Atenco: libertad y justicia
La negativa de las autoridades penitenciarias del estado de México para que integrantes de la Campaña Libertad y Justicia para Atenco visitaran ayer a presos políticos del penal de Molino de Flores, en Texcoco, constituye un hecho por demás ilustrativo del proceso de aislamiento que padecen los activistas atenquenses encarcelados tras las jornadas de violencia y barbarie policiaca que tuvieron lugar en la localidad mexiquense en mayo de 2006.
Es obligado recordar, por principio de cuentas, que los presos de Atenco son víctimas de un acto de represión y uso desmedido de la violencia por parte del Estado, que derivó, como han documentado diversos organismos defensores de derechos humanos, en homicidios, violaciones, golpizas, detenciones arbitrarias, incomunicaciones, allanamientos de morada y robo de pertenencias a manos de elementos policiacos estatales y federales. Los reclusos, la mayoría de los cuales se encuentra en el penal de Molino de Flores –Ignacio del Valle, Felipe Álvarez y Héctor Galindo purgan sus sentencias en la cárcel de máxima seguridad de Almoloya–, no sólo han tenido que enfrentar procesos irregulares y prolijos en abusos, lo mismo que la aplicación facciosa de las leyes –traducida en aberraciones jurídicas como la invención del delito de “secuestro equiparado” y en sentencias desproporcionadas y a todas luces injustas– sino además padecen en prisión la violación sistemática de sus garantías básicas, incluso aquellas de las que gozan secuestradores, narcotraficantes, asesinos y pederastas.
Este encarnizamiento de las autoridades para con los presos políticos contrasta con la impunidad que hasta ahora disfrutan quienes ordenaron y coordinaron el ataque policial contra la población que tuvo lugar los días 3 y 4 de mayo de 2006. Apenas en febrero pasado, la Suprema Corte de Justicia de la Nación selló la discusión en torno a esos episodios de represión y exoneró de toda responsabilidad, entre otros personajes, a funcionarios como el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, y el ahora procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, quien entonces era secretario de Seguridad Pública federal, para los que cabría presumir responsabilidad en los hechos, y quienes, por esa sencilla razón, tendrían que haber sido investigados.
Al día de hoy, en suma, tras la vergonzosa sentencia del máximo tribunal, la sociedad civil se ha convertido en el último reducto de defensa de los dirigentes y activistas atenquenses. La labor de grupos como los que articulan la Campaña Justicia y Libertad ha sido de suma importancia en tanto que espacio de expresiones solidarias hacia los presos políticos y de repudio a la impunidad, la injusticia y la represión.
En un momento en que en otras partes del mundo se asiste a una revalorización de la vida humana y de las garantías individuales, y cuando en otros países se han registrado en días recientes sentencias judiciales que reivindican un compromiso de las instituciones con la legalidad y, precisamente, con la justicia, como ocurrió la semana pasada en Perú con el fallo en contra de Alberto Fujimori, las autoridades mexicanas parecen empeñadas en transitar en sentido contrario y, con episodios como la absolución de Luis Echeverría por los actos de represión de 1968 y la preservación de la impunidad en Atenco, restan credibilidad a su supuesto compromiso con la ley y el estado de derecho, deterioran su imagen nacional e internacional y profundizan el proceso de descomposición que acusa la institucionalidad del país.
Columnas
José Agustín Ortiz Pinchetti: El despertar
La negativa de las autoridades penitenciarias del estado de México para que integrantes de la Campaña Libertad y Justicia para Atenco visitaran ayer a presos políticos del penal de Molino de Flores, en Texcoco, constituye un hecho por demás ilustrativo del proceso de aislamiento que padecen los activistas atenquenses encarcelados tras las jornadas de violencia y barbarie policiaca que tuvieron lugar en la localidad mexiquense en mayo de 2006.
Es obligado recordar, por principio de cuentas, que los presos de Atenco son víctimas de un acto de represión y uso desmedido de la violencia por parte del Estado, que derivó, como han documentado diversos organismos defensores de derechos humanos, en homicidios, violaciones, golpizas, detenciones arbitrarias, incomunicaciones, allanamientos de morada y robo de pertenencias a manos de elementos policiacos estatales y federales. Los reclusos, la mayoría de los cuales se encuentra en el penal de Molino de Flores –Ignacio del Valle, Felipe Álvarez y Héctor Galindo purgan sus sentencias en la cárcel de máxima seguridad de Almoloya–, no sólo han tenido que enfrentar procesos irregulares y prolijos en abusos, lo mismo que la aplicación facciosa de las leyes –traducida en aberraciones jurídicas como la invención del delito de “secuestro equiparado” y en sentencias desproporcionadas y a todas luces injustas– sino además padecen en prisión la violación sistemática de sus garantías básicas, incluso aquellas de las que gozan secuestradores, narcotraficantes, asesinos y pederastas.
Este encarnizamiento de las autoridades para con los presos políticos contrasta con la impunidad que hasta ahora disfrutan quienes ordenaron y coordinaron el ataque policial contra la población que tuvo lugar los días 3 y 4 de mayo de 2006. Apenas en febrero pasado, la Suprema Corte de Justicia de la Nación selló la discusión en torno a esos episodios de represión y exoneró de toda responsabilidad, entre otros personajes, a funcionarios como el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, y el ahora procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, quien entonces era secretario de Seguridad Pública federal, para los que cabría presumir responsabilidad en los hechos, y quienes, por esa sencilla razón, tendrían que haber sido investigados.
Al día de hoy, en suma, tras la vergonzosa sentencia del máximo tribunal, la sociedad civil se ha convertido en el último reducto de defensa de los dirigentes y activistas atenquenses. La labor de grupos como los que articulan la Campaña Justicia y Libertad ha sido de suma importancia en tanto que espacio de expresiones solidarias hacia los presos políticos y de repudio a la impunidad, la injusticia y la represión.
En un momento en que en otras partes del mundo se asiste a una revalorización de la vida humana y de las garantías individuales, y cuando en otros países se han registrado en días recientes sentencias judiciales que reivindican un compromiso de las instituciones con la legalidad y, precisamente, con la justicia, como ocurrió la semana pasada en Perú con el fallo en contra de Alberto Fujimori, las autoridades mexicanas parecen empeñadas en transitar en sentido contrario y, con episodios como la absolución de Luis Echeverría por los actos de represión de 1968 y la preservación de la impunidad en Atenco, restan credibilidad a su supuesto compromiso con la ley y el estado de derecho, deterioran su imagen nacional e internacional y profundizan el proceso de descomposición que acusa la institucionalidad del país.
Columnas
José Agustín Ortiz Pinchetti: El despertar
l gobierno de Estados Unidos y sus agencias están percibiendo algo amenazante y grave que pasa o está por pasar en nuestro país. Sin esto no sería explicable el interés alarmado que empezó por múltiples dictámenes de que somos un Estado fallido”. Y después las visitas de la secretaria de Seguridad Interior, el procurador y oficiales del ejército; la designación como nuevo embajador de un experto en sociedades turbulentas y, finalmente, la visita urgente e inesperada del presidente Barack Obama.
Es obvio que deben estar horrorizados por la ola criminal que nos sacude y que sólo el año pasado cobró 6 mil vidas, por los secuestros, mutilaciones, torturas, asesinatos de niños y decapitaciones, así como por la creciente pérdida de control de Calderón sobre la situación fronteriza. Pero a ellos no les preocupa lo que les pase a sus vecinos, siempre y cuando no afecte sus límites o sus intereses.
Una preocupación mayor es que la ola ha penetrado en Estados Unidos y que hay presencia de pandillas de los cárteles por lo menos en 250 ciudades de ese país, con una secuela de asesinatos, desapariciones y secuestros.
Pero puede haber algo peor: la descomposición de nuestra fuerza de seguridad y la grave crisis económica podrían llevar a México al borde de la violencia social. Aunque los grupos guerrilleros están aislados, los narcos pueden alentarlos y subvencionarlos, proporcionarles armas muy sofisticadas que pondrían en jaque nuestra seguridad interna. Estallidos de violencia podrían generar una migración masiva de 2 o 3 millones de mexicanos en unas cuantas semanas. Sería el caos para los dos países y esta posibilidad sí puede preocupar a las autoridades del otro lado. La solución que proponen los “expertos” es endurecer los controles de la frontera y aumentar a 30 mil los efectivos que la patrullan.
Lo que los estadunidenses no perciben es que todo el fenómeno del narcotráfico y la crisis económica son producto de un proceso de degradación institucional, de corrupción e impunidad sin precedentes. Durante 25 años, los gobiernos de aquella nación han sido testigos impasibles –y a veces cómplices– del deterioro de México. El país no ha crecido y el reparto de la riqueza se ha hecho cada vez más injusto. A los jóvenes sólo les han quedado dos caminos: la delincuencia o el exilio. La clase política ha garantizado que los delincuentes de cuello blanco y los gobernantes corruptos no rindan cuentas. Con estos hechos, sería imposible que no se hubiera venido abajo el país y que el desorden y la violencia no hubieran hecho su aparición. Si Estados Unidos quiere un vecino estable y previsible tendrá que dejar de apoyar a nuestra oligarquía como ha hecho desde hace 80 años.
Alfredo Jalife-Rahme: Bajo la Lupa
Es obvio que deben estar horrorizados por la ola criminal que nos sacude y que sólo el año pasado cobró 6 mil vidas, por los secuestros, mutilaciones, torturas, asesinatos de niños y decapitaciones, así como por la creciente pérdida de control de Calderón sobre la situación fronteriza. Pero a ellos no les preocupa lo que les pase a sus vecinos, siempre y cuando no afecte sus límites o sus intereses.
Una preocupación mayor es que la ola ha penetrado en Estados Unidos y que hay presencia de pandillas de los cárteles por lo menos en 250 ciudades de ese país, con una secuela de asesinatos, desapariciones y secuestros.
Pero puede haber algo peor: la descomposición de nuestra fuerza de seguridad y la grave crisis económica podrían llevar a México al borde de la violencia social. Aunque los grupos guerrilleros están aislados, los narcos pueden alentarlos y subvencionarlos, proporcionarles armas muy sofisticadas que pondrían en jaque nuestra seguridad interna. Estallidos de violencia podrían generar una migración masiva de 2 o 3 millones de mexicanos en unas cuantas semanas. Sería el caos para los dos países y esta posibilidad sí puede preocupar a las autoridades del otro lado. La solución que proponen los “expertos” es endurecer los controles de la frontera y aumentar a 30 mil los efectivos que la patrullan.
