Julio Muñoz Rubio*
Importante declaración,
digna de ser analizada, es la que recientemente ha hecho el
precandidato de Morena a la Presidencia de la República, Andrés Manuel
López Obrador, en torno a los alimentos transgénicos, cuando expresó que
se hará
lo que le convenga al pueblo y a la nación, no lo que convenga a intereses creados( La Jornada, 20/12/17). La declaración se hace –conviene recordarlo– ante el alud de críticas que él y Morena han recibido en torno a su alianza electoral con el Partido Encuentro Social y el nombramiento –entre otros– del agrónomo Víctor Manuel Villalobos, abierto defensor de los alimentos transgénicos, como secretario de Agricultura en caso de un triunfo electoral de López Obrador en 2018 (ver artículos de Luis Hernández Navarro y Víctor M. Toledo, La Jornada, 19/12/17).
Desde luego que de entrada es mejor pronunciarse en favor de los
intereses del pueblo que los de las compañías agrobiotecnológicas, pero
la declaración de López Obrador es aun insatisfactoria e insuficiente
por varios motivos.
En primer lugar –e incluso dejando de lado por el momento los vagos e imprecisos significados de los términos
puebloy
nación–, la declaración de López Obrador resulta una evasiva de una toma de posición sobre el uso y comercialización de los alimentos transgénicos. No queda claro si López Obrador está en favor o en contra o si tiene dudas y cuáles son. Esto es desconcertante más todavía después del infortunado nombramiento arriba mencionado. Suena en mucho a la reiterada evasiva que ha tenido para pronunciarse sobre los derechos de las mujeres a interrumpir el embarazo y de la comunidad diverso sexual.
En segundo lugar se desconoce qué mecanismo propone López Obrador
para tomar una decisión acerca de este espinoso problema y, sobre todo,
quién ha de tomar la decisión final. ¿Cuáles serían los pasos previos
que han de seguirse para hacer
lo que le conviene al pueblo? ¿Se tiene alguna idea, aunque sea preliminar, acerca de qué se piensa que es lo mas conveniente para éste?
En tercer lugar, entre los derechos humanos primordiales se cuenta el
de tener acceso a una alimentación sana y, por tanto, libre de
contaminación, del tipo que sea, y el derecho de la nación a la
autosuficiencia alimentaria y a formas de producción sostenibles. Y en
este sentido está mostrado que las compañías biotecnológicas que
sustentan la producción de transgénicos (Monsanto-Bayer, Du Pont,
Syngenta y otras) tienen un largo historial y culpabilidad en la
contaminación del planeta. ¿Estaría considerado esto dentro de los
elementos argumentativos para legislar en favor del pueblo y la nación
por parte de López Obrador? No queda claro tampoco.
La debilidad de los argumentos (usualmente falaces) de quienes
defienden los alimentos transgénicos es manifiesta y se puede constatar
en publicaciones como la del doctor Francisco Gonzalo Bolívar Zapata: Transgénicos: grandes beneficios, ausencia de daños y mitos, que contrasta claramente con la sólida argumentación del libro de Elena Álvarez-Buylla Roces y Alma Piñeyro Nelson: El maíz en peligro ante los transgénicos (también puede consultarse un resumen de esta polémica en la Gaceta UNAM del
9 y 30 de noviembre de 2017). Los argumentos y evidencias en contra de
los transgénicos son claros: probable incidencia de cáncer, pérdida de
biodiversidad y de diversidad cultural, ataque a las formas
tradicionales de producción agrícola, impredecibilidad de las
trasformaciones genotípicas y fenotípicas a mediano y largo plazos,
pérdida de soberanía nacional. Paralelamente a esto la bioética ha
desarrollado amplias argumentaciones acerca de las obligaciones que los
seres humanos tenemos hacia la naturaleza, en espacial en estos tiempos
de acelerada destrucción de la misma.
La declaración de López Obrador es sumamente vaga.
Finalmente: para tener una comprensión de la polémica sobre los
transgénicos es necesaria para quienes aspiran a la Presidencia de la
República una formación mínima en problemas de biología y teoría de la
evolución. Hoy ya no basta con el discurso de los políticos, basado en
asuntos tradicionales jurídicos o de economía; hoy la problemática
social a escala mundial es la de la naturaleza, y si no se comprenden
los fenómenos físicos y biológicos no es posible gobernar. Es asimismo
imprescindible una política educativa en la que el pueblo mexicano sea
capaz de acceder a toda esta formación para tomar una decisión adecuada
en torno a los alimentos transgénicos.
Pero nada de esto parece ser una prioridad para ningún partido político.
*Investigador de la UNAM
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