9/01/2018

Violencia sexual y sus consecuencias

OPINIÓN
Por: Alena Pashnova*

La violencia sexual es un crimen muy particular. Se puede distinguir de otros crímenes por la manera específica en que se propagan sus impactos, dado que éstos entran a través del cuerpo de la persona, pero terminan afectando severamente no sólo el psique de la misma, sino también la sociedad en la que vive.
México es un país donde la violencia sexual está en ascenso. Esta tendencia se denuncia en reportes publicados en los últimos años por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y otras instituciones.
Aquí suceden más de 600 mil violaciones al año y cada una de esas violaciones deja un profundo trauma en la persona que la sufre, en su familia, personas cercanas a la o el sobreviviente, en las siguientes generaciones e incluso en la consciencia colectiva.
Hace unos días Amelia, una estudiante de 22 años fue violada en plena calle en Naucalpan, Estado de México. Este caso es sintomático, ya que refleja la actitud general en torno al crimen.
Amelia cuenta que la violación fue presenciada por varias personas que pasaron por allí. Todos ponían la “cara de asco” y nadie decidió intervenir. Nadie quiso ver que detrás del cuerpo violado y forzado a participar en un acto sexual estaba una mujer paralizada por miedo, una persona que necesitaba ayuda.
Después de haber sido violada Amelia pasó largas horas esperando poder denunciar el crimen ante las autoridades. Los procesos burocráticos correspondientes son lentos y completamente insensibles con el sufrimiento de la persona. Los burócratas encargados de registrar el crimen, por lo general también son así.
En el caso de Amelia el médico que debía examinarla no llegaba, y durante el tiempo de espera a la joven no le fue permitido comer, ni asearse, ni descansar. Eso se debe a que el cuerpo de la víctima en caso de la violación sexual se piensa sólo como un objeto que debe ser estudiado e investigado.
Cuando Amelia comió algo fue acusada de “alterar la evidencia”, refiriéndose a su cuerpo, como si éste estuviera separado de ella, como si no existiera Amelia con su voluntad, libertad y personalidad.
Cuando algunas horas después los medios reportaron lo sucedido, salió al público la información más morbosa detallando el proceso y la manera en que Amelia fue violada.
Amelia fue víctima de un crimen, pero también fue revictimizada por la sociedad que es cada vez más insensible ante el dolor de una persona violada.
A final de cuentas todos fueron partícipes del crimen: los testigos por no intervenir, las autoridades por tratar el cuerpo de Amelia como evidencia y los medios por utilizar su historia como herramienta para llamar la atención de sus lectores.
Los partícipes lastimaron a la mamá de Amelia que estuvo desesperada por encontrar ayuda para su hija. Lastimaron a toda su familia que sufrirá profundamente lo que le sucedió a una persona cercana. Y aparte de todo, una vez más lastimaron a millones de mujeres que viven en México, caminan por las calles y día tras día exponen sus cuerpos ante el peligro de ser agredidas, atacadas y violentadas. 
Para ponerle fin a la violencia sexual habría que empezar con lo más básico: aceptar la idea que la violación no es un simple acto sexual sin consentimiento de una parte, sino es un crimen contra la voluntad, individualidad y lo más íntimo de cada persona.
Se necesita dejar la vieja idea de que el cuerpo y mente son separados. Un cuerpo vivo no es un objeto de investigación criminalística y no puede ser tratado como tal. Cuando un cuerpo es violado, la persona sufre un trauma psicológico muy profundo, puede requerir años de terapia y no hay garantía de su completa recuperación.  
Para terminar con la violencia sexual también tenemos que luchar contra el machismo, ya que actualmente 90 por ciento de las víctimas de violencia sexual son mujeres y niñas. Es necesario dejar de estar de lado de los perpetradores y recordar que nada puede “provocar” la violencia sexual: ni el aspecto físico, ni comportamiento, ni forma de vestir de una persona.
Hay que luchar por la justicia, porque un crimen impune sólo da entradas a más y más crímenes. Hay que asegurarnos que el crimen contra Amelia sea condenado. Hay que denunciar si presenciamos o sabemos de cualquier tipo de la violencia y ¡nunca!, sí, ¡nunca! pasar de lado con “cara de asco”.
*Periodista rusa residente en México
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México.-28/08/2018

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