Carlos Bonfil
Fotograma de la película del realizador Hirokazu Kore-eda
Una tormenta interior. El realizador Hirokazu Kore-eda (De tal padre, tal hijo, 2013; Nuestra pequeña hermana, 2015),
es en el cine japonés actual uno de los más finos observadores de las
relaciones familiares, lo que a menudo le ha valido la comparación muy
elogiosa con el minimalista registro doméstico del maestro Yasujirô Ozu (Cuentos de Tokio, 1953; El gusto del sake, 1962). En Tras la tormenta, su
cinta más reciente, esa introspección meticulosa se centra en la
experiencia de un hombre de 40 años, Ryota Shinoda (Hiroshi Abe),
escritor que ha conocido una temporada de éxito, pero que ahora parece
incapaz de mantener viva la inspiración literaria e intenta, por todos
los medios, recobrar el cariño de la mujer de la que se ha separado y el
de su hijo de 11 años, el precoz y avispado Shingo.
Basta observar al protagonista en sus tretas y escaramuzas como
detective privado, su segundo oficio, o en su afición por las apuestas
en carreras motorizadas, para apreciar algo de su inestabilidad
emocional de viejo adolescente travieso, e imaginar, así, las razones
por las que su esposa pudo optar por mantenerlo un tanto a raya mediante
el divorcio. No es necesario que el realizador y guionista proporcione
los detalles de la frustrada vida conyugal del protagonista; la
frivolidad misma con que el personaje inseguro vigila los pasos de su ex
esposa desde su posición de sabueso amateur, es por sí sola
toda una descripción del desvarío existencial con que se ha cerrado
tantas puertas. La única persona capaz de hacerle vislumbrar las
posibles ventajas de la madurez, es Yoshiko (Kirin Kiki) su madre
anciana, dueña siempre de gran lucidez y desenfadado sentido del humor,
quien le recuerda a su hijo la triste vanidad de mirar siempre hacia el
tiempo pasado, o apostar todo a las incertidumbres del futuro, dejando
de lado lo más importante en la vida, el sensato goce del presente.
La llegada inminente de un tifón al pueblo en que viven los
personajes de la cinta de Kore-eda es el pretexto para reunirlos bajo un
mismo techo y propiciar las reconciliaciones pendientes. El compás de
espera del fenómeno ambiental, con la fina lluvia que se transforma en
tormenta, y la serenidad de un día siguiente ajeno al cataclismo, es la
metáfora ideal de la tormenta interior –sorda e intensa– que vive el
escritor Ryota en su doble confusión, tanto profesional (impotencia
creadora) como afectiva (la necesaria tregua a su narcisismo como vía
para reconquistar los afectos perdidos). En ese difícil proceso, es
capital la intervención de la madre octogenaria –lista siempre para
morir, pero de modo alguno insatisfecha con la vida– como elemento
catalizador de los ánimos contrarios en la familia, y a la vez poderosa
fuerza conciliadora. Las mejores escenas de la cinta tienen que ver con
esa presencia suya, todo un bálsamo después de la tormenta sentimental
por la que han atravesado los personajes.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional. 12 y 17:30 horas.
Twitter: @Carlos Bonfil1
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