4/23/2017

La Muestra : Tras la tormenta



Carlos Bonfil
Foto
Fotograma de la película del realizador Hirokazu Kore-eda

Una tormenta interior. El realizador Hirokazu Kore-eda (De tal padre, tal hijo, 2013; Nuestra pequeña hermana, 2015), es en el cine japonés actual uno de los más finos observadores de las relaciones familiares, lo que a menudo le ha valido la comparación muy elogiosa con el minimalista registro doméstico del maestro Yasujirô Ozu (Cuentos de Tokio, 1953; El gusto del sake, 1962). En Tras la tormenta, su cinta más reciente, esa introspección meticulosa se centra en la experiencia de un hombre de 40 años, Ryota Shinoda (Hiroshi Abe), escritor que ha conocido una temporada de éxito, pero que ahora parece incapaz de mantener viva la inspiración literaria e intenta, por todos los medios, recobrar el cariño de la mujer de la que se ha separado y el de su hijo de 11 años, el precoz y avispado Shingo.
Basta observar al protagonista en sus tretas y escaramuzas como detective privado, su segundo oficio, o en su afición por las apuestas en carreras motorizadas, para apreciar algo de su inestabilidad emocional de viejo adolescente travieso, e imaginar, así, las razones por las que su esposa pudo optar por mantenerlo un tanto a raya mediante el divorcio. No es necesario que el realizador y guionista proporcione los detalles de la frustrada vida conyugal del protagonista; la frivolidad misma con que el personaje inseguro vigila los pasos de su ex esposa desde su posición de sabueso amateur, es por sí sola toda una descripción del desvarío existencial con que se ha cerrado tantas puertas. La única persona capaz de hacerle vislumbrar las posibles ventajas de la madurez, es Yoshiko (Kirin Kiki) su madre anciana, dueña siempre de gran lucidez y desenfadado sentido del humor, quien le recuerda a su hijo la triste vanidad de mirar siempre hacia el tiempo pasado, o apostar todo a las incertidumbres del futuro, dejando de lado lo más importante en la vida, el sensato goce del presente.
La llegada inminente de un tifón al pueblo en que viven los personajes de la cinta de Kore-eda es el pretexto para reunirlos bajo un mismo techo y propiciar las reconciliaciones pendientes. El compás de espera del fenómeno ambiental, con la fina lluvia que se transforma en tormenta, y la serenidad de un día siguiente ajeno al cataclismo, es la metáfora ideal de la tormenta interior –sorda e intensa– que vive el escritor Ryota en su doble confusión, tanto profesional (impotencia creadora) como afectiva (la necesaria tregua a su narcisismo como vía para reconquistar los afectos perdidos). En ese difícil proceso, es capital la intervención de la madre octogenaria –lista siempre para morir, pero de modo alguno insatisfecha con la vida– como elemento catalizador de los ánimos contrarios en la familia, y a la vez poderosa fuerza conciliadora. Las mejores escenas de la cinta tienen que ver con esa presencia suya, todo un bálsamo después de la tormenta sentimental por la que han atravesado los personajes.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional. 12 y 17:30 horas.
Twitter: @Carlos Bonfil1

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