Dudoso programa de “perspectiva de género”
Por Sanjuana Martínez*
México DF, 8 enero 08 (CIMAC).- En el segundo informe de labores, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) anuncia una iniciativa que merece toda la atención de la opinión pública mexicana. Se trata del “Programa de capacitación y sensibilización en cultura de paz y perspectiva de género”, dirigido a los militares para promover y “difundir el respeto a los derechos fundamentales sobre la equidad de género”.
Resulta paradigmático el título del programa y extraña la forma de unir “cultura de paz y perspectiva de género”. Entre los “logros alcanzados” expuestos en el punto 6 del informe de la Sedena, se incluye la realización de 12 coloquios internacionales de cultura de paz y 12 jornadas de vinculación cívico-militar, “para que la sociedad conozca la preocupación que tienen las fuerzas armadas en reforzar” tanto la paz, como la cuestión de género.
Los coloquios y las jornadas son organizados en distintos estados de la República. El evento en Monterrey se realizó en el Campo Militar de la IV Región, ubicado en la Carretera Salinas Victoria y Carretera Nuevo Laredo. Fuimos invitadas 10 personas que representan a la sociedad civil para intercambiar percepciones sobre el “contexto político social del país”.
Había diez militares sentados en una mesa en forma de óvalo para propiciar “el mejor intercambio de opiniones”. Un ponente expuso el “contexto político y social” del país y del mundo, pero sin mencionar nunca las criticas al Ejército relacionadas con el tema de los derechos humanos, la cuestión de género o la presunta relación con el narcotráfico.
Luego, cada uno de los presentes podía tomar la palabra para tratar libremente cualquier tema que involucrara a las Fuerzas Armadas. Se trataba pues, de una oportunidad única que debíamos aprovechar, según nos dijeron los organizadores. Dos o tres personas utilizaron su turno para “alabar” la buena imagen del benemérito Ejército, pero cuando llegó mi momento utilicé el tiempo para abordar las violaciones contra mujeres, perpetradas por militares: Castaños, Zongolica, Michoacán y el tema de los 570 desaparecidos que existen en México, atribuidos a las fuerzas policíacas y al Ejército.
Aparentemente ese era el objetivo, hablar sin restricciones sobre los verdaderos problemas que enfrenta la sociedad mexicana a causa de la decisión del presidente Felipe Calderón de sacar al Ejército a las calles para realizar labores de seguridad.
“Es verdad que el Ejército” --les dije-- “tiene una buena imagen frente a las y los mexicanos, pero hay que decir que también tiene un lado oscuro: la impunidad en delitos como las agresiones a las mujeres y la desaparición forzada de personas ocurrida en México desde el sexenio de Luis Echeverría, hasta el sexenio de Felipe Calderón”.
Uno de los generales presentes se indignó, señalando que el Ejército estaba pagando “un alto costo, con honor, por haber salido a las calles”, particularmente por la muerte de militares en los operativos. Aseguró que su salida a las calles era “temporal”, sin especificar la fecha. Pensé en esa frase famosa: “lo peligroso de sacar a la tropa de sus cuarteles es que saben cuando sale, pero no cuando vuelve a entrar”.
¿MALOS ELEMENTOS?, ¿EQUIDAD?
Uno de los coroneles presentes se identificó como encargado del área de Derechos Humanos del Ejército creada en la década de los 90: “En México --dijo alzando la voz de mando y mirándome con un rictus de enfado-- actualmente no hay desaparecidos. Esos a los que se refiere la periodista son de hace 50 años”.
Habló de las bondades de su departamento y entró en el tema de las violaciones a mujeres: “Son algunos malos elementos los que cometen eso. Además, yo les pediría que aquí habláramos de casos comprobados. El tema de Zongolica se demostró que no existió. La Comisión Nacional de Derechos Humanos hizo su dictamen a favor del Ejército”.
El General que presidía la mesa de diálogo abordó los avances del programa de “perspectiva de género” en el Ejército donde, dijo, ya hay mujeres ostentando altos mandos. “Nosotros somos igual que ustedes, tenemos los mismos problemas. A esos elementos malos que manchan el buen nombre del Ejército se les castiga. Los casos son aclarados. Lo que pasa, es que a veces, los periodistas son muy sensacionalistas”.
Levanté la mano para pedir la palabra: “¿Iguales?, no es verdad, General, ustedes tienen privilegios como la justicia militar. No son juzgados por la ley civil cuando cometen actos deleznables que quedan impunes. El Ejército es una institución opaca donde no hay transparencia. ¿Por qué no hacen público el expediente de la Sedena sobre Ernestina Ascencio que se nos ha negado? Ese caso no quedo aclarado para nada, General. Tal vez para ustedes, porque así les conviene. El Ejército, la CNDH y el Gobierno de Felipe Calderón sacrificaron la certidumbre frente a la sociedad mexicana. Muchos aún piensan que la señora fue violada de manera tumultuaria por militares que después protegieron”.
