Escrito por Autor Invitado
Timbuctú (Francia-Mauritania, 2014) describe la llegada de fundamentalistas islámicos en 2012 (miembros del Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad,) a esa ciudad legendaria de Mali, fundada en el siglo XI, encrucijada transahariana de rutas comerciales.
De pronto, todo está prohibido. De pronto, la vigilancia es estrecha y severa.
Como toda religión, el poder de los fundamentalistas se basa en la prohibición y en el castigo. Todo es pecado. La vida cotidiana es objeto de minuciosa fiscalización. Con su llegada, transforman la vida en un verdadero infierno. Su poder de persuasión está en las armas que disparan en nombre de la Sharia.
La vida de quienes aparecen en la película se vuelve inminencia de castigo ante esos invasores que irrumpen con violencia prohibiendo hasta la música y el futbol, estar en la calle… Cualquier gesto se vuelve susceptible de interrogatorio, detención, y decenas de azotes o pena de muerte, aplicados con sorprendente rapidez. Los castigos se ejecutan públicamente para asentar el poder con el terror. Llegaron con el fuete y las armas y los utilizan con rapidez y frenesí.
Las mujeres son las principales víctimas, el principal botín de soldados fanatizados; también son quienes heroicamente hacen frente a la brutalidad religiosa y son capaces de cantar mientras son azotadas en la plaza pública o de detener con los brazos abiertos las camionetas de los invasores. Los diálogos que sostienen con los soldados son de una lógica imbatible: “si mostrar el cabello es indecente, ¡voltea para otro lado, no lo mires!”
Sin duda en semana santa, cuando se celebra con representaciones grotescas, una de las estrategias de la colonización más violenta y arrasadora que fue la conquista española, es la película más pertinente: cuando están los soldados disparando contra esculturas de madera recogidas a los asediados, es imposible dejar de pensar en la destrucción de culturas que se ha hecho en nombre de dioses presentados como caritativos.
Timbuctu de Abderrahmane Sissako. Con Ibrahim Ahmed, Toulou Kiki, Abel Jafri, Fatoumata Diawara, Hichem Yacoubi, Kettly Noël. Guion de Abderrahmane Sissako y Kessen Tall; Música de Amin Bouhafa. Fotografía de Sofiane El Fani. Francia y Mauritania, 2014. 97 min.
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