Alerta sobre “excesos centralistas” en el nuevo gobierno con la
creación de delegaciones federales únicas y rechaza que a “AMLO y
Morena” se les pueda caracterizar como representantes de la “izquierda
mexicana”.
En un amplio escrito que firma junto con sus colaboradores Carlos
Lavore y Víctor García Zapata, el tres veces fallido candidato
presidencial destaca que “no parece posible que se inicie un proceso de
desmontaje de la hegemonía neoliberal” sino más bien de “una etapa de
adecuación del modelo”.
Y destaca: “lo primero que sorprende es la enorme y desinhibida
capacidad de adaptación de los poderes fácticos a las nuevas
circunstancias y también la respuesta magnánima de quien obtiene el
triunfo y está dispuesto a olvidar todas las diferencias en aras de la
convivencia pacífica”.
Enseguida se reproduce íntegro el texto de Cárdenas y colaboradores.
El nuevo gobierno y lo que sigue
Recuento
El triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador y de Morena
expresa el hartazgo de quienes votaron ante los resultados de los
últimos gobiernos federales del PAN y del PRI, y de los gobiernos
estatales, en especial ante la incontrolada violencia delincuencial, la
inseguridad pública, la violación de derechos, la corrupción
burocrática, sindical y empresarial sin freno y la impunidad, reinantes
en el país. Y, seguramente, también el rechazo a los impactos negativos
de las políticas neoliberales en términos de despojo de tierra y
recursos naturales, desempleo creciente, caída de los salarios e
ingresos reales, notoria desigualdad social y de género, informalidad y
pobreza, segregación y exclusión, penuria de vivienda y servicios
sociales, que la mayoría de la población resiente e identi¬fica como
resultado del mal gobierno, aunque no del modelo de desarrollo
neoliberal.
La amalgama ideológica abanderada por AMLO acompañó una propuesta
electoral centrada en el combate a la corrupción, considerada la
culpable de todos los problemas nacionales y en la aplicación de la
austeridad republicana, que aportaría los recursos para nuevas políticas
y proyectos. El éxito de ambas se asentaría en el buen ejemplo. En
campaña también fueron enunciadas medidas asistencialistas como los
apoyos monetarios para adultos mayores y jóvenes que no estudian ni
trabajan, y un desarrollo regional fincado en medidas como la
descentralización de Secretarías de Estado a las capitales estatales, el
mantenimiento de las zonas económicas especiales y megaproyectos que
son continuidad de la lógica prevaleciente.
En ningún momento se hizo referencia a causas estructurales del
sistema socio-económico y territorial nacional e internacional, como
responsables del lento crecimiento económico de décadas ni de la crisis
social que lo ha acompañado. No obstante, medios y analistas identifican
a AMLO y Morena como “la izquierda mexicana”, aunque no hay elementos
significativos en la propuesta política y en las prácticas e ideologías
del conjunto de su futuro gabinete, que permitan caracterizarlos como
tales.
Pragmáticamente López Obrador ofreció seguridades al capital
financiero, empresarios, medios de comunicación y gobernantes de turno,
en virtud de lo cual los poderes económico, político y mediático
matizaron el discurso confrontativo y descalificador en su contra,
allanando camino. Por su parte, el hartazgo, descontento, sufrimiento y
enojo se tradujeron en rebelión electoral, en manifestación cívica
contra tanto despojo, violencia, corrupción e impunidad, acompañado por
la esperanza en que alguien lo pueda solucionar.
El mensaje de las y los votantes se perló con claridad: no queremos
más de esto, llámese como se llame. El estado de ánimo social
proporcionó una suerte de blinda je al triunfador y obligó al poder
establecido a pensar dos veces la tentación de la salida fraudulenta y
autoritaria. Prevaleció la aceptación de la derrota, la salida negociada
y la protección de la retirada y el statu quo.