Los ánimos se caldeaban. El organizador intentó calmar el ambiente diciendo que la reunión era inédita gracias a la buena apertura del Ejército. La diputada Marina Arvizu, que presidía la mesa, al lado del General recordó que después del caso de Ernestina Ascencio en el cual ella se involucró desde el Congreso, se había entrevistado con los altos mandos de la Sedena y de aquellas pláticas concluyeron en organizar estos coloquios y jornadas cívico-militares para trabajar el tema de la prevención en la cuestión de género y en los derechos humanos, con un presupuesto especialmente asignado para el tema.
PUESTA EN ESCENA
En ese momento descubrí que aquella reunión era un fraude. Que nada estaban haciendo sobre la impunidad de la cual gozan los militares que violan mujeres. Existen más de 200 casos denunciados. Que su supuesta voluntad de afrontar los problemas y dialogar con la sociedad civil era una puesta en escena. ¿De qué sirve que la diputada Arvizu trabaje con los militares la prevención, si no tienen intención de poner fin a la impunidad?
La mejor prevención es la punición. La administración de justicia disuade el delito, esa es la mejor prevención. Los desaparecidos de Calderón se incrementan, van más de 30 solo en Monterrey. Son crímenes de lesa humanidad que no prescriben.
Pensé en el rostro de Ernestina Ascencio Rosario, indígena náhuatl en medio de un charco de sangre en la plancha del anfiteatro, una imagen que desde hace año y medio no olvido, y recapitulé la forma en que muchos se han beneficiado de su muerte: sus hijos recibieron casas prefabricadas a cambio de aceptar no interponer denuncia alguna, el Ayuntamiento de Soledad Atzompa del Partido de la Revolución Democrática (PRD) recibió excavadoras, láminas, bicicletas y computadoras, entre otras cosas, para calmar sus ánimos de protesta; el gobernador priista Fidel Herrera obtuvo una partida de más de 300 millones de pesos de la Federación a cambio de su vergonzosa retractación; el señor José Luis Soberanes consiguió aumentar su multimillonario presupuesto y la Sedena obtuvo una partida de más de 200 millones para su dudoso programa de “perspectiva de género”.
Los militares son igual que nosotros solo en apariencia; en lo demás son una casta de privilegiados que, en algunos casos, viven por encima de la ley.
* Sanjuana Martínez es periodista de investigación freelance, autora de varios libros, el último: “Prueba de fe: la red de cardenales y obispos en la pederastia clerical”.
08/SM/GG
Por Sanjuana Martínez*
México DF, 8 enero 08 (CIMAC).- En el segundo informe de labores, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) anuncia una iniciativa que merece toda la atención de la opinión pública mexicana. Se trata del “Programa de capacitación y sensibilización en cultura de paz y perspectiva de género”, dirigido a los militares para promover y “difundir el respeto a los derechos fundamentales sobre la equidad de género”.
Resulta paradigmático el título del programa y extraña la forma de unir “cultura de paz y perspectiva de género”. Entre los “logros alcanzados” expuestos en el punto 6 del informe de la Sedena, se incluye la realización de 12 coloquios internacionales de cultura de paz y 12 jornadas de vinculación cívico-militar, “para que la sociedad conozca la preocupación que tienen las fuerzas armadas en reforzar” tanto la paz, como la cuestión de género.
Los coloquios y las jornadas son organizados en distintos estados de la República. El evento en Monterrey se realizó en el Campo Militar de la IV Región, ubicado en la Carretera Salinas Victoria y Carretera Nuevo Laredo. Fuimos invitadas 10 personas que representan a la sociedad civil para intercambiar percepciones sobre el “contexto político social del país”.
Había diez militares sentados en una mesa en forma de óvalo para propiciar “el mejor intercambio de opiniones”. Un ponente expuso el “contexto político y social” del país y del mundo, pero sin mencionar nunca las criticas al Ejército relacionadas con el tema de los derechos humanos, la cuestión de género o la presunta relación con el narcotráfico.
Luego, cada uno de los presentes podía tomar la palabra para tratar libremente cualquier tema que involucrara a las Fuerzas Armadas. Se trataba pues, de una oportunidad única que debíamos aprovechar, según nos dijeron los organizadores. Dos o tres personas utilizaron su turno para “alabar” la buena imagen del benemérito Ejército, pero cuando llegó mi momento utilicé el tiempo para abordar las violaciones contra mujeres, perpetradas por militares: Castaños, Zongolica, Michoacán y el tema de los 570 desaparecidos que existen en México, atribuidos a las fuerzas policíacas y al Ejército.
Aparentemente ese era el objetivo, hablar sin restricciones sobre los verdaderos problemas que enfrenta la sociedad mexicana a causa de la decisión del presidente Felipe Calderón de sacar al Ejército a las calles para realizar labores de seguridad.
