En medio de las manifestaciones, las organizaciones, las estructuras de
lucha social mantienen sus esquemas patriarcales, el machismo de la
derecha es idéntico al de la “izquierda”, reprochan a las
organizaciones feministas que insistan en visibilizar a las mujeres
desaparecidas y asesinadas.
Nosotras nunca nos callamos. La historia de los movimientos sociales es
una, y la de las mujeres ha ido en paralelo buscando la transformación
de fondo, porque los grandes movimientos sociales no abordan la
igualdad sustantiva y no reconoce la necesidad de nombrarnos.
Retomo a la feminista argentina Diana Maffía: “El feminismo incluso va
a ser crítico respecto de aquellos movimientos que pretenden producir
cambios en la sociedad, pero no tienen preocupación y no son sensibles
a los cambios en la situación de subordinación y control de las
mujeres”.
Considera “si la democracia hubiera recogido la equidad de género no
habría reivindicaciones de las feministas, si hubiera recogido la
equidad étnica no habría reivindicaciones culturales de los pueblos
originarios”.
Si hay resistencia, si persiste la visión de las “incómodas feministas”
es porque aún hace falta abordar la lucha desde el reconocimiento a las
mujeres, donde cada una exprese su palabra, reconociendo en las
colectividades a las mujeres y nuestras luchas como columna de la
construcción de alternativas.
El camino es el diálogo de respeto entre organizaciones comprometidas
en la lucha contra la lógica de dominación del capitalismo, hijo del
patriarcado, con alianzas con “movimientos sociales que fortalezcan
ideales emancipatorios reales, no aquellos que pretenden cambiar los
lugares del sometimiento y conservan la concepción del poder como
dominio”. No olvidemos a Olimpia de Gouges y a quienes la condenaron a
muerte.
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
Cimacnoticias | Campeche.-
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