El cierre de la jornada electoral se ajustó a un solo guion: rápido
reconocimiento de Meade, discurso del titular del INE y discurso
presidencial. En esta secuencia, la democracia formal quedó a salvo y
hasta fortalecida para el relato institucional y mediático, a pesar de
las numerosas irregularidades en el proceso y en la jornada.
Aunque no explícitamente, la hegemonía neoliberal ha sido severamente
cuestionada por la sociedad. La soberbia tecnocrática, la corrupción
del sistema político y judicial, los candados del sistema electoral a la
participación ciudadana independiente, la penetración del crimen
organizado y el agotamiento del discurso mediático, contribuyeron a un
“alto aquí” cuyos efectos están por verse.
La suma de agravios, la pobreza, la desigualdad, la multiplicación de
víctimas, el desprecio institucional por los derechos humanos, la
injusticia, se traducen en crecientes reclamos que se articulan a través
de mecanismos alternos de información y, en la oportunidad, se
expresaron en el castigo electoral. Las diversas formas de organización
de la sociedad en resistencia, allí están.
Presente
No parece posible que se inicie un proceso de desmontaje de la
hegemonía neoliberal para sustituirla por otra de corte popular, en
favor de un país igualitario, justo, libre y soberano. En cambio, es
probable que se inicie una etapa de adecuación del modelo, sin mayores
cambios en su naturaleza y en las relaciones de poder, pero con nuevas
pautas para cierta distribución de riqueza y un reacomodo político
derivado del colapso de los partidos y del caudal de votos de AMLO y
Morena.
El capital financiero y las grandes empresas han recibido garantías:
equilibrio macroeconómico, disciplina ¬fiscal, autonomía del Banco de
México, no incremento de impuestos, refuerzo de las ZEE, apoyo a la
inversión. Adicionalmente, tienen presencia en el futuro gobierno.
Las corporaciones mediáticas, también debidamente representadas, han
sido felicitadas por su comportamiento y tienen garantías de que su
hegemonía cultural conservadora no será atacada. El cierre de campaña de
Morena, en el Estadio Azteca, es un hito en la espectacularización de
la política en manos televisivas y un refrendo de acuerdo.
Lo político institucional es el plano dónde los cambios pueden ser
más evidentes, asentados en la conformación de los poderes ejecutivos y
legislativos, en la crisis y reconfiguración de los partidos políticos y
en los primeros lineamientos de políticas públicas relacionadas con
corrupción, austeridad y ajustes burocráticos, con los riesgos e
injusticias que puede conllevar. Sin embargo, esto no impide que se
mantenga el régimen presidencialista y centralista, ahora sin contrapeso
institucional, con gran capacidad de dirección política y prescindiendo
de la organización y participación popular.
Reconociendo el avance democrático, lo primero que sorprende es la
enorme y desinhibida capacidad de adaptación de los poderes fácticos a
las nuevas circunstancias y también la respuesta magnánima de quien
obtiene el triunfo y está dispuesto a olvidar todas las diferencias en
aras de la convivencia pacífica.
Luego del triunfo, se ha desatado un entusiasmo general. Buena parte
de los sectores sociales, de los empresarios a los sindicatos, los
gobernadores en funciones y muchas OSC apoyan públicamente al ganador y
se alinean con él, reeditando tiempos pasados. Las políticas anunciadas
hasta el momento, no conllevan riesgos ni amenazas para el poder
económico, los mercados funcionan con normalidad y el FMI ha expresado
su contento.
El reclamo social expresado en las urnas puede tener respuestas
inmediatas a través de ciertas medidas recién enunciadas: impulso al
mercado interno, recuperación salarial, apoyo al campo,
industrialización, política de seguridad y combate a la violencia y el
crimen, reforma educativa, beneficios sociales, regulación del mercado
de drogas y proceso de pacificación. Anuncio de mayor información,
diálogo de funcionarios con organizaciones, debate de algunas políticas
públicas y no criminalización de resistencias, pueden contabilizarse en
favor de una apertura. Del mismo modo, los incipientes trazos de una
política migratoria vinculada al desarrollo regional, Centroamérica
incluida, aunque debe señalarse las dudas que generan el papel a jugar
por el Istmo de Tehuantepec y la zona franca en la frontera norte.
