Para reparar el desprestigio social que padece Grace Atherton (Julianne Moore), ahora mujer quincuagenaria, especializada en repostería, y casada ya con Joe Yoo (Charles Melton), el objeto de su antiguo abuso sexual, será necesario algo más que una simbólica reivindicación mediática. No han sido suficientes algunos años en prisión, acusada de violación, ni los insultos ni los paquetes con mierda enviados a domicilio, tampoco haber normalizado su relación amorosa con el joven Joe, casándose y procreando con él dos hijos, ahora adolescentes. Este asunto, a la vez odioso y fascinante para el público estadunidense, requiere ahora de una conveniente dramatización televisiva, ya sea para limpiar tardíamente la imagen de Grace o para cubrirla perversamente con una capa más de lodo. Para tal propósito se prepara una película sobre su polémica vida sentimental, donde la actriz que interpreta a la depredadora sexual de hace 20 años, es la joven estrella mediática Elizabeth Berry (Natalie Portman), quien visita a la pareja de parias amorosos en su lujosa residencia con el fin de entrevistarlos, pasar una temporada al lado suyo, y empaparse plenamente del ingrato o placentero papel sustitutivo que ella misma ha elegido.
Más que un clásico melodrama sobre la manera en que una mujer adulta abusa de un chico todavía púber, sin duda fascinado por ella y presa fácil de una manipulación maliciosa, la cinta de Todd Haynes explora con mayor detenimiento el impulso de ambición calculadora de la joven Elizabeth, deseosa de abandonar su zona de confort como llamativa y fugaz figura televisiva, para intentar ingresar en las ligas mayores de la actuación profesional, interpretando al personaje complejo y retador de Grace. Con guiños a películas como La malvada ( Mankiewicz, 1950), Persona ( Bergman, 1966), o Sueños, misterios y secretos ( Mulholland Drive, Lynch, 2001) en el manejo de dos personalidades femeninas, en todo opuestas, que se afrontan y complementan en una doble trama de vampirismo (sentimental en el caso de Grace; mediático, en el de Elizabeth), plagado todo de simulaciones y mentiras, Secretos de un escándalo se distingue en especial por las actuaciones estupendas de sus dos protagonistas. La combinación de un melodrama en deuda con Douglas Sirk y un thriller emocional cercano a un relato de Patricia Highsmith, requería de una narración más sólida y redonda, de un mejor diseño de personajes secundarios (en especial los hijos de los dos matrimonios de Grace, muy esquemáticos todos), y de esa malicia, abierta a la ambigüedad y a las más diversas interpretaciones, que ha caracterizado al mejor cine de Todd Haynes. Pocos como él para evocar las trampas del pánico moral y la corrección política que transforman en verdaderas pesadillas las infracciones sexuales –reales o fabricadas– de más de una figura política o artística. En esta cinta suya, un insospechado gusto por el escándalo va en demérito de una aproximación temática más sutil y por lo mismo más contundente.
Se exhibe en Cinépolis, Cinemex, Cine Tonalá y La Casa del Cine, y a partir de la semana próxima, también en la Cineteca Nacional.
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