CHAMPAD, India – Hace un año, Simita Devi pasó más de 10 días en un hospital público indio cuidando con ansiedad a su hija de nueve años, Gudiya, a quien le diagnosticaron fiebre tifoidea. La niña estaba tan enferma que incluso entró en coma durante un día. El personal médico que la atendió dijo que había contraído la enfermedad por beber agua contaminada.
Tras recibir el alta, la principal preocupación de Devi era conseguir agua potable para que Gudiya no recayese, después que le aconsejaron que no consumiera agua de pozos del pueblo ni de fuentes no analizadas, como arroyos o manantiales.
Devi es de Champad, una aldea tribal del estado de Jharkhand, en el noreste de India, y trabaja como jornalera junto a su marido. Con unos ingresos muy limitados, Devi no podía permitirse comprar agua potable envasada para su hija.
Decidió entonces hervir el agua con leña para hacerla potable. Pero para conseguir la leña, tenía que caminar por los traicioneros terrenos de los bosques cercanos, una labor larga y difícil en la que acechaba el miedo a los animales salvajes.
No era Devi la única afectada por el agua contaminada, mucha gente caía enferma en la aldea, y sus pobladores sentían que no podían hacer nada al respecto.
Registros oficiales indican que 80 % del agua potable de las zonas rurales de la India procede de fuentes subterráneas. Un tercio de los 600 distritos de India no dispone de agua potable segura porque las concentraciones de flúor, hierro, salinidad y arsénico superan los niveles de tolerancia.
Eso coloca a la calidad del agua de India como mala, ocupando el puesto 120 de 122 países estudiados.
Los expertos creen que la fuente de estos metales pesados son los residuos industriales que se vierten sin tratar en los sistemas hídricos y los nitratos que afloran a la superficie debido al uso excesivo y prolongado de fertilizantes.
El gobierno nacional calcula que cada año mueren en el país más de 100 000 personas por enfermedades transmitidas por el agua.
Champad, habitado por una comunidad tribal, cuenta con 105 familias según el censo de 2011. Hasta 2022, la comunidad dependía únicamente de dos pozos entubados como fuente de agua potable.
Pero estos pozos entubados solían funcionar mal, por lo que los habitantes no tenían más remedio que ir a buscar agua a un río, un manantial o un estanque cercanos.
Como consecuencia, aumentaban las enfermedades transmitidas por el agua, que afectaban especialmente a la salud de mujeres y niños. Además, la necesidad de recorrer largas distancias para obtener agua potable había incrementado la carga de trabajo de las mujeres.
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Perturbados por la amenaza de las enfermedades transmitidas por el agua, los habitantes del pueblo se reunieron al comenzar este año para intentar encontrar una solución.
Inicialmente acudieron a los políticos locales en busca de ayuda. Luego se dirigieron a las oficinas gubernamentales.
“No pasó nada, absolutamente nada. Prácticamente nos dejaron tirados. Excepto Dios, nadie está ahí para ayudarnos. A veces nos decían que esperáramos y otras que no había fondos públicos. Pero nos moríamos poco a poco. Nuestros hijos estaban sufriendo ante nuestros propios ojos”, dijo a IPS Ram Singh, un poblador de Champad.
También a principios del año, un equipo de una organización no gubernamental que trabaja para mejorar las zonas rurales de la India visitó el pueblo para evaluar las dificultades de sus habitantes.
La agencia propuso entonces la idea de construir depósitos solares de agua en la aldea. Se explicó a los aldeanos el proceso de construcción de cada torre y se les precisó que era necesaria la aprobación del gobierno del distrito (municipio).
Los representantes del pueblo aceptaron la propuesta y la presentaron al departamento de aguas de su distrito.
“Al gobierno le gustó la idea y la aprobó sin problemas. Todo el pueblo colaboró para que el proyecto fuera un éxito”, afirmó a IPS un miembro de la agencia humanitaria que desea permanecer en el anonimato.
Las torres estaban equipadas con paneles solares, lo que les permitía funcionar de forma sostenible y con un impacto medioambiental mínimo. La selección de los emplazamientos de las torres fue un esfuerzo de colaboración en el que participaron las comunidades de las aldeas.
La primera torre solar de agua se construyó en febrero, mientras que las obras de las otras dos siguen todavía en curso.
Como resultado, 45 familias se benefician ya directamente de la comodidad de disponer de agua potable limpia canalizada hasta sus hogares a través de tuberías. El agua suministrada es de buena calidad y se considera segura, en contraste con la del pozo al aire libre de la que se dependía antes.
Este desarrollo ha aliviado significativamente la carga de las mujeres, que ya no tienen que recorrer largas distancias para buscar agua de diversas fuentes.
El impacto de esta intervención fue significativo. La salud de la comunidad mejoró y ya no corren el riesgo de contraer enfermedades transmitidas por el agua. Las mujeres y los niños, que solían encargarse de recoger agua de fuentes lejanas, pudieron dedicar su tiempo a otras actividades. La calidad de vida general de la comunidad mejoró y pudieron centrarse en sus medios de subsistencia o en la educación.
Para Simita Devi, la jornalera que tuvo a su hija gravemente enferme, la instalación es nada menos que un gran consuelo en su vida. Utiliza el agua para beber y da gracias a Dios por este esfuerzo.
“El agua potable significa la vida para nosotros. La torre solar se ha convertido en un mesías para los aldeanos pobres como nosotros. Apreciaremos de por vida los momentos en que el agua comenzó a llegar a nuestras casas”, dijo Devi a IPS.
T: MF / ED: EG
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