Lo que los estadunidenses no perciben es que todo el fenómeno del narcotráfico y la crisis económica son producto de un proceso de degradación institucional, de corrupción e impunidad sin precedentes. Durante 25 años, los gobiernos de aquella nación han sido testigos impasibles –y a veces cómplices– del deterioro de México. El país no ha crecido y el reparto de la riqueza se ha hecho cada vez más injusto. A los jóvenes sólo les han quedado dos caminos: la delincuencia o el exilio. La clase política ha garantizado que los delincuentes de cuello blanco y los gobernantes corruptos no rindan cuentas. Con estos hechos, sería imposible que no se hubiera venido abajo el país y que el desorden y la violencia no hubieran hecho su aparición. Si Estados Unidos quiere un vecino estable y previsible tendrá que dejar de apoyar a nuestra oligarquía como ha hecho desde hace 80 años.
Alfredo Jalife-Rahme: Bajo la Lupa
bama encontró en Trinidad y Tobago, donde planeó intensamente el retorno triunfal de Cuba, a una mayoría de 31 mandatarios de América Latina (AL), muy diferente al enternecedor entreguismo de Calderón, quien prodigó sin rubor la transfrontera –con todo y sus yacimientos gaseros– al NORAD/Comando Norte de Estados Unidos, además de haber cedido el Golfo de México al Comando Sur (justo es reconocerlo, con la connivencia de los dos líderes priístas camarales, Beltrones y Gamboa).
Calderón ha militarizado exageradamente todas las actividades civiles de México, país otrora pacifista y pacífico y con un ejército entrenado para la paz, y lo ha convertido en el “cobayo de la guerra irregular del Pentágono” (ver Bajo la Lupa, 15/4/09).
Al unísono de la anexión militar de México por el Pentágono, Calderón adoptó la truculenta agenda energética neoliberal de Estados Unidos (EU) –que forma parte del ASPAN foxiano: Alianza para la Seguridad (¡súper sic!) y la Prosperidad (¡super-sic!) de América del Norte– mediante la controvertida bonificación de la emisión de los gases invernadero, y se olvidó por completo de citar –ya no se diga exigir la demolición– el muro de la ignominia que militarizó unilateralmente Baby Bush.
A contracorriente histórica global, Calderón –quien resultó más fanático del caduco Tratado de Libre Comercio de América del Norte que el mismo Obama–, se hunde en el Titanic de la añeja unipolaridad y no se entera aún del nuevo giro multipolar bajo el que opera la mayoría del resto de los 31 mandatarios latinoamericanos. Calderón tampoco entiende el significado de “competitividad”, que mastica sin cesar, y donde el “México neoliberal” ocupa un peor que mediocre lugar global.
Así como Obama halló a la mayoría de 31 mandatarios muy ajenos a la dependencia unipolar de Calderón, los latinoamericanos en su conjunto encontraron a un Obama muy dispuesto a reconciliarse y diametralmente opuesto al unilateralismo de Baby Bush.
La quinta Cumbre de las Américas es muy distinta a su primera edición en Miami, en 1994, cuando el entonces vicepresidente, Al Gore, lanzó la hoy extinta Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), enterrada por los muy creativos mandatarios de la zona en la cuarta cumbre en Mar del Plata, donde la hilarante pareja Fox-Martita se querelló con medio mundo (incluyendo a Cristina Fernández, quien sería la futura presidenta argentina).
Durante la cuarta cumbre, Baby Bush usó como caballo de Troya al locuaz Fox para socavar la cohesión latinoamericana que rechazó heroicamente su suicidio mediante el veneno del ALCA.
En la quinta cumbre le ha sido imposible a Calderón vender la exagerada militarización y la narcotización (en su doble sentido) de México (que atenta nominalmente contra la democracia civil, ya no se diga los derechos humanos), y su entrega neoliberal de los hidrocarburos, como único modelo a seguir por el resto de la mayoría de AL que ha tomado ya la ruta irreversible de la liberación tutelar (de la doctrina Monroe), económica y financiera en la nueva era multipolar.
Obama se cercioró de la existencia de tres posturas diferentes en AL: 1. la calderonista (inviable para la mayoría de América Latina donde el “México neoliberal” ha quedado aislado); 2. el ALBA, de gran avanzada y creatividad geopolítica, que juega espléndidamente a la multipolaridad: dispuesta a negociar con Obama, pero lejos de la capitulación a la unipolaridad, mientras construye puentes con Europa, Medio Oriente, África, China, Rusia e India, y 3. la del gigante brasileño, en el intermedio del ALCA y el ALBA, pero con el descubrimiento de representar a una de las potencias emergentes del siglo XXI junto al RIC (Rusia, India y China).
Por la conformación de sus reuniones grupales en Puerto España, Obama aceptó conspicuamente la existencia de tres regiones geoeconómicas de AL: Sudamérica, Centroamérica y el Caribe –donde el “México calderonista”, con un muro ignominioso en pleno rostro transfronterizo, ha quedado totalmente a la deriva al haber colocado todas sus cartas en la fallida integración norteamericana, sobre todo, humana y migratoria.
No se puede negar que a casi 100 días de haber llegado a la Casa Blanca, Obama goza de una luna de miel global, que comparte con su esposa Michelle, mediante la “obamanía” de la que AL no es ajena. Pero tampoco será tarea sencilla restañar las heridas que Baby Bush dejó abiertas con sal en todo el mundo, en particular, en la zona.
La administración Obama se encuentra inquieta por el proceso de pérdida de su posición, ya no se diga de su liderazgo, en AL, por lo que durante la cumbre ha usado toda su seducción para ejercer una perezagruska latina: la reactivación de las relaciones con los países de la región.
Obama ya se percató de la imposibilidad de “calderonizar” a la mayoría del resto de 31 países de América Latina –más seguros y afirmativos que nunca en su historia.
Detrás de la reconciliación seductora de la “obamanía”, cuando EU ha pasado a la defensiva en la región, se encuentra el propósito avieso de detener y hasta de balcanizar la expansión asombrosa del ALBA, constituida por Venezuela, Cuba, Bolivia, Dominica, Nicaragua y Honduras, además de Ecuador y Paraguay como invitados.
El problema de Obama es que el “México calderonista” no es imitable ni vendible (resulta hasta contraproducente mercadológicamente) y anda en búsqueda de regímenes cómodos (v.gr. Colombia, Perú y Chile) para crear una alianza anti-ALBA bajo la férula militar de EU.
Al escribir estas líneas, durante la cumbre todavía Obama no se atrevía a sacar del tintero la idea bushiana de crear un nuevo foro de los países del hemisferio, basado en la Iniciativa “Vías de Prosperidad (¡súper sic!) de las Américas” (comunicado de la Casa Blanca, 24/11/08), como resurrección velada (ahora sí que por “otras vías”) de la fenecida ALCA, que ejerza contrapeso a la integración sudamericana de Unasur, susceptible de convertirse en el siglo XXI en uno de los principales polos geopolíticos del planeta.
Dos días después del citado comunicado de la Casa Blanca, el ALBA levantó creativamente la puja con el lanzamiento del proyecto de una divisa común (el “sucre”).
El discurso neoliberal entreguista de Calderón durante la visita de Obama a México fue una vulgar reproducción de varios de los siete puntos del comunicado de la Casa Blanca bushiana sobre las “Vías de Prosperidad de las Américas” donde participaron en la ciudad de Nueva York los mandatarios y representantes de los gobiernos de Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, EU, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Perú y República Dominicana.
A riesgo de incinerase en los infiernos de la historia, varios de los citados, por presión y/o represión, aceptarán gustosamente formar una alianza contra el ALBA y, si se puede, contra Unasur.
Sea lo que fuere, la mayoría de AL viró a la multipolaridad.Y esto Obama lo constató mejor que nadie.
Néstor de Buen: La subordinación vergonzante de la JFCA
Calderón ha militarizado exageradamente todas las actividades civiles de México, país otrora pacifista y pacífico y con un ejército entrenado para la paz, y lo ha convertido en el “cobayo de la guerra irregular del Pentágono” (ver Bajo la Lupa, 15/4/09).
Al unísono de la anexión militar de México por el Pentágono, Calderón adoptó la truculenta agenda energética neoliberal de Estados Unidos (EU) –que forma parte del ASPAN foxiano: Alianza para la Seguridad (¡súper sic!) y la Prosperidad (¡super-sic!) de América del Norte– mediante la controvertida bonificación de la emisión de los gases invernadero, y se olvidó por completo de citar –ya no se diga exigir la demolición– el muro de la ignominia que militarizó unilateralmente Baby Bush.
A contracorriente histórica global, Calderón –quien resultó más fanático del caduco Tratado de Libre Comercio de América del Norte que el mismo Obama–, se hunde en el Titanic de la añeja unipolaridad y no se entera aún del nuevo giro multipolar bajo el que opera la mayoría del resto de los 31 mandatarios latinoamericanos. Calderón tampoco entiende el significado de “competitividad”, que mastica sin cesar, y donde el “México neoliberal” ocupa un peor que mediocre lugar global.
Así como Obama halló a la mayoría de 31 mandatarios muy ajenos a la dependencia unipolar de Calderón, los latinoamericanos en su conjunto encontraron a un Obama muy dispuesto a reconciliarse y diametralmente opuesto al unilateralismo de Baby Bush.
La quinta Cumbre de las Américas es muy distinta a su primera edición en Miami, en 1994, cuando el entonces vicepresidente, Al Gore, lanzó la hoy extinta Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), enterrada por los muy creativos mandatarios de la zona en la cuarta cumbre en Mar del Plata, donde la hilarante pareja Fox-Martita se querelló con medio mundo (incluyendo a Cristina Fernández, quien sería la futura presidenta argentina).
Durante la cuarta cumbre, Baby Bush usó como caballo de Troya al locuaz Fox para socavar la cohesión latinoamericana que rechazó heroicamente su suicidio mediante el veneno del ALCA.
En la quinta cumbre le ha sido imposible a Calderón vender la exagerada militarización y la narcotización (en su doble sentido) de México (que atenta nominalmente contra la democracia civil, ya no se diga los derechos humanos), y su entrega neoliberal de los hidrocarburos, como único modelo a seguir por el resto de la mayoría de AL que ha tomado ya la ruta irreversible de la liberación tutelar (de la doctrina Monroe), económica y financiera en la nueva era multipolar.
