León Bendesky
La economía mexicana funciona en términos financieros alrededor de 7 por ciento. En efecto, según las cifras oficiales la inflación anualizada a noviembre volvió a subir y alcanzó 6.63 por ciento, casi el mismo nivel al que había llegado en agosto.
Así que la expectativa de controlar la inflación no se cumple, ni siquiera la de iniciar la convergencia de los registros a la meta del Banco de México de 3 por ciento anual en una banda de uno y menos un punto porcentual.
Es más, la expectativa ahora es que dicha convergencia no se alcanzaría el año entrante. El escenario, pues, es sensiblemente distinto al de los años de relativa estabilidad macroeconómica anclada en el tipo de cambio y la inflación.
Como medida para combatir el alza de los precios y prevenir que sea más vigorosa y, además, como respuesta al reciente incremento de la tasa de referencia en Estados Unidos acordada por la Reserva Federal, el banco central decidió elevar la tasa de interés interbancaria a un día; es decir, la tasa de referencia para los demás precios del crédito en la economía en un cuarto de punto porcentual, hasta 7.25 por ciento.
En términos de tasas los aumentos sucesivos en los meses recientes han modificado también de manera significativa el escenario financiero y con ello el entorno de estabilidad sobre le que se había sostenido la política monetaria y fiscal durante este gobierno.
No queda muy clara, entonces, la intención expresada por el banco de mantener ancladas las expectativas de inflación a mediano y largo plazos, o sea, que éstas no se desborden, tal y como se señala en el anuncio de política monetaria del 14 de diciembre pasado.
Esta medida se sustenta en un determinado análisis de las condiciones que privan en la economía y del impacto de los llamados choques externos sobre los precios.
Entre los elementos externos tienen una decisiva importancia: la tasa de interés en Estados Unidos, el comportamiento de las exportaciones a ese mismo mercado y, ahora se añade la incertidumbre sobre el resultado de las negociaciones sobre la revisión del TLCAN.
En términos generales la inflación puede deberse a un exceso de demanda o a un alza en los costos que afectan de modo más decisivo el comportamiento del índice de los precios.
Cuando se trata de un exceso de demanda quiere decir que el gasto de las familias para consumir, de las empresas para invertir, el gasto del gobierno y el excedente comercial (el saldo del valor de las exportaciones menos las importaciones) supera al ritmo en que crece la oferta y, por lo tanto, hay una presión excesiva sobre los precios.
En este caso, el comunicado del banco central citado más arriba señala que en el tercer trimestre del año el nivel de la producción se contrajo, continuado con la desaceleración que se registra desde finales de 2016. Además se consideran los efectos adversos provocados por los sismos de septiembre, lo que amerita otro tipo de consideración, no únicamente en términos estáticos sino dinámicos, puesto que debería gastarse más en la reconstrucción.
El análisis del banco señala que se ha reducido la plataforma de explotación petrolera y se ha desacelerado la exportación de manufacturas, principal rubro de las exportaciones totales del país. Para completar el cuadro, dice el documento, que se ha reducido el dinamismo de ciertos rubros del consumo privado y de forma eufemística se dice que persiste laatoníade la inversión, lo que debe entenderse que ocurre tanto para la del sector privado como público.
El incremento en la inflación no parece provenir del lado de la demanda. El anuncio apunta que la holgura que durante mucho tiempo caracterizó el comportamiento de la economía, es decir, que no había presión de la demanda agregada (el producto generado estaba por debajo del producto potencial), ya no es tal.
Esto es más llamativo cuando se dice que el mercado laboral tampoco muestra holgura, o sea que los salarios no presionan los precios. Así planteado parece un misterio, una especie de punto muerto. En todo caso el propio banco indica que no hay presión de la demanda.
En cuanto al efecto de los precios sobre el alza inflacionaria el banco señala el efecto de los mayores precios de los energéticos y el de ciertas frutas y verduras, de mercancías no alimenticias y de los servicios. Así de impreciso.
No es suficiente. La consideración de las condiciones de la oferta, es decir, de los costos es esencial. Esto tiene que ver con el proceso general de formación de los precios: con la productividad diferenciada en los distintos sectores y empresas, con el contenido importado de la producción interna y el efecto de transmisión que provoca de devaluación del peso frente al dólar, con las políticas de los precios fijados por el gobierno como es, precisamente, el de los energéticos.
Tiene que ver con la tasa de interés que incide sobre un precios clave para empresas y familias, que es el costo del crédito. Hay que introducir aquí el nivel del endeudamiento de los agentes económicos. Este costo tiende a trasmitirse directamente a los precios en el mercado y, además, reduce el nivel de consumo.
Otro asunto que habría de considerarse es el de la gran salida de capitales que se ha registrado en los meses recientes y que, además de tener un significado político, debilita el valor del peso y de ahí otra vuelta a la tuerca de la inflación.
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