Carlos Bonfil
Una historia (prácticamente) basada en hechos reales. Después de su exitosa incursión en el mundo de la realeza británica contemporánea en La reina (2006), cinta estelarizada por Helen Mirren, el realizador británico Stephen Frears (Las amistades peligrosas, 1998; Florence: la mejor peor de todas /Florence Foster Jenkins, 2016) propone en Victoria & Abdul (2017) su relectura irónica y traviesa de lo que posiblemente fue una de las amistades más singulares en los registros históricos de la monarquía inglesa. La fuente principal en que se basa su guionista Lee Hall (responsable también de Billy Elliot, Stephen Daldry, 2000), para referir los 14 años de complicidad afectiva entre el joven súbdito hindú Abdul Karim y la reina Victoria (Judi Dench) en la fase final de su existencia y reinado, es el libro de la periodista hindú Shrabani Basu, Victoria & Abdul, The True Story of the Queen’s Closest Confidant (History Press, 2010).
Agra, 1887. Para celebrar sus 50 años al frente del imperio británico, las autoridades de India, su posesión colonial más importante, deciden enviar a la reina una moneda de oro conmemorativa, y eligen como emisario al joven y apuesto Abdul Karim (Ali Fazal), a quien acompaña un simpático y gruñón Mohammed (Abdel Akhtar), físicamente menos favorecido. Primeramente deslumbrado por el fasto de la Corte y atribulado por sus rigores protocolarios, Abdul muy pronto conquistará, con su físico, encanto y desenfado, la deferencia y aprecio de una soberana visiblemente hastiada de tanta solemnidad tiesa. Stephen Frears, el antiguo fustigador de la deriva moralista y autoritaria de la Inglaterra de Margaret Thatcher en su cine de los años 80 (Mi hermosa lavandería, Prick up your ears, Sammy and Rosie get laid), se divierte ahora y desde hace ya algunos años, realizando películas de corte histórico y carácter en apariencia más inofensivo, orientadas la mayoría al terreno de la comedia, género al que imprime buena parte de ese humor corrosivo y muy británico que tanto lo caracteriza. Pocos directores británicos, tal vez ninguno, se aventurarían a satirizar, con tanta gracia y brío, todo el engreimiento, ampulosidad y desvarío de una institución monárquica para muchos ya obsoleta.
La perspectiva histórica apenas matiza la relevancia actual de la caricatura. Una divertidísima escena es al respecto elocuente: el apetito voraz de la reina Victoria, toda ella majestad bulímica, obliga a sus cortesanos, muy respetuosos del protocolo real, a engullir sólo a medias sus platillos. La mordacidad maliciosa de Stephen Frears depara otras escenas igualmente jocosas. A través del personaje de Abdul (el forastero incómodo, el oscuro intruso en la corte blanca, el antepasado ilustre de tanto inmigrante hoy indeseado), el realizador observa divertido las bajas intrigas y la vanidad ofendida de la casta privilegiada que siente amenazado su minúsculo coto de poder. Aunque el talante liberal de la muy conservadora reina Victoria parezca totalmente inverosímil, no lo es tanto el desdén soberano con que contempla la mediocridad moral de quienes la rodean. Judi Dench disfruta su papel con un imperioso engolosinamiento irresistible. Es notable su capacidad histriónica para transitar, en un instante, de la intimidante soberbia de su condición real a la fragilidad emocional que despliega en sus últimas escenas. El joven actor Ali Fazal sostiene, por su parte, con vivacidad y solvencia profesional todo el juego actoral al lado de la celebridad veterana.
Hace dos décadas, la misma Judi Dench ya había interpretado a la reina Victoria en Her majesty Mrs. Brown (John Madden, 1997), historia en que la monarca mantenía una inusual relación de amistad con John Brown, un caballero escocés. Victoria & Abdulguarda un parentesco virtual con aquella trama, añadiendo esta vez, como conviene al espíritu de nuevos tiempos más agitados, evidentes referencias críticas a los temas de la intolerancia clasista, la xenofobia y el racismo. Si la sátira social de Frears roza a menudo la caricatura, sus personajes cortesanos se precipitan, en cambio, sin ningún pudor en ella. De la galería de figuras entre patéticas y risibles que muestra la película, la reina anciana y su confidente leal y respetuoso –marginado por una corte envidiosa y agraviada– ostentan una enorme dignidad y un sentido del humor irreverente, matizado todo ello por una calidez afectiva en ocasiones a punto de zozobrar en el sentimentalismo. Poco importa en definitiva si lo narrado por Frears y su guionista, corresponde enteramente a la verdad histórica. De las últimas ficciones que viene proponiendo el realizador septuagenario, ésta bien pudiera ser la más emblemática y sincera. Y la más divertida.
Se exhibe en Cinemex Insurgentes, Parque Delta y World Trade Center.
Twitter: Carlos.Bonfil1
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