Obama se cercioró de la existencia de tres posturas diferentes en AL: 1. la calderonista (inviable para la mayoría de América Latina donde el “México neoliberal” ha quedado aislado); 2. el ALBA, de gran avanzada y creatividad geopolítica, que juega espléndidamente a la multipolaridad: dispuesta a negociar con Obama, pero lejos de la capitulación a la unipolaridad, mientras construye puentes con Europa, Medio Oriente, África, China, Rusia e India, y 3. la del gigante brasileño, en el intermedio del ALCA y el ALBA, pero con el descubrimiento de representar a una de las potencias emergentes del siglo XXI junto al RIC (Rusia, India y China).
Por la conformación de sus reuniones grupales en Puerto España, Obama aceptó conspicuamente la existencia de tres regiones geoeconómicas de AL: Sudamérica, Centroamérica y el Caribe –donde el “México calderonista”, con un muro ignominioso en pleno rostro transfronterizo, ha quedado totalmente a la deriva al haber colocado todas sus cartas en la fallida integración norteamericana, sobre todo, humana y migratoria.
No se puede negar que a casi 100 días de haber llegado a la Casa Blanca, Obama goza de una luna de miel global, que comparte con su esposa Michelle, mediante la “obamanía” de la que AL no es ajena. Pero tampoco será tarea sencilla restañar las heridas que Baby Bush dejó abiertas con sal en todo el mundo, en particular, en la zona.
La administración Obama se encuentra inquieta por el proceso de pérdida de su posición, ya no se diga de su liderazgo, en AL, por lo que durante la cumbre ha usado toda su seducción para ejercer una perezagruska latina: la reactivación de las relaciones con los países de la región.
Obama ya se percató de la imposibilidad de “calderonizar” a la mayoría del resto de 31 países de América Latina –más seguros y afirmativos que nunca en su historia.
Detrás de la reconciliación seductora de la “obamanía”, cuando EU ha pasado a la defensiva en la región, se encuentra el propósito avieso de detener y hasta de balcanizar la expansión asombrosa del ALBA, constituida por Venezuela, Cuba, Bolivia, Dominica, Nicaragua y Honduras, además de Ecuador y Paraguay como invitados.
El problema de Obama es que el “México calderonista” no es imitable ni vendible (resulta hasta contraproducente mercadológicamente) y anda en búsqueda de regímenes cómodos (v.gr. Colombia, Perú y Chile) para crear una alianza anti-ALBA bajo la férula militar de EU.
Al escribir estas líneas, durante la cumbre todavía Obama no se atrevía a sacar del tintero la idea bushiana de crear un nuevo foro de los países del hemisferio, basado en la Iniciativa “Vías de Prosperidad (¡súper sic!) de las Américas” (comunicado de la Casa Blanca, 24/11/08), como resurrección velada (ahora sí que por “otras vías”) de la fenecida ALCA, que ejerza contrapeso a la integración sudamericana de Unasur, susceptible de convertirse en el siglo XXI en uno de los principales polos geopolíticos del planeta.
Dos días después del citado comunicado de la Casa Blanca, el ALBA levantó creativamente la puja con el lanzamiento del proyecto de una divisa común (el “sucre”).
El discurso neoliberal entreguista de Calderón durante la visita de Obama a México fue una vulgar reproducción de varios de los siete puntos del comunicado de la Casa Blanca bushiana sobre las “Vías de Prosperidad de las Américas” donde participaron en la ciudad de Nueva York los mandatarios y representantes de los gobiernos de Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, EU, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Perú y República Dominicana.
A riesgo de incinerase en los infiernos de la historia, varios de los citados, por presión y/o represión, aceptarán gustosamente formar una alianza contra el ALBA y, si se puede, contra Unasur.
Sea lo que fuere, la mayoría de AL viró a la multipolaridad.Y esto Obama lo constató mejor que nadie.
Néstor de Buen: La subordinación vergonzante de la JFCA
a la impresión de que el PAN, a la vista de unas elecciones que con toda seguridad va a perder, está queriendo aprovechar el tiempo que le queda para hacer demostraciones rotundas de su espíritu fascista y contrario a los derechos fundamentales de los trabajadores.
El protagonismo en esas andanzas corresponde, sin la menor duda, al Presidente de la República y a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, que olvida con intención manifiesta dos de las principales obligaciones que le impone la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal en las fracciones I y II de su artículo 40. No vigila ni remotamente la debida aplicación del 123 constitucional (v.gr., en materia sindical y en conflictos de huelga) ni procura el equilibrio entre los factores de la producción. Hay, claro está, la presunción de que su titular no ha leído esa ley orgánica.
Los instrumentos preferidos del secretario para sus andanzas son su Dirección General del Registro de Asociaciones (DGRA) y su sucursal, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA), cuyo dirigente, nombrado por el Presidente de la República, acuerda con el secretario del Trabajo, que le facilita su presupuesto.
Hay, por supuesto, otras presunciones. Más o menos notable su simpatía servil por el señor Larrea y sus negocios mineros; su antipatía visceral en contra del sindicato minero y sus dirigentes, sobre todo su secretario general, Napoleón Gómez Urrutia, y otros miembros del comité ejecutivo. El uso y abuso de las facultades de la JFCA en los conflictos de huelga, respecto de los cuales el Poder Judicial Federal ha dejado sin efecto las barbaridades cometidas por la dichosa JFCA, hoy lo caracterizan. La última, la resolución que declara terminados los contratos de trabajo de los mineros de Cananea por una supuesta fuerza mayor (que ni siquiera saben lo que es) y a lo que pondrá remedio un juicio de amparo. Basta leer el artículo 469 de la Ley Federal del Trabajo (LFT), que prevé las causas de terminación de una huelga y que no se han dado, ni remotamente, en este caso: acuerdo entre las partes; allanamiento del patrón a lo pedido; laudo de un árbitro elegido por las partes o laudo de la JCA “si los trabajadores huelguistas someten el conflicto a su decisión”.
El señor secretario de Trabajo tampoco debe haber leído el Convenio 87 de la OIT, en especial el segundo párrafo del artículo 3, que dice textualmente: “Las autoridades públicas deberán abstenerse de toda intervención que tienda a limitar este derecho (la autonomía sindical) o a entorpecer su ejercicio legal”. Sin embargo, invoca un título de abogado de la Escuela Libre de Derecho, muy conservadora, pero que cuenta con excelentes maestros de derecho laboral.
Si se quieren entretener un rato, consigan un ejemplar del proyecto de LFT que ha formulado el señor secretario, donde encontrarán cosas muy divertidas, como la protección a la subcontratación; la limitación del concepto de empresa para facilitar el juego de los grupos de sociedades; regulación del trabajo por temporada y del contrato a prueba; obligación de los trabajadores de desempeñar labores conexas a las contratadas; definición de los sindicatos como asociaciones de interés público (lo que hace suponer el derecho del Estado para meterse con ellos); cláusulas de exclusión; exigencia del título de abogado o carta de pasante a los representantes de las partes (con lo que se elimina, ciertamente, a los coyotes, pero se priva a los trabajadores de una asesoría de menor costo); obligación de los sindicatos de presentar el padrón de sus afiliados en caso de emplazamiento a huelga (con el consecuente riesgo de despidos) y derogación del actual artículo 448, que suspende la tramitación de los conflictos colectivos de naturaleza económica, en caso de huelga. Y otras cosas.
Siempre he sostenido que nuestra LFT, de muy escasos derechos individuales, soporta el fascismo evidente de las reglas del derecho colectivo (contratos colectivos de trabajo a espaldas de los trabajadores, registros y tomas de nota de los sindicatos, calificación de los emplazamientos y de las huelgas estalladas, recuentos abiertos en los que los trabajadores deben declarar ante autoridades, patrones y sindicatos contrarios, en su caso, y otros etcéteras).
La LFT evidentemente exige reformas. Pero yo me conformaría con la desaparición de las JCA. Su absoluta dependencia de los poderes Ejecutivos y su integración tripartita (con la presencia permanente de sindicatos corporativos) las han convertido, como diría José Natividad Macías en el Constituyente de 1916-1917, en organismos más corruptos que los peores juzgados de letras de los tiempos de don Porfirio.
La última faena en contra del sindicato minero será un tema fundamental el próximo primero de mayo. Hay que ir.
Rolando Cordera Campos: A través del espejo
El protagonismo en esas andanzas corresponde, sin la menor duda, al Presidente de la República y a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, que olvida con intención manifiesta dos de las principales obligaciones que le impone la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal en las fracciones I y II de su artículo 40. No vigila ni remotamente la debida aplicación del 123 constitucional (v.gr., en materia sindical y en conflictos de huelga) ni procura el equilibrio entre los factores de la producción. Hay, claro está, la presunción de que su titular no ha leído esa ley orgánica.
Los instrumentos preferidos del secretario para sus andanzas son su Dirección General del Registro de Asociaciones (DGRA) y su sucursal, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA), cuyo dirigente, nombrado por el Presidente de la República, acuerda con el secretario del Trabajo, que le facilita su presupuesto.
Hay, por supuesto, otras presunciones. Más o menos notable su simpatía servil por el señor Larrea y sus negocios mineros; su antipatía visceral en contra del sindicato minero y sus dirigentes, sobre todo su secretario general, Napoleón Gómez Urrutia, y otros miembros del comité ejecutivo. El uso y abuso de las facultades de la JFCA en los conflictos de huelga, respecto de los cuales el Poder Judicial Federal ha dejado sin efecto las barbaridades cometidas por la dichosa JFCA, hoy lo caracterizan. La última, la resolución que declara terminados los contratos de trabajo de los mineros de Cananea por una supuesta fuerza mayor (que ni siquiera saben lo que es) y a lo que pondrá remedio un juicio de amparo. Basta leer el artículo 469 de la Ley Federal del Trabajo (LFT), que prevé las causas de terminación de una huelga y que no se han dado, ni remotamente, en este caso: acuerdo entre las partes; allanamiento del patrón a lo pedido; laudo de un árbitro elegido por las partes o laudo de la JCA “si los trabajadores huelguistas someten el conflicto a su decisión”.
