Por Ivet González
“En nuestros barrios, la mujer negra es un poco marginada y cuesta
trabajo su desarrollo económico”, explicó Maritza Arango en diálogo con
IPS. Esta técnica estomatológica durante años, hoy forma parte de la
coordinación de la iniciativa artística y social con 37 años de labor en
el municipio de La Lisa, en el extremo oeste de La Habana.
Con diferencias por países, las mujeres negras y mestizas constituyen
un grupo en desventaja por la doble discriminación de género y raza en
América Latina y el Caribe, donde viven al menos 130 millones de
personas afrodescendientes, que representan 21 por ciento de los
habitantes del área más desigual del planeta.
En busca de cambiar esa realidad, el activismo regional tiende
puentes para visibilizar la situación de la olvidada franja femenina en
el Decenio Internacional de los Afrodescendientes, declarada por la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 2015 a 2024, y aún no se
hacen sentir acciones de cambio en favor de su desarrollo.
De rostros oscuros y alegres, las muñecas negras son el símbolo del
proyecto comunitario de La Lisa, que desde hace dos años tiene un perfil
de economía solidaria y femenina, además del creativo y social, con que
fue fundado por la artista y actual directora, Margarita Montalvo.
“El objetivo (del proyecto) es atraer principalmente a las mujeres
que están en las casas, son trabajadoras del hogar o jubiladas, para que
socialicen y se incluyan”, describió Arango. Ofrecen cursos gratuitos
de manualidades a adultos y niñas y niños mayores de siete años, de los
cuales hoy entrenan a 14.
Gracias a capacitaciones en temas de género, “La muñeca negra” dio un
giro en su misión y hoy se enfoca también a la participación económica.
“Hay muchas que son trabajadoras del hogar, otras tienen trabajos
inestables y con poco poder adquisitivo”, valoró Arango sobre las
mujeres de su comunidad que el proyecto intenta apoyar.
Con 36 por ciento de personas afrodescendientes en su población de
11,2 millones de habitantes, Cuba es el segundo país de Latinoamérica
con más habitantes negros y mestizos, solo superado por Brasil, donde
abarcan más de la mitad de la población, según la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (Cepal).
Y le siguen con proporciones menores Colombia, Costa Rica, Panamá, Ecuador, México, Venezuela y Perú.
La Cepal reporta cada año en sus informes sociales, cuya edición de
2017 se lanzó el miércoles 20 de este mes, la situación más vulnerable
de las mujeres negras y mestizas, un grupo donde los bajos ingresos y la
indigencia azotan más que en los otros segmentos poblacionales, además
de que sufren estereotipos que las vinculan al trabajo doméstico o
sexual.
Incluso en la isla caribeña, donde la pobreza califica de “con
amparo” porque el gobierno socialista garantiza acceso gratuito a la
salud, la educación y a otras asistencias sociales, y ostenta avances en
emancipación femenina, especialistas observan desventajas entre las
mujeres afro por las desigualdades históricas y la discriminación.
“Las mujeres afrodescendientes son las grandes ausentes en las
políticas públicas en el ámbito del desarrollo”, afirmó Dorotea Wilson,
una activista veterana y coordinadora general de la Red de Mujeres
Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora, desde la capital
de Nicaragua.
“Aunque en la actualidad, el racismo es identificado más como un
problema social y cultural, la estructura económica de los países está
basada en un modelo racista, que tiene evidentes manifestaciones de
exclusión económica”, recordó la luchadora feminista vía correo
electrónico.
A su juicio, “esta ausencia de políticas públicas incide en que los problemas se agudicen”.
Como deudas con ese grupo, señaló la falta de seguridad sobre las
tierras, la elevada tasa de enfermedades contagiosas e infecciosas, el
deficiente acceso a servicios básicos de salud, educación, agua potable,
alcantarillado, electricidad y caminos; y el escaso apoyo a programas
de empleo productivo y a la defensa de su patrimonio cultural.
La red creó en 2016 un observatorio en línea regional para “que los
objetivos e intenciones del Decenio Internacional, se traduzcan
efectivamente en la mejora de nuestra calidad de vida y en el ejercicio
de todos nuestros derechos”, explicó Joanna Wetherborn, coordinadora del
equipo a cargo del observatorio.
Hasta el momento se han incorporado 11 de los 22 países previstos a
participar: Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua,
Panamá, Perú, Uruguay, Bolivia, Ecuador y México, desde donde las
activistas reportan todo lo que se implementa en sus naciones para
disminuir las brechas raciales y de género.
Y por ahora monitorean 13 de 17 temas como: lucha contra el racismo,
derecho a una vida sin pobreza, derechos civiles, justicia, acceso a la
educación y salud integral, sexual y reproductiva; no a la violencia
hacia las mujeres, visibilidad en estadísticas nacionales, acceso a los
recursos naturales y económicos y el patrimonio cultural.
Un estudio, apoyado por la Organización de Estados Americanos y
publicado este año, investigó la agenda de movilizaciones de las mujeres
afro en Latinoamérica.
Las activistas de las 15 organizaciones participantes señalaron como
prioridad el empoderamiento de las mujeres negras y mestizas y
coincidieron en el poco impacto que ha tenido la declaración de un
decenio internacional para la población afrodescendiente.
Para ellas, el decenio aún no ha provocado cambios “en políticas
públicas ni en mejoras sustanciales en las condiciones de vida”. Y
propusieron impulsar la incidencia política para lograr avances durante
el período señalado por la ONU.
“Se han realizado actividades puntuales pero no se ha hecho lo
suficiente”, consideró Liliana Dolis, la coordinadora del no
gubernamental Movimiento de Mujeres Dominico-Haitianas (Mudha), sobre la
movilización por el decenio en República Dominicana, donde existen
conflictos con los migrantes negros del vecino Haití.
“Una de las limitaciones es la negación de nuestras raíces negras y
la falta de recursos para trabajar”, remarcó Dolis. Y observó que la
situación de discriminación resulta triple en el caso de las
dominico-haitianas por su género, raza y nacionalidad.
Cuba se apresta a sumarse al observatorio de la Red de Mujeres
Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora y organizarse por
el decenio.
“No hemos logrado coordinar con las instituciones como es debido, ni
hay un programa colectivo”, lamentó Gisela Arandia, coordinadora de la
red en Cuba, donde se unen proyectos como “La muñeca negra”. “Se están
haciendo actividades espontáneas por los grupos, pero todavía este tema
carece de la prioridad que amerita”, subrayó.
Traducido por Verónica Firme
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