Otras medidas pueden llevar a excesos centralistas, propios de un
gobierno que controla los poderes ejecutivo y legislativo, como la
creación de delegaciones federales únicas en los estados a manera de
prefecturas designadas desde el centro que pueden marginar a las
autoridades electas localmente y constituirse en el verdadero poder
local.
Pero lo más relevante se encuentra en los temas ausentes (ver
documento “Lo que no se dice”, 22 junio 2018). Falta saber cuál es, en
realidad, la visión integral de país, de ocupación sustentable y
armónica del territorio, del papel de la sociedad y las comunidades y su
participación organizada en la definición de políticas públicas en
todos los órdenes de gobierno. Cómo y en función de qué se de¬finen
proyectos como el tren maya, el reforzamiento de la ZEE del Istmo de
Tehuantepec, la localización de refinerías o de reforestación. No se
percibe el concepto rector que articule y otorgue sentido a las diversas
medidas que se están anunciado.
No se mencionan cambios a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales
para revertir las reformas de 2013. No hay referencia alguna al
extractivismo, en cualquiera de sus formas y variantes; la Reforma del
Estado, incluyendo el sistema de justicia en procuración, administración
e impartición y la institucionalidad electoral; el papel del municipio,
base de las relaciones democráticas y primer afectado por el crimen
organizado; la planeación integral del desarrollo con participación
social en todos los niveles, mecanismo real de control del libre
mercado; una comunicación democrática, abierta y plural en contrapeso a
las corporaciones mediáticas; una política de género transversal a la
gestión; los derechos de pueblos y comunidades indígenas, más allá de lo
declarativo; la relación con América Latina y el papel de México en el
mundo; éstos, entre otros temas que son sustanciales para la
construcción de un país de iguales.
Dejan abiertos muchos interrogantes el enfoque de los problemas y la
concepción para abordarlos. Por ejemplo, despojo, violencia, corrupción e
impunidad, no son causas de fondo, son consecuencia de un modelo de
dominación y colonización que debe ser sustituido completamente. Estos
flagelos, que acompañan la historia de la humanidad, hoy son expresión
del neoliberalismo. Si la corrupción se toma como causa de los males
nacionales, se está ocultando su naturaleza y acotando la posibilidad de
reducirla. Otro ejemplo es el ajuste del gasto burocrático que,
planteado como está, responde a lineamientos propios del neoliberalismo.
Reducir los ingresos de los mandos superiores en todos los poderes y
cuidar que no haya dispendio de recursos públicos ni corrupción, es muy
importante pero no sufi¬ciente para definir una institucionalidad
pública que impulse un nuevo modelo de desarrollo capaz de limitar la
voracidad del gran capital, controlar la especulación y generar una
distribución equitativa de la riqueza, que ofrezca empleo digno,
educación, salud, seguridad y vivienda para todos.
Lo que sigue
La experiencia reciente en varios países de América Latina muestra el
talante de la derecha conservadora neoliberal y es una referencia para
tener en cuenta. El poder global y sus aliados locales harán lo
necesario para mantener su hegemonía y, aunque en este momento nada los
amenaza, la expectativa popular sobre el nuevo gobierno introduce una
tensión que, antes de ahora, fue reclamo desoído o reprimido.
Esa expectativa de cambio real y profundo de buena parte de la
sociedad requiere apuntalarse, articularse y traducirse en participación
activa y organizada. Se abre un proceso inédito que debe aprovecharse
para ampliar la organización y desarrollo de las fuerzas de
transformación del país. Diversas organizaciones locales y ciudadanos
participaron del proceso electoral, desde una visión independiente y de
renovación. Más allá de las limitaciones normativas impuestas y los
resultados numéricos, hay un salto cualitativo que debe ponderarse y
proyectarse a futuro.