El señor secretario de Trabajo tampoco debe haber leído el Convenio 87 de la OIT, en especial el segundo párrafo del artículo 3, que dice textualmente: “Las autoridades públicas deberán abstenerse de toda intervención que tienda a limitar este derecho (la autonomía sindical) o a entorpecer su ejercicio legal”. Sin embargo, invoca un título de abogado de la Escuela Libre de Derecho, muy conservadora, pero que cuenta con excelentes maestros de derecho laboral.
Si se quieren entretener un rato, consigan un ejemplar del proyecto de LFT que ha formulado el señor secretario, donde encontrarán cosas muy divertidas, como la protección a la subcontratación; la limitación del concepto de empresa para facilitar el juego de los grupos de sociedades; regulación del trabajo por temporada y del contrato a prueba; obligación de los trabajadores de desempeñar labores conexas a las contratadas; definición de los sindicatos como asociaciones de interés público (lo que hace suponer el derecho del Estado para meterse con ellos); cláusulas de exclusión; exigencia del título de abogado o carta de pasante a los representantes de las partes (con lo que se elimina, ciertamente, a los coyotes, pero se priva a los trabajadores de una asesoría de menor costo); obligación de los sindicatos de presentar el padrón de sus afiliados en caso de emplazamiento a huelga (con el consecuente riesgo de despidos) y derogación del actual artículo 448, que suspende la tramitación de los conflictos colectivos de naturaleza económica, en caso de huelga. Y otras cosas.
Siempre he sostenido que nuestra LFT, de muy escasos derechos individuales, soporta el fascismo evidente de las reglas del derecho colectivo (contratos colectivos de trabajo a espaldas de los trabajadores, registros y tomas de nota de los sindicatos, calificación de los emplazamientos y de las huelgas estalladas, recuentos abiertos en los que los trabajadores deben declarar ante autoridades, patrones y sindicatos contrarios, en su caso, y otros etcéteras).
La LFT evidentemente exige reformas. Pero yo me conformaría con la desaparición de las JCA. Su absoluta dependencia de los poderes Ejecutivos y su integración tripartita (con la presencia permanente de sindicatos corporativos) las han convertido, como diría José Natividad Macías en el Constituyente de 1916-1917, en organismos más corruptos que los peores juzgados de letras de los tiempos de don Porfirio.
La última faena en contra del sindicato minero será un tema fundamental el próximo primero de mayo. Hay que ir.
Rolando Cordera Campos: A través del espejo
La crisis se ensaña con los vectores más dinámicos de la actividad económica moderna y los datos más recientes hablan de una caída anualizada de la industria del 13.2 por ciento, la mayor desde la hecatombe de 1995. Las manufacturas, donde debería alojarse la posibilidad de innovación y la fuente de actividades cada vez más productivas, resienten una contracción superior, de 16.1 por ciento, una “caída sin precedente en la historia moderna de México” (Israel Rodríguez, La Jornada, 18/04/09, p.16).
Para el Banco de México, estos y otros datos apuntan a un declive anual de la economía nacional superior al 1.8 por ciento que había pronosticado hace unos meses, cuando fue regañado por catastrofista por Calderón desde las cumbres heladas de Davos. Todo eso pasó, pero la fiebre del desempleo y el mal empleo, la ocupación indigna e indecente, se apodera del cuerpo social mexicano, como lo revelan Roberto González Amador y Juan Antonio Zúñiga en su reportaje de este sábado en La Jornada. Es en los jóvenes donde la fiebre se vuelve crónica y la convivencia auténtico delirio: la violencia criminal en las ciudades fronterizas que se expandieron gracias a la industrialización exportadora de las últimas décadas, no puede separarse más del hecho duro y cruel de que es ahí, donde se instaló el progreso neoliberal y su modernidad epidérmica, donde el desempleo es mayor y la desesperación no encuentra consuelo en la informalidad o la familia extensa. En esos parajes lo que hay es crujir de dientes y desolación infantil y juvenil sin parachoques ni instituciones de consuelo o protección. El espejo donde ahora todos debemos empezar a vernos.
No es exacto que estemos preparados y “blindados” frente a un agravamiento de la recesión productiva y una ampliación exponencial del desempleo. Tampoco lo es que la línea flexible de crédito contratada con el Fondo Monetario Internacional sea garantía de que podamos capear un temporal renovado de quiebras financieras alrededor del mundo, ahora como consecuencia del encanijamiento del subconsumo y del consecuente aumento de las carteras vencidas. Festinar el relajamiento financiero que ese dispositivo sin duda entraña, no contribuye a vender tranquilidad en un entorno sometido ya no al estancamiento estabilizador sino, como en el caso de la industria, las manufacturas o la construcción, a la caída libre.
Como lo ha documentado el acucioso investigador Enrique Dussel Peters (“Monitor de la manufactura mexicana” #7, marzo 09), lo que se sufre hoy agudamente recoge una tendencia de mayor plazo a la desarticulación productiva y en especial de la manufactura, que lo lleva a hablar sin ambages de una abierta desindustrialización nacional a pesar de los grandes saltos exportadores de fin de siglo. Y es en este escenario donde se teje sin cesar el drama social de un país con sus jóvenes en la desocupación y sin acceso a la educación superior. Un drama que con la sola maduración demográfica nos acerca a una tragedia social a mediados del siglo XXI.
Es de esta realidad que debe hablarse fuerte y pronto, porque en las cifras alarmantes de la coyuntura hierve el caldero de una crisis mayor que pone en jaque lo que nos queda de cohesión social y lo que han dejado vivo del edificio de esperanza democrática que tanto trabajo llevó y tanto dinero ha costado desde aquellos festivos años de la transición que aterrizaron en la bochornosa y dispendiosa alternancia del nuevo milenio. La mitomanía foxiana se volvió sistema político y la cosa se ha puesto grave.
No es un país inventado el que habitamos. Pero la “comunidad imaginada” de que nos hablara Benedict Anderson, que de los setenta a los ochenta del siglo pasado nos permitía hablar de proyecto nacional, y hasta de disputa por la nación, no está más con nosotros. Por eso es que el rescate no puede reducirse a las finanzas o las empresas endeudadas. Tiene que haber y pronto un rescate social que para serlo debe ser también intelectual y moral.
La “nueva era” para la región norteamericana que pretende Calderón no puede sustentarse en el intercambio de dólares y capital por mano de obra barata y abundante. Eso es mala y vulgar economía y en realidad su momento pasó, era la “gran promesa” del cambio globalizador de fin de siglo.
Lo que urge es pensar en una integración progresiva que desde su arranque sea imaginada y diseñada para la seguridad y el bienestar modernos, que nada tienen que ver con el “patio trasero” de basura y desperdicio social en que dicho intercambio entre capital gringo y trabajo mexica convirtió a la frontera norte de México. En ese tiradero, insisto, debemos vernos y reflejarnos. A través de este espejo queda ya muy poco y hay que asumirlo.
Arnaldo Córdova: El régimen constitucional de las fuerzas armadas
Para el Banco de México, estos y otros datos apuntan a un declive anual de la economía nacional superior al 1.8 por ciento que había pronosticado hace unos meses, cuando fue regañado por catastrofista por Calderón desde las cumbres heladas de Davos. Todo eso pasó, pero la fiebre del desempleo y el mal empleo, la ocupación indigna e indecente, se apodera del cuerpo social mexicano, como lo revelan Roberto González Amador y Juan Antonio Zúñiga en su reportaje de este sábado en La Jornada. Es en los jóvenes donde la fiebre se vuelve crónica y la convivencia auténtico delirio: la violencia criminal en las ciudades fronterizas que se expandieron gracias a la industrialización exportadora de las últimas décadas, no puede separarse más del hecho duro y cruel de que es ahí, donde se instaló el progreso neoliberal y su modernidad epidérmica, donde el desempleo es mayor y la desesperación no encuentra consuelo en la informalidad o la familia extensa. En esos parajes lo que hay es crujir de dientes y desolación infantil y juvenil sin parachoques ni instituciones de consuelo o protección. El espejo donde ahora todos debemos empezar a vernos.
No es exacto que estemos preparados y “blindados” frente a un agravamiento de la recesión productiva y una ampliación exponencial del desempleo. Tampoco lo es que la línea flexible de crédito contratada con el Fondo Monetario Internacional sea garantía de que podamos capear un temporal renovado de quiebras financieras alrededor del mundo, ahora como consecuencia del encanijamiento del subconsumo y del consecuente aumento de las carteras vencidas. Festinar el relajamiento financiero que ese dispositivo sin duda entraña, no contribuye a vender tranquilidad en un entorno sometido ya no al estancamiento estabilizador sino, como en el caso de la industria, las manufacturas o la construcción, a la caída libre.
Como lo ha documentado el acucioso investigador Enrique Dussel Peters (“Monitor de la manufactura mexicana” #7, marzo 09), lo que se sufre hoy agudamente recoge una tendencia de mayor plazo a la desarticulación productiva y en especial de la manufactura, que lo lleva a hablar sin ambages de una abierta desindustrialización nacional a pesar de los grandes saltos exportadores de fin de siglo. Y es en este escenario donde se teje sin cesar el drama social de un país con sus jóvenes en la desocupación y sin acceso a la educación superior. Un drama que con la sola maduración demográfica nos acerca a una tragedia social a mediados del siglo XXI.
Es de esta realidad que debe hablarse fuerte y pronto, porque en las cifras alarmantes de la coyuntura hierve el caldero de una crisis mayor que pone en jaque lo que nos queda de cohesión social y lo que han dejado vivo del edificio de esperanza democrática que tanto trabajo llevó y tanto dinero ha costado desde aquellos festivos años de la transición que aterrizaron en la bochornosa y dispendiosa alternancia del nuevo milenio. La mitomanía foxiana se volvió sistema político y la cosa se ha puesto grave.
No es un país inventado el que habitamos. Pero la “comunidad imaginada” de que nos hablara Benedict Anderson, que de los setenta a los ochenta del siglo pasado nos permitía hablar de proyecto nacional, y hasta de disputa por la nación, no está más con nosotros. Por eso es que el rescate no puede reducirse a las finanzas o las empresas endeudadas. Tiene que haber y pronto un rescate social que para serlo debe ser también intelectual y moral.
