Miguel Concha
En el Centro de Derechos Humanos
Fray Francisco de Vitoria OP, AC se apuesta diariamente por la
transformación de situaciones que representan un obstáculo para un
desarrollo equitativo y sustentable, y vulneran estructuralmente los
derechos de personas y pueblos. Se trata de una historia de trabajo
colectivo de más de tres décadas –para este 2017, 33 años–, en los que
se ha cimentado el compromiso por transformar esta realidad y trabajar
contra toda forma de opresión. Por luchar junto a aquellas personas que
han sido vulneradas históricamente, y por estar con las y los pobres de
la tierra, aprendiendo de ellos y entendiendo cómo, al formar parte de
las luchas de los demás, también nosotros luchamos de forma cotidiana
por nuestra propia vida digna.
En este modesto centro de derechos humanos (http://derechoshumanos.org.mx/)
se entiende que el esfuerzo por esta transformación se puede realizar
con diversas herramientas, como el uso crítico y alternativo del derecho
y de los derechos humanos, así como de los mecanismos internacionales
de protección en esta materia. También mediante el desarrollo de la
investigación y el análisis para promover estos derechos, sin perder de
vista el acompañamiento recíproco a movimientos sociales y víctimas de
violaciones a derechos humanos. Sabemos que en estos procesos el
aprendizaje mutuo y colectivo que surge es inherente e importante.
Mediante estos acompañamientos a diversos procesos organizativos, se ha
aprendido como organización social sobre la necesidad de una perspectiva
intergeneracional e intersectorial que permee la labor de defensa de
derechos. Trabajar para generar puentes entre las distintas
generaciones, y entender que a las personas de cualquier edad, sexo,
género, etnia, raza, clase, o cualquier otro aspecto, nos toca apostar
por la construcción y ejercicio de relaciones horizontales, mediante
espacios de encuentro y convivencia que faciliten el intercambio y
construcción colectiva de saberes, estrategias y formas de hacer la
defensa de los derechos humanos.
Para esto último el centro convocó a un nuevo Consejo Consultivo, que
tendrá como encomienda ayudar a quienes integran la organización a
continuar dirigiéndose ética y políticamente conforme a las necesidades
del contexto y las coyunturas en sus trabajos diarios, pero vislumbrando
y haciendo una tarea liberadora de largo aliento. Se agradece por ello
que para dicho consejo hayan accedido a dar su acompañamiento académicos
de reconocidas instituciones en materia de derechos humanos, como
Sandra Serrano y Carlos Fazio, y personalidades como Daniel Giménez
Cacho, que también realiza la defensa comprometida de derechos desde su
labor artística. Es de agradecerse igualmente la empatía y cercanía con
este proyecto de la antropóloga Dolores González Saravia, experta en
transformación de conflictos, y quien ha dedicado su trabajo a la
construcción de la paz. Se agradece también la presencia de dos personas
jóvenes comprometidas desde la academia y el trabajo de base en sus
comunidades con sus contextos y realidades, Alicia Hopkins y Carlos
Brito, y la participación significativa de Fray Gonzalo Ituarte, de la
Provincia de los Dominicos en México, quien desde su acompañamiento
pastoral a pueblos indígenas se hace presente con su experiencia y
conocimientos en este consejo.
Para este centro de derechos humanos también es por tanto muy
importante la escucha, y este es uno de los propósitos en la creación de
este consejo: escuchar sus reflexiones y aportes para alimentar el
rumbo de una organización defensora de derechos humanos como el Centro
Vitoria.
De entre las experiencias del Centro Vitoria, y las de muchas
organizaciones y colectividades hermanas, hemos aprendido la importancia
y necesidad de trabajar mano a mano tejiendo redes solidarias de
intercambio de saberes y experiencias. Cada año sabemos más de lo
fundamental que es para la defensa de los derechos humanos el conjuntar
nuestros esfuerzos y pronunciarnos junto a muchas y muchos otros contra
las situaciones de injusticia. Por ello se hace importante la empatía,
que puede entenderse como la participación afectiva y efectiva de una
persona en una realidad, en ocasiones ajena a ella, para cambiarla. Todo
ello se da en el momento en que reconocemos al otro o a la otra como
parte de nuestras historias y vidas; cuando aprendemos que uno depende
de otros y otros dependen de uno. Lo mismo sucede cuando tomamos partido
y nos hacemos parte de los trabajos y esfuerzos por la dignidad, la
justicia y la paz. Esta empatía se hace también presente cuando pugnamos
por la esperanza y creemos fuertemente que una realidad distinta a la
que vivimos es posible.
Para el Centro Vitoria una realidad es justa si se construye en
colectivo y hace camino mediante la incansable búsqueda de la verdad,
con la memoria de todas aquellas y aquellos que nunca se irán, y
seguirán siendo fuerza para continuar. Desde su trabajo como
organización, el centro agradece la energía y confianza que a pesar de
los obstáculos le han brindado en este caminar las personas y
colectivos. Lo que lo impulsa y motiva a seguir trabajando con más
personas. Desde inspiraciones, militancias y luchas distintas, con las
que comparte y colabora solidariamente, el Centro Vitoria es en este
sentido fruto de confluencias y aprendizajes diversos. Tal vez al final
su modesto trabajo ayude a seguir creando espacios de encuentro, diálogo
y escucha, en los que se compartan motivaciones y fundamentos para
realizar cambios encaminados a la construcción de un mundo más justo y
digno para todas y todos, acompañándonos y animándonos siempre a seguir
luchando. Ojalá que en este 2017 se haya avanzado un poco más en esta
tarea, y que así lo sigamos haciendo el año venidero y los que sean
necesarios.
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