“Es verdad que el Ejército” --les dije-- “tiene una buena imagen frente a las y los mexicanos, pero hay que decir que también tiene un lado oscuro: la impunidad en delitos como las agresiones a las mujeres y la desaparición forzada de personas ocurrida en México desde el sexenio de Luis Echeverría, hasta el sexenio de Felipe Calderón”.
Uno de los generales presentes se indignó, señalando que el Ejército estaba pagando “un alto costo, con honor, por haber salido a las calles”, particularmente por la muerte de militares en los operativos. Aseguró que su salida a las calles era “temporal”, sin especificar la fecha. Pensé en esa frase famosa: “lo peligroso de sacar a la tropa de sus cuarteles es que saben cuando sale, pero no cuando vuelve a entrar”.
¿MALOS ELEMENTOS?, ¿EQUIDAD?
Uno de los coroneles presentes se identificó como encargado del área de Derechos Humanos del Ejército creada en la década de los 90: “En México --dijo alzando la voz de mando y mirándome con un rictus de enfado-- actualmente no hay desaparecidos. Esos a los que se refiere la periodista son de hace 50 años”.
Habló de las bondades de su departamento y entró en el tema de las violaciones a mujeres: “Son algunos malos elementos los que cometen eso. Además, yo les pediría que aquí habláramos de casos comprobados. El tema de Zongolica se demostró que no existió. La Comisión Nacional de Derechos Humanos hizo su dictamen a favor del Ejército”.
El General que presidía la mesa de diálogo abordó los avances del programa de “perspectiva de género” en el Ejército donde, dijo, ya hay mujeres ostentando altos mandos. “Nosotros somos igual que ustedes, tenemos los mismos problemas. A esos elementos malos que manchan el buen nombre del Ejército se les castiga. Los casos son aclarados. Lo que pasa, es que a veces, los periodistas son muy sensacionalistas”.
Levanté la mano para pedir la palabra: “¿Iguales?, no es verdad, General, ustedes tienen privilegios como la justicia militar. No son juzgados por la ley civil cuando cometen actos deleznables que quedan impunes. El Ejército es una institución opaca donde no hay transparencia. ¿Por qué no hacen público el expediente de la Sedena sobre Ernestina Ascencio que se nos ha negado? Ese caso no quedo aclarado para nada, General. Tal vez para ustedes, porque así les conviene. El Ejército, la CNDH y el Gobierno de Felipe Calderón sacrificaron la certidumbre frente a la sociedad mexicana. Muchos aún piensan que la señora fue violada de manera tumultuaria por militares que después protegieron”.
Los ánimos se caldeaban. El organizador intentó calmar el ambiente diciendo que la reunión era inédita gracias a la buena apertura del Ejército. La diputada Marina Arvizu, que presidía la mesa, al lado del General recordó que después del caso de Ernestina Ascencio en el cual ella se involucró desde el Congreso, se había entrevistado con los altos mandos de la Sedena y de aquellas pláticas concluyeron en organizar estos coloquios y jornadas cívico-militares para trabajar el tema de la prevención en la cuestión de género y en los derechos humanos, con un presupuesto especialmente asignado para el tema.
PUESTA EN ESCENA
En ese momento descubrí que aquella reunión era un fraude. Que nada estaban haciendo sobre la impunidad de la cual gozan los militares que violan mujeres. Existen más de 200 casos denunciados. Que su supuesta voluntad de afrontar los problemas y dialogar con la sociedad civil era una puesta en escena. ¿De qué sirve que la diputada Arvizu trabaje con los militares la prevención, si no tienen intención de poner fin a la impunidad?
La mejor prevención es la punición. La administración de justicia disuade el delito, esa es la mejor prevención. Los desaparecidos de Calderón se incrementan, van más de 30 solo en Monterrey. Son crímenes de lesa humanidad que no prescriben.
Pensé en el rostro de Ernestina Ascencio Rosario, indígena náhuatl en medio de un charco de sangre en la plancha del anfiteatro, una imagen que desde hace año y medio no olvido, y recapitulé la forma en que muchos se han beneficiado de su muerte: sus hijos recibieron casas prefabricadas a cambio de aceptar no interponer denuncia alguna, el Ayuntamiento de Soledad Atzompa del Partido de la Revolución Democrática (PRD) recibió excavadoras, láminas, bicicletas y computadoras, entre otras cosas, para calmar sus ánimos de protesta; el gobernador priista Fidel Herrera obtuvo una partida de más de 300 millones de pesos de la Federación a cambio de su vergonzosa retractación; el señor José Luis Soberanes consiguió aumentar su multimillonario presupuesto y la Sedena obtuvo una partida de más de 200 millones para su dudoso programa de “perspectiva de género”.
Los militares son igual que nosotros solo en apariencia; en lo demás son una casta de privilegiados que, en algunos casos, viven por encima de la ley.
* Sanjuana Martínez es periodista de investigación freelance, autora de varios libros, el último: “Prueba de fe: la red de cardenales y obispos en la pederastia clerical”.
08/SM/GG
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