La “nueva era” para la región norteamericana que pretende Calderón no puede sustentarse en el intercambio de dólares y capital por mano de obra barata y abundante. Eso es mala y vulgar economía y en realidad su momento pasó, era la “gran promesa” del cambio globalizador de fin de siglo.
Lo que urge es pensar en una integración progresiva que desde su arranque sea imaginada y diseñada para la seguridad y el bienestar modernos, que nada tienen que ver con el “patio trasero” de basura y desperdicio social en que dicho intercambio entre capital gringo y trabajo mexica convirtió a la frontera norte de México. En ese tiradero, insisto, debemos vernos y reflejarnos. A través de este espejo queda ya muy poco y hay que asumirlo.
Arnaldo Córdova: El régimen constitucional de las fuerzas armadas
e acuerdo con el artículo 39 constitucional, que establece el principio de la soberanía popular, las instituciones del Estado mexicano se fundan para beneficio del pueblo y no pueden tener otro fin. A ese principio obedecen todas las instituciones y su falta de congruencia con el mismo sólo muestra cómo ese mismo principio es permanentemente ignorado, cuando no violado. El Ejército Mexicano es una institución que sólo se justifica si se concibe en su existencia y en los fines de su funcionamiento para beneficio del pueblo mexicano. La Carta Magna impone que sus funciones son asegurar la paz interior y combatir cualquier amenaza venida del exterior. No más.
El Ejército Mexicano, aparte su estatus constitucional tan claro, es también un fruto de la historia. Nació con la Revolución Mexicana y a ella se debió siempre hasta que los mismos grupos gobernantes abjuraron de ella. La Revolución fue hecha por civiles uniformados, por hombres de diversas profesiones y ocupaciones que debieron tomar las armas para subvertir un orden que les pareció insoportable. Ellos mismos nos previnieron del peligro del militarismo que tanto asoló a la América Latina. Eran hombres y mujeres que habían luchado contra un militarismo despiadado. Pero eran, ante todo, políticos y lo siguieron siendo, después del fin de la lucha armada por casi tres décadas. Ellos le dieron a nuestro Ejército su sello.
La doctrina internacional que lleva el nombre del presidente Carranza informó la doctrina de principios del ejército revolucionario. La esencia de esa doctrina era la neutralidad en el mundo de las naciones, el respeto al derecho de los demás y la resistencia intransigente a la violencia y a la opresión de los poderosos. La Revolución Mexicana se vio muchas veces amenazada y agredida por esos poderes imperiales que se enseñoreaban del mundo y dictaban su ley. Eso nunca se aceptó. En la medida en que el nuevo régimen se desarrolló, el ejército fundado por los revolucionarios se acopló tersamente a las exigencias que desde la Constitución se le dictaban. Debería ser, ante todo, un ejército de paz en la arena internacional y un garante de la paz interior contra cualquier peligro.
Neutralidad exterior, dictada y respaldada por el Estado de la Revolución, y ser garante de la paz interior (jamás se pensó en un enemigo como el narco, sino en una revolución hipotética) resumían el credo de nuestro Ejército, fiel a las instituciones y, en particular y sobre todo, al presidente de la República. El Ejército, coherente con sus principios, ha sabido enfrentar con dignidad el cambio de un gobierno priísta por uno panista. Su fidelidad institucional a la figura presidencial se ha mantenido incólume. Se le manda a las calles y a los caminos a enfrentarse con los narcos y lo hace. Ahora, de la nada, como no sea el servilismo de los gobernantes derechistas a los amos del exterior, se le manda también a una aventura exterior, las maniobras de Unitas, y lo acepta.
Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, antes de que México declarara el estado de guerra a las potencias del Eje, se hizo sólida la doctrina militar en el plano internacional del Estado mexicano: neutralidad y seguridad nacional. México sería seguro en la medida en que evitara involucrarse en los conflictos internacionales que concernieran sólo a los poderosos que se disputaban el dominio del mundo. México no tenía en ello vela en el entierro. La esencia de esa doctrina, derivada directamente de la Doctrina Carranza, era: el mejor modo de ahorrarse conflictos con los demás era no meterse en sus problemas. La mejor defensa de México era su neutralidad en la arena internacional.
Por supuesto que México no ha sido neutral del todo. Pero siempre supo hacer sus jugadas a favor del orden internacional y de la paz en el mismo. Nunca actuó en defensa de algún gran poder al que estuviera sometido ni claudicó de sus principios a favor de la paz en el mundo. Lo hizo en los treinta en ocasión de las agresiones fascistas a los débiles, como Abisinia, China, España o Austria. En los cincuenta y los sesenta a favor de la Guatemala agredida y la Cuba asediada. Y en los años setenta a favor de El Salvador y Nicaragua. Eso no ha demeritado el prestigio internacional del país y, al contrario, ha sido objeto de elogio.
Hoy en día la política internacional del país parece consistir en echar por el caño todas las buenas tradiciones que se han forjado a lo largo de nuestra historia. La forma en la que en el Senado se discutió y aprobó la solicitud del gobierno de Calderón para que se le permitiera enviar una pequeña fuerza a participar en las maniobras da la imagen exacta de ello. La senadora Rosario Green, añeja servidora de los regímenes priístas en este rubro, que hace unos diez años abogó porque a México no se le involucrara en un conflicto internacional con el envío de tropas, subió a la tribuna a apoyar la solicitud presidencial con el argumento de que ahora se trata de maniobras que miran a combatir al narcotráfico. La doctora Green debe informarse mejor sobre ese tipo de maniobras que, sólo muy lateralmente, están concebidas como ella las ve. Aquí se trata de comprometer a nuestro país con una política belicista de la potencia imperial que a México no le beneficia para nada, sino que lo compromete seriamente.
Hace unos días me pasé una semana en Costa Rica, invitado para dar la lección inaugural del año lectivo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica. Todos mis amigos costarricenses me dijeron, cuando yo lo pregunté, que la abolición del ejército en 1949 en ese país ni siquiera se hizo notar en la vida diaria de su pueblo y que luego de sesenta años ya nadie sabía para qué puede servir un ejército profesional. Ellos ven que hay orden y que la policía se basta y se sobra para mantener ese buen orden en la sociedad. Regresé a México preguntándome para qué diablos nos sirve un ejército y la respuesta se me vino a la cabeza de inmediato: para combatir al narcotráfico, un uso que jamás antes se le había asignado.
Lo que el gobierno panista está haciendo es involucrar y comprometer a México en una estrategia militar que le es ajena y que está sólo en los planes militares de Estados Unidos. La senadora Green debería explicarnos, ya que sabe tanto de asuntos militares, qué es lo que nuestros marinos van a aprender en materia de lucha contra el crimen organizado en unas maniobras que miran a hacer de nuestro país un socio menor de una potencia que tiene unos intereses mundiales muy diferentes de los que pueden y deben ser los nuestros.
Antonio Gershenson: Nueva refinería: decisión débil
El Ejército Mexicano, aparte su estatus constitucional tan claro, es también un fruto de la historia. Nació con la Revolución Mexicana y a ella se debió siempre hasta que los mismos grupos gobernantes abjuraron de ella. La Revolución fue hecha por civiles uniformados, por hombres de diversas profesiones y ocupaciones que debieron tomar las armas para subvertir un orden que les pareció insoportable. Ellos mismos nos previnieron del peligro del militarismo que tanto asoló a la América Latina. Eran hombres y mujeres que habían luchado contra un militarismo despiadado. Pero eran, ante todo, políticos y lo siguieron siendo, después del fin de la lucha armada por casi tres décadas. Ellos le dieron a nuestro Ejército su sello.
La doctrina internacional que lleva el nombre del presidente Carranza informó la doctrina de principios del ejército revolucionario. La esencia de esa doctrina era la neutralidad en el mundo de las naciones, el respeto al derecho de los demás y la resistencia intransigente a la violencia y a la opresión de los poderosos. La Revolución Mexicana se vio muchas veces amenazada y agredida por esos poderes imperiales que se enseñoreaban del mundo y dictaban su ley. Eso nunca se aceptó. En la medida en que el nuevo régimen se desarrolló, el ejército fundado por los revolucionarios se acopló tersamente a las exigencias que desde la Constitución se le dictaban. Debería ser, ante todo, un ejército de paz en la arena internacional y un garante de la paz interior contra cualquier peligro.
Neutralidad exterior, dictada y respaldada por el Estado de la Revolución, y ser garante de la paz interior (jamás se pensó en un enemigo como el narco, sino en una revolución hipotética) resumían el credo de nuestro Ejército, fiel a las instituciones y, en particular y sobre todo, al presidente de la República. El Ejército, coherente con sus principios, ha sabido enfrentar con dignidad el cambio de un gobierno priísta por uno panista. Su fidelidad institucional a la figura presidencial se ha mantenido incólume. Se le manda a las calles y a los caminos a enfrentarse con los narcos y lo hace. Ahora, de la nada, como no sea el servilismo de los gobernantes derechistas a los amos del exterior, se le manda también a una aventura exterior, las maniobras de Unitas, y lo acepta.
Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, antes de que México declarara el estado de guerra a las potencias del Eje, se hizo sólida la doctrina militar en el plano internacional del Estado mexicano: neutralidad y seguridad nacional. México sería seguro en la medida en que evitara involucrarse en los conflictos internacionales que concernieran sólo a los poderosos que se disputaban el dominio del mundo. México no tenía en ello vela en el entierro. La esencia de esa doctrina, derivada directamente de la Doctrina Carranza, era: el mejor modo de ahorrarse conflictos con los demás era no meterse en sus problemas. La mejor defensa de México era su neutralidad en la arena internacional.
Por supuesto que México no ha sido neutral del todo. Pero siempre supo hacer sus jugadas a favor del orden internacional y de la paz en el mismo. Nunca actuó en defensa de algún gran poder al que estuviera sometido ni claudicó de sus principios a favor de la paz en el mundo. Lo hizo en los treinta en ocasión de las agresiones fascistas a los débiles, como Abisinia, China, España o Austria. En los cincuenta y los sesenta a favor de la Guatemala agredida y la Cuba asediada. Y en los años setenta a favor de El Salvador y Nicaragua. Eso no ha demeritado el prestigio internacional del país y, al contrario, ha sido objeto de elogio.