Las múltiples resistencias desplegadas en defensa del territorio y
los recursos naturales no se detienen en su defensa de la vida. Las
organizaciones que reclaman por memoria, verdad, justicia y reparación,
no se quedarán en la expectativa. Y las que trabajan por un cambio
institucional de fondo, lo seguirán haciendo. Pero en conjunto siguen
siendo un mosaico disperso y fragmentado, cuya articulación es una
asignatura pendiente y es una necesidad para impulsar transformaciones
reales.
Con todas y todos es necesario una interlocución sistemática, una
construcción de vasos comunicantes, de identifi¬cación de
reivindicaciones programáticas comunes y de coordinación organizativa,
con autonomía, sin alineamientos incondicionales, aprovechando todos los
espacios que se abran, apoyando las medidas que favorezcan y señalando
las que no. La participación del pueblo organizado en el proceso de
transformación del país, es indelegable.
Desde la perspectiva de Por México Hoy, hay una agenda para sostener y
una construcción de mayoría social y política a continuar. Ninguna de
las dos queda resuelta con la elección del nuevo gobierno, aunque con
éste puede haber mejores condiciones en la búsqueda de un proceso
constituyente ciudadano que de por resultado un nuevo pacto social
plasmado en una nueva constitución. Para ello es necesario mantener la
capacidad crítica, continuar desarrollando el análisis de las causas
estructurales de la crisis económica, social y territorial que afecta al
país y sus habitantes, aumentar el potencial de difusión de las
propuestas de cambio y articular las diversas formas de organización de
sociedad y comunidades en torno a un programa común. Allí radica el
impulso a las transformaciones reales para un México de iguales.
Postdata
Es difícil abrir juicios definitivos sobre lo que está por venir. La
enunciada “cuarta transformación” del país inicia con señales
contradictorias, propias de una amalgama de intereses muchas veces
contrapuestos. Están pendientes los temas mencionados Por México Hoy. En
el nuevo gobierno y lo que sigue arriba, aún faltan por definirse
muchas políticas públicas y no están claros los mecanismos de
participación ciudadana en ese proceso, ni su incidencia real.
El poder económico y el poder mediático tienen presencia activa en la
promoción de sus intereses, la continuidad de su narrativa ajustada al
momento y el inicio de lo que puede llamarse deconstrucción de
subjetividades favorables al futuro gobierno.
La rebelión electoral abrió una brecha importante en la disputa por
el país, un espacio que debe ocuparse con participación social
organizada, con propuestas concretas y con la construcción de un sentido
común emancipatorio.
Es necesario poner en la agenda pública los temas ya mencionados: el
extractivismo, en cualquiera de sus formas y variantes; la Reforma del
Estado, incluyendo el sistema de justicia y el mecanismo electoral; los
derechos humanos; el papel del municipio, base de las relaciones
democráticas y primer afectado por el crimen organizado; la planeación
integral del desarrollo con participación social en todos los niveles;
una comunicación democrática, abierta y plural en contrapeso a las
corporaciones mediáticas; una política de género transversal a la
gestión; los derechos de pueblos y comunidades indígenas, más allá de lo
declarativo; la relación con América Latina y el papel de México en el
mundo.
Debe impulsarse revertir los cambios a los artículos 25, 27 y 28
constitucionales, la derogación de la Ley de Seguridad Interior, el
decreto sobre aguas, la Ley General de Biodiversidad y asimismo la
revisión de las leyes de Minería, de Hidrocarburos, de Equilibrio
Ecológico y Protección al Ambiente, de Aguas Nacionales, leyes en
materia agraria, de Inversión Extranjera, de Asentamientos Humanos,
Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano, de Bioseguridad de
Organismos Genéticamente Modificados, de Desarrollo Forestal
Sustentable.
Para todo ello se requiere la articulación con las distintas
organizaciones de la sociedad civil que despliegan su actividad en el
territorio nacional, ocupando todos los espacios, públicos,
institucionales y mediáticos.
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