Hoy en día la política internacional del país parece consistir en echar por el caño todas las buenas tradiciones que se han forjado a lo largo de nuestra historia. La forma en la que en el Senado se discutió y aprobó la solicitud del gobierno de Calderón para que se le permitiera enviar una pequeña fuerza a participar en las maniobras da la imagen exacta de ello. La senadora Rosario Green, añeja servidora de los regímenes priístas en este rubro, que hace unos diez años abogó porque a México no se le involucrara en un conflicto internacional con el envío de tropas, subió a la tribuna a apoyar la solicitud presidencial con el argumento de que ahora se trata de maniobras que miran a combatir al narcotráfico. La doctora Green debe informarse mejor sobre ese tipo de maniobras que, sólo muy lateralmente, están concebidas como ella las ve. Aquí se trata de comprometer a nuestro país con una política belicista de la potencia imperial que a México no le beneficia para nada, sino que lo compromete seriamente.
Hace unos días me pasé una semana en Costa Rica, invitado para dar la lección inaugural del año lectivo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica. Todos mis amigos costarricenses me dijeron, cuando yo lo pregunté, que la abolición del ejército en 1949 en ese país ni siquiera se hizo notar en la vida diaria de su pueblo y que luego de sesenta años ya nadie sabía para qué puede servir un ejército profesional. Ellos ven que hay orden y que la policía se basta y se sobra para mantener ese buen orden en la sociedad. Regresé a México preguntándome para qué diablos nos sirve un ejército y la respuesta se me vino a la cabeza de inmediato: para combatir al narcotráfico, un uso que jamás antes se le había asignado.
Lo que el gobierno panista está haciendo es involucrar y comprometer a México en una estrategia militar que le es ajena y que está sólo en los planes militares de Estados Unidos. La senadora Green debería explicarnos, ya que sabe tanto de asuntos militares, qué es lo que nuestros marinos van a aprender en materia de lucha contra el crimen organizado en unas maniobras que miran a hacer de nuestro país un socio menor de una potencia que tiene unos intereses mundiales muy diferentes de los que pueden y deben ser los nuestros.
Antonio Gershenson: Nueva refinería: decisión débil
l director de Pemex, en su conferencia de prensa del 14 de abril, página 15 de la versión estenográfica, sobre la nueva refinería, dijo:
“Primero la (ingeniería) conceptual nos va a llevar, cuando menos el resto del año, aproximadamente; luego, la ingeniería de detalle, que se licitaría hacia fines de este año, pues se iniciaría o se trabajaría durante prácticamente 2010; y ya lo que sería la licitación de todo lo que es la ingeniería de detalla (sic), la procura y la construcción sería básicamente a principios de 2011. Son los tiempos normales de este tipo de proyectos.”
Pero con fecha del 30 de julio de 2008, en el Estudio de viabilidad para construir una nueva refinería en México, se dice, en la página 91, que: “la fase de ingeniería, ... se llevaría a cabo entre 2009 y 2010”, y “la construcción de la refinería, ... se iniciaría en 2010”.
Se habla de terminar la obra en 2015, y se refiere a 300 mil barriles diarios.
Para comparar, vamos a tomar los datos de dos de las nuevas cinco refinerías acordadas en el consejo de Petrobras en enero de 2009, como parte del plan de cinco años:
Primero, hablamos de Comperj, un complejo petroquímico que incluye a la entrada una refinería. La terminación de la planta está para 2012. El primer concurso, que está por culminar, incluye entre otros componentes la planta de destilación atmosférica. El aplanamiento del terreno y obras civiles asociadas están previstas para terminarse en diciembre de este año.
El segundo ejemplo es la planta Premium I. Lo de Premium se debe a que su producción será exportada a Europa y Estados Unidos, y por lo mismo sus especificaciones son más rigurosas. Su capacidad será de 600 mil barriles diarios, el doble que la de la nueva refinería de Pemex. Estará terminada en 2013.
Esto muestra que no es cierto que los tiempos tortuguistas que se anuncian en Pemex sean “los tiempos normales”. Primero, ya perdieron un año frente al estudio de mediados de 2008, y segundo anuncian la terminación en 2015 (vamos a ver cuánto más la retrasan) frente a 2012 y 2013 de instalaciones brasileñas, más compleja en un caso y, en el otro, con especificaciones más rigurosas además de la doble capacidad.
No se menciona el problema ambiental, especialmente severo en los sitios “finalistas” Tula y Salamanca. Si se eligen dos posibles sitios, lo peor es elegir los dos que tienen el mismo problema y que podría frenar el proyecto. Los dos sitios con más ventaja en el Estudio de viabilidad de julio de 2008 son Guaymas y Tula, y el primero de éstos no tiene tan agudo el problema ambiental. Si Tula “se atora” por razones ambientales, queda Guaymas que, en el Estudio de viabilidad, costaba 215 millones de dólares menos que Tula, que era el segundo lugar.
El gran beneficio adicional de la reconfiguración de Salamanca, es el procesamiento de 26 mil barriles diarios. Es un aumento de menos de 10 por ciento frente al proyecto original. ¿Debe ese menos del 10 por ciento cambiar los criterios básicos de la selección? (Gráfica 4.2.1.1. del Estudio de viabilidad).
El beneficio del segundo tren de refinación, en cambio, sería de otros 300 mil barriles diarios. Un aumento de 100 por ciento en la capacidad. Con este segundo tren, se genera un valor presente incremental de más de mil millones de dólares (Gráfica 2.2.8.1 y el texto que le sigue, del mismo estudio).
A los retrasos se suma la acumulación de riesgos. Aumenta la posibilidad de que el proyecto aborte como sucedió con el aeropuerto de Atenco. Y en aras de un beneficio mínimo, al agregar una reconfiguración bastante cara (recordemos las de Cadereyta y Madero, con costos del orden de 2 mil millones de dólares cada una), se deja de lado la opción, considerada en el mismo Estudio de viabilidad, del segundo tren de refinación, con mucho más beneficio. Con la “reconfiguración” de Salamanca, se aumenta el costo de los de por sí muy caros 9 mil millones de dólares, a 12 mil millones (datos de Reyes Heroles en su conferencia). Con semejante dineral, y sin el abultamiento de costos, se hacen los dos trenes de refinación con una capacidad total de 600 mil barriles diarios. Y con esto, y la racionalización del uso de la energía, dejaremos de importar, primero, diesel, y luego gasolina. Y adiós a los precios estratosféricos de estos combustibles.
Otra consecuencia de los retrasos: en octubre del año pasado, el gobierno emitió un programa para impulsar el crecimiento y el empleo. Parte del mismo fue “permitir a Pemex que emplee los recursos acumulados en su fondo de estabilización al cierre de 2008, los cuales se estima serán de 12 mil millones de pesos, para los gastos asociados a preparar la construcción de una refinería y otros gastos de infraestructura”. Esto se incorporó al Presupuesto de 2009. Pues nada, ni siquiera la ingeniería de detalle se haría en 2009. Y la crisis, por lo que a esto respecta, bien, gracias.
gershen@servidor.unam.mx
“Primero la (ingeniería) conceptual nos va a llevar, cuando menos el resto del año, aproximadamente; luego, la ingeniería de detalle, que se licitaría hacia fines de este año, pues se iniciaría o se trabajaría durante prácticamente 2010; y ya lo que sería la licitación de todo lo que es la ingeniería de detalla (sic), la procura y la construcción sería básicamente a principios de 2011. Son los tiempos normales de este tipo de proyectos.”
Pero con fecha del 30 de julio de 2008, en el Estudio de viabilidad para construir una nueva refinería en México, se dice, en la página 91, que: “la fase de ingeniería, ... se llevaría a cabo entre 2009 y 2010”, y “la construcción de la refinería, ... se iniciaría en 2010”.
Se habla de terminar la obra en 2015, y se refiere a 300 mil barriles diarios.
Para comparar, vamos a tomar los datos de dos de las nuevas cinco refinerías acordadas en el consejo de Petrobras en enero de 2009, como parte del plan de cinco años:
Primero, hablamos de Comperj, un complejo petroquímico que incluye a la entrada una refinería. La terminación de la planta está para 2012. El primer concurso, que está por culminar, incluye entre otros componentes la planta de destilación atmosférica. El aplanamiento del terreno y obras civiles asociadas están previstas para terminarse en diciembre de este año.
El segundo ejemplo es la planta Premium I. Lo de Premium se debe a que su producción será exportada a Europa y Estados Unidos, y por lo mismo sus especificaciones son más rigurosas. Su capacidad será de 600 mil barriles diarios, el doble que la de la nueva refinería de Pemex. Estará terminada en 2013.
Esto muestra que no es cierto que los tiempos tortuguistas que se anuncian en Pemex sean “los tiempos normales”. Primero, ya perdieron un año frente al estudio de mediados de 2008, y segundo anuncian la terminación en 2015 (vamos a ver cuánto más la retrasan) frente a 2012 y 2013 de instalaciones brasileñas, más compleja en un caso y, en el otro, con especificaciones más rigurosas además de la doble capacidad.
No se menciona el problema ambiental, especialmente severo en los sitios “finalistas” Tula y Salamanca. Si se eligen dos posibles sitios, lo peor es elegir los dos que tienen el mismo problema y que podría frenar el proyecto. Los dos sitios con más ventaja en el Estudio de viabilidad de julio de 2008 son Guaymas y Tula, y el primero de éstos no tiene tan agudo el problema ambiental. Si Tula “se atora” por razones ambientales, queda Guaymas que, en el Estudio de viabilidad, costaba 215 millones de dólares menos que Tula, que era el segundo lugar.
El gran beneficio adicional de la reconfiguración de Salamanca, es el procesamiento de 26 mil barriles diarios. Es un aumento de menos de 10 por ciento frente al proyecto original. ¿Debe ese menos del 10 por ciento cambiar los criterios básicos de la selección? (Gráfica 4.2.1.1. del Estudio de viabilidad).
El beneficio del segundo tren de refinación, en cambio, sería de otros 300 mil barriles diarios. Un aumento de 100 por ciento en la capacidad. Con este segundo tren, se genera un valor presente incremental de más de mil millones de dólares (Gráfica 2.2.8.1 y el texto que le sigue, del mismo estudio).
A los retrasos se suma la acumulación de riesgos. Aumenta la posibilidad de que el proyecto aborte como sucedió con el aeropuerto de Atenco. Y en aras de un beneficio mínimo, al agregar una reconfiguración bastante cara (recordemos las de Cadereyta y Madero, con costos del orden de 2 mil millones de dólares cada una), se deja de lado la opción, considerada en el mismo Estudio de viabilidad, del segundo tren de refinación, con mucho más beneficio. Con la “reconfiguración” de Salamanca, se aumenta el costo de los de por sí muy caros 9 mil millones de dólares, a 12 mil millones (datos de Reyes Heroles en su conferencia). Con semejante dineral, y sin el abultamiento de costos, se hacen los dos trenes de refinación con una capacidad total de 600 mil barriles diarios. Y con esto, y la racionalización del uso de la energía, dejaremos de importar, primero, diesel, y luego gasolina. Y adiós a los precios estratosféricos de estos combustibles.
Otra consecuencia de los retrasos: en octubre del año pasado, el gobierno emitió un programa para impulsar el crecimiento y el empleo. Parte del mismo fue “permitir a Pemex que emplee los recursos acumulados en su fondo de estabilización al cierre de 2008, los cuales se estima serán de 12 mil millones de pesos, para los gastos asociados a preparar la construcción de una refinería y otros gastos de infraestructura”. Esto se incorporó al Presupuesto de 2009. Pues nada, ni siquiera la ingeniería de detalle se haría en 2009. Y la crisis, por lo que a esto respecta, bien, gracias.
gershen@servidor.unam.mx
iempre he sostenido que el Estado crea sus propios monstruos y en muchos casos los ciudadanos los alimentamos con nuestra complacencia. Y si lo señalo de nuevo es porque lo que ahora sucede en nuestro país no tiene ninguna explicación que podamos calificar como medianamente sensata: se trata de aberraciones que, combinadas con la carencia absoluta de un sistema que garantice una cabal y congruente rendición de cuentas, nos tienen sumergidos en la mediocridad y la pobreza.
Para corroborar lo anterior sólo basta mencionar algunos ejemplos recientes que muestran claramente esta situación y que se dieron casualmente durante la semana que concluye.
El primero de ellos fue el mensaje triunfalista de Felipe Calderón sobre la evolución de la economía, donde el “presidente de la estabilidad y del empleo” señaló que la crisis se está superando y que lo prueba el hecho de que durante el último mes se generaron 4 mil empleos, el “índice de la bolsa” ganó terreno y nuestra moneda se recuperó frente a la divisa estadunidense, al cotizarse en 13.20 pesos por dólar.
Sin embargo, en su “alentador mensaje” olvidó señalar que los supuestos empleos generados representan sólo 1 por ciento de los que se perdieron entre octubre del año pasado y febrero del presente año; y que diariamente más de 50 empresas desaparecen por problemas financieros.
Omitió mencionar también que, al igual que el “índice de la bolsa”, los precios de muchos alimentos –incluidos el frijol, el huevo y el azúcar– también crecieron y que la “notable” recuperación momentánea de nuestra moneda obedece a que el país obtuvo una línea de crédito; es decir, una “deuda contingente” de 47 mil millones de dólares, cifra que representa el doble de nuestra deuda externa actual y que de ser utilizada implicaría un mayor endeudamiento para futuras generaciones de mexicanos.
Más aún, este “nuevo endeudamiento” no tendría como destino la construcción de refinerías, petroquímicas, carreteras, universidades o proyectos de infraestructura hidráulica, sino que se estaría utilizando para “estabilizar la economía” (rescatar a grandes empresas y a bancos).
El segundo ejemplo de las aberraciones que mencionamos al principio se refiere a que, finalmente, después de casi 13 meses de haberse anunciado la construcción de una refinería, se dio a conocer que ésta se ubicará en el estado de Hidalgo (en Tula), pero ello queda sujeto a que dicha entidad federativa adquiriera los terrenos donde la magna obra se asentará y para eso se otorga un “pequeño” plazo de 100 días más.
Este anuncio fue hecho por el director general de Pemex y, más allá de poder analizar en estas líneas si el lugar determinado es el óptimo, lo primero que debemos de preguntarnos es por qué razón el anuncio lo hizo él y no su “nuevo y flamante consejo de administración”.
Hay que recordar que la “Nueva Ley de Pemex”, a decir de los legisladores que la aprobaron, incluido Graco Ramírez y Carlos Navarrete, la dotó de un consejo de administración que incluye “consejeros profesionales”. La ley, además, ahora le permite a la paraestatal contar con un “comité de estrategia y de inversión” y con un “comité de transparencia y auditoría”, que garantizarían eficiencia, eficacia y transparencia en la toma de decisiones de la empresa más importante de nuestro país.
Y lo señalo porque hasta ahora, que yo sepa, nadie le ha preguntado a estos cuatro flamantes “consejeros profesionales” (Fluvio Ruiz, Rogelio Gasca, Héctor Moreira y Fortunato Álvarez), ni ellos por iniciativa propia han dado a conocer su opinión en torno de la ubicación y características que tendrá la “nueva refinería”.
Más aún, cuando ya se comenta que dichos consejeros no fueron formalmente informados sobre la decisión anunciada por Jesús Reyes Heroles y sería sumamente grave que en este tema, que representa una de las decisiones más importantes adoptadas por la empresa en los últimos 30 años, se haya pasado por alto la opinión de los “consejeros profesionales”.
De ser cierto lo anterior, por dignidad, respeto a su trabajo y a la propia ley, dichos “consejeros profesionales” deberían de renunciar, ya que si su nueva chamba no es la de participar en estos asuntos, francamente no sé que hacen ahí ni para qué les pagan su quincena.
Y así podríamos seguir mencionando muchas más aberraciones económicas pero, desafortunadamente, no puedo dejar de mencionar otras dos de tipo “político” que me parecieron para Rippley.
La primera es la incorporación de los luchadores Atlantis y La Parquita a la lista de precandidatos a diputados plurinominales del Partido Acción Nacional (PAN). Aquí vale la pena explicarle a Germán Martínez que unos son los luchadores sociales y otros son los profesionales de la lucha libre, aunque ambos sean luchadores.
La segunda es la decisión adoptada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) de enviar a sus candidatos a diputados a tomar un curso (clases) en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
Yo me pregunto: ¿acaso no dicen que están en contra del neoliberalismo?
Quiero decirles que yo estudié en el ITAM, pero esa decisión la tomé hace 27 años, cuando tenía 18, el instituto era diferente y no era candidato a diputado de un partido que dice ser de izquierda.
Al respecto, sería interesante escuchar las respuestas que darán los “catedráticos del ITAM” a los candidatos a diputados del PRD cuando éstos pregunten a su maestro su opinión acerca de la aplicación del IVA a los alimentos y a las medicinas, o su opinión en torno de las privatizaciones, o bien su conclusión sobre temas como el Fobaproa, el rescate carretero o las líneas de crédito otorgada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Reserva Federal (Fed) a nuestro país.
Más aún: imaginemos a Francisco Gil Diaz, Agustín Carstens o Jesús Reyes Heroles –que han sido catedráticos del ITAM– ¡dándoles clases de economía a los candidatos a diputados de un partido de izquierda! O bien opinando sobre la política económica instrumentada por Evo Morales, Hugo Chávez o Luiz Inacio Lula da Silva.
Bueno, ¿acaso no tenemos una Universidad Nacional o a una Universidad Metropolitana donde se enseña buena economía, buen derecho, así como otras ciencias sociales, pero con una visión más nacionalista?
Pero, en fin, mientras reflexionamos sobre lo anterior, no me queda más que advertir: después no nos preguntemos por qué…
Carlos Monsiváis
Para corroborar lo anterior sólo basta mencionar algunos ejemplos recientes que muestran claramente esta situación y que se dieron casualmente durante la semana que concluye.
El primero de ellos fue el mensaje triunfalista de Felipe Calderón sobre la evolución de la economía, donde el “presidente de la estabilidad y del empleo” señaló que la crisis se está superando y que lo prueba el hecho de que durante el último mes se generaron 4 mil empleos, el “índice de la bolsa” ganó terreno y nuestra moneda se recuperó frente a la divisa estadunidense, al cotizarse en 13.20 pesos por dólar.
Sin embargo, en su “alentador mensaje” olvidó señalar que los supuestos empleos generados representan sólo 1 por ciento de los que se perdieron entre octubre del año pasado y febrero del presente año; y que diariamente más de 50 empresas desaparecen por problemas financieros.
Omitió mencionar también que, al igual que el “índice de la bolsa”, los precios de muchos alimentos –incluidos el frijol, el huevo y el azúcar– también crecieron y que la “notable” recuperación momentánea de nuestra moneda obedece a que el país obtuvo una línea de crédito; es decir, una “deuda contingente” de 47 mil millones de dólares, cifra que representa el doble de nuestra deuda externa actual y que de ser utilizada implicaría un mayor endeudamiento para futuras generaciones de mexicanos.
Más aún, este “nuevo endeudamiento” no tendría como destino la construcción de refinerías, petroquímicas, carreteras, universidades o proyectos de infraestructura hidráulica, sino que se estaría utilizando para “estabilizar la economía” (rescatar a grandes empresas y a bancos).
El segundo ejemplo de las aberraciones que mencionamos al principio se refiere a que, finalmente, después de casi 13 meses de haberse anunciado la construcción de una refinería, se dio a conocer que ésta se ubicará en el estado de Hidalgo (en Tula), pero ello queda sujeto a que dicha entidad federativa adquiriera los terrenos donde la magna obra se asentará y para eso se otorga un “pequeño” plazo de 100 días más.
Este anuncio fue hecho por el director general de Pemex y, más allá de poder analizar en estas líneas si el lugar determinado es el óptimo, lo primero que debemos de preguntarnos es por qué razón el anuncio lo hizo él y no su “nuevo y flamante consejo de administración”.
Hay que recordar que la “Nueva Ley de Pemex”, a decir de los legisladores que la aprobaron, incluido Graco Ramírez y Carlos Navarrete, la dotó de un consejo de administración que incluye “consejeros profesionales”. La ley, además, ahora le permite a la paraestatal contar con un “comité de estrategia y de inversión” y con un “comité de transparencia y auditoría”, que garantizarían eficiencia, eficacia y transparencia en la toma de decisiones de la empresa más importante de nuestro país.
Y lo señalo porque hasta ahora, que yo sepa, nadie le ha preguntado a estos cuatro flamantes “consejeros profesionales” (Fluvio Ruiz, Rogelio Gasca, Héctor Moreira y Fortunato Álvarez), ni ellos por iniciativa propia han dado a conocer su opinión en torno de la ubicación y características que tendrá la “nueva refinería”.
Más aún, cuando ya se comenta que dichos consejeros no fueron formalmente informados sobre la decisión anunciada por Jesús Reyes Heroles y sería sumamente grave que en este tema, que representa una de las decisiones más importantes adoptadas por la empresa en los últimos 30 años, se haya pasado por alto la opinión de los “consejeros profesionales”.
De ser cierto lo anterior, por dignidad, respeto a su trabajo y a la propia ley, dichos “consejeros profesionales” deberían de renunciar, ya que si su nueva chamba no es la de participar en estos asuntos, francamente no sé que hacen ahí ni para qué les pagan su quincena.
Y así podríamos seguir mencionando muchas más aberraciones económicas pero, desafortunadamente, no puedo dejar de mencionar otras dos de tipo “político” que me parecieron para Rippley.
La primera es la incorporación de los luchadores Atlantis y La Parquita a la lista de precandidatos a diputados plurinominales del Partido Acción Nacional (PAN). Aquí vale la pena explicarle a Germán Martínez que unos son los luchadores sociales y otros son los profesionales de la lucha libre, aunque ambos sean luchadores.
La segunda es la decisión adoptada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) de enviar a sus candidatos a diputados a tomar un curso (clases) en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
Yo me pregunto: ¿acaso no dicen que están en contra del neoliberalismo?
Quiero decirles que yo estudié en el ITAM, pero esa decisión la tomé hace 27 años, cuando tenía 18, el instituto era diferente y no era candidato a diputado de un partido que dice ser de izquierda.
Al respecto, sería interesante escuchar las respuestas que darán los “catedráticos del ITAM” a los candidatos a diputados del PRD cuando éstos pregunten a su maestro su opinión acerca de la aplicación del IVA a los alimentos y a las medicinas, o su opinión en torno de las privatizaciones, o bien su conclusión sobre temas como el Fobaproa, el rescate carretero o las líneas de crédito otorgada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Reserva Federal (Fed) a nuestro país.
Más aún: imaginemos a Francisco Gil Diaz, Agustín Carstens o Jesús Reyes Heroles –que han sido catedráticos del ITAM– ¡dándoles clases de economía a los candidatos a diputados de un partido de izquierda! O bien opinando sobre la política económica instrumentada por Evo Morales, Hugo Chávez o Luiz Inacio Lula da Silva.
Bueno, ¿acaso no tenemos una Universidad Nacional o a una Universidad Metropolitana donde se enseña buena economía, buen derecho, así como otras ciencias sociales, pero con una visión más nacionalista?
Pero, en fin, mientras reflexionamos sobre lo anterior, no me queda más que advertir: después no nos preguntemos por qué…
Carlos Monsiváis
El “boom” de los nazarenos
El pasado Viernes Santo (10 de abril de 2009) se desbordó en el país y en América Latina un fenómeno casi antiguo, las escenificaciones del Calvario, con los protagonistas básicos: los muchísimos que, por un número variado de razones, emprenden la imitación de Cristo en la cruz (el lema podría ser: “El que no fuere varón de dolores, experimentado en quebrantos, no entrará al reino de los cielos”).
Lo más estrepitoso, quien les compite, es la representación en Iztapalapa: 2 millones de asistentes, según la policía del DF. Allí se precipitó un alud de nazarenos, creyentes, curiosos, fuerzas de seguridad, sociólogos en ciernes (sinónimo de maestros de sociología), sicólogos sociales (sinónimo en esta ocasión de coleccionistas de pistas que desembocan en el punto de partida), periodistas, cronistas con iPod, actores que ensayan las posturas salomónicas del inevitable Poncio Pilatos (“¿A qué mitad del niño queréis que suelte?”) y los gestos del centurión que le corta la oreja a Pedro (¿O fue la nariz? ¿O habrá sido la mano? ¡Consulta Google, Enrique! ¿Qué le cortó el centurión a San Pedro?”).
¿Cuál es el mensaje de tantos “crucificados”, de tantos amarrados sin rigor a maderos, de tantos intérpretes que ante las cámaras fotográficas improvisan el dolor y se abisman en la incomodidad? La reflexión de los nazarenos, esos émulos del Hijo del Hombre, podría ser la siguiente: “Nuestros sufrimientos son el único grupo de presión de que disponemos, nosotros nos movilizamos política o moralmente al extender los brazos y juntar las piernas, y quedar así durante unas cuantas horas. ¿Por qué lo hacemos? Por lo obvio, queremos llamar la atención y ya se sabe: para ser protagónico en estos días hay nomás dos rutinas: ganar méritos con Dios o vacacionar con estilo, y nosotros los nazarenos hemos elegido la tercera vía: hacerla en los atrios, las calles, las plazas, las prisiones. Dénse un quemón con nuestros padecimientos, mirones”.
(El Viernes Santo se registraron en el estado de México 289 representaciones de la muerte de Cristo y 226 representaciones religiosas.)
* * *
Obsérvese algo del flujo de la Pasión: 18 profesores de la CNTE en Morelia se crucifican ante el Palacio de Gobierno para exigirle lo retenido desde hace seis meses: el pago de los salarios de 5 mil maestros. Algunos de los disidentes, como Antonio Ortiz Hernández, dirigente estatal de la CNTE, se extraen sangre que usan para atacar al gobierno y al SNTE de Elba Esther Gordillo.
A las dos de la tarde los profesores, cerca de la entrada de Catedral, instalan las cruces. Afirmó Ortiz Hurtado: “Estamos valorando otras medidas, porque se tiene que tener conciencia de lo que implica no tener salario por más de seis meses. La nuestra es un protesta pacífica como lo hizo Cristo en su tiempo o Gandhi”.
Luego discuten con los representantes del arzobispado de Morelia, que piden el retiro de las cruces que obstaculizan las ceremonias religiosas. Los profesores aceptan la solicitud y al concluir la Procesión del Silencio reanudan su sembradío de cruces (En La Jornada, 11 de abril de 2009, nota de Ernesto Martínez Elorriaga).
* * *
En Iztapalapa (edición 186), la figura de Cristo es legión. Con las cruces sobre los hombros que los han distinguido siempre de los fariseos, los centuriones, los saduceos y los meros policías de los ocho barrios, los nazarenos hacen suya la atroz penitencia del Mesías para que ya nadie les eche en cara que son creyentes desmemoriados como la mayoría de los mexicanos, ya desentendidos del significado de los días en que se fundó el Vaticano. No, eso a los seguidores del Viernes Santo no les pasa, ellos sí lo recuerdan con detalle porque Iztapalapa es la nación de la memoria devocional, y cada familia contiene y ha contenido representantes de los gremios y las clases sociales y litúrgicas de Jerusalén, tales como los nazarenos, los ponciopilatos, los judíos en calidad de testigos, los cristos, los ladrones buenos y malos, los soldados romanos…
Aquí lo importante es la relación de cada persona con la cruz: cargarla es asumir que la fe es un esfuerzo físico, la fe que no fatiga ya es igualita a la indiferencia.
* * *
La cruz, lo expresó muy bien Tomás Méndez, no pesa; lo que cala son los filos. Y en Tijuana, los migrantes expulsados de Estados Unidos comparan a Jesucristo con las víctimas del racismo y de la mala suerte (una sucursal del racismo), y afirman que más de 5 mil migrantes han muerto (el número anual no se determina, pero es muy alto, y en 10 años son bastante más de 5 mil). Otra vez el símbolo de la cristiandad ahorra discursos, tomas laboriosas de conciencia, debates, alegatos: “Si me trepan a la cruz es porque mi vida ha sido el suplicio continuo…”.
* * *
En el Reclusorio Oriente de la ciudad de México, otra teatralización de la Pasión de Nuestro Señor, el hecho fundacional que cada año distancia al sufrimiento real de la felicidad ficticia. Si los reclusos buscan el perdón de sus pecados, algo para ellos tal vez más provechoso que el indulto, o si manejan sus culpas para convencer al gran y definitivo Ministerio Público de los cielos, nunca lo sabremos. En todo caso, si tal conocimiento llega, siempre nos dará vergüenza aceptarlo. En su oportunidad, en cualquiera de las escenificaciones de la ciudad de México o el estado de México la reflexión se dirige a localizar culpables de los pecados que desataron la crisis. Dios mío, ¿por qué me has abandonado en el desempleo?
Y la pregunta es circular: ¿cuál es el origen de la tradición: la culpa colectiva o la culpa personal, el nazareno colectivo que expía por cuenta de la responsabilidad de todos o la presión de la mala conciencia que se hace cargo de la cruz? Ante eso, ¿qué importa si alguno de los cristos se embrolla con el orden de las siete palabras? Basta con un manejo hábil de las circunstancias como el de aquel cristo de teatro comercial que hace unos años, al olvidarse en escena de las siete palabras, las reunió en una sola: “Padre, en tus manos encomiendo tu texto”.
Escritor
Lo más estrepitoso, quien les compite, es la representación en Iztapalapa: 2 millones de asistentes, según la policía del DF. Allí se precipitó un alud de nazarenos, creyentes, curiosos, fuerzas de seguridad, sociólogos en ciernes (sinónimo de maestros de sociología), sicólogos sociales (sinónimo en esta ocasión de coleccionistas de pistas que desembocan en el punto de partida), periodistas, cronistas con iPod, actores que ensayan las posturas salomónicas del inevitable Poncio Pilatos (“¿A qué mitad del niño queréis que suelte?”) y los gestos del centurión que le corta la oreja a Pedro (¿O fue la nariz? ¿O habrá sido la mano? ¡Consulta Google, Enrique! ¿Qué le cortó el centurión a San Pedro?”).
¿Cuál es el mensaje de tantos “crucificados”, de tantos amarrados sin rigor a maderos, de tantos intérpretes que ante las cámaras fotográficas improvisan el dolor y se abisman en la incomodidad? La reflexión de los nazarenos, esos émulos del Hijo del Hombre, podría ser la siguiente: “Nuestros sufrimientos son el único grupo de presión de que disponemos, nosotros nos movilizamos política o moralmente al extender los brazos y juntar las piernas, y quedar así durante unas cuantas horas. ¿Por qué lo hacemos? Por lo obvio, queremos llamar la atención y ya se sabe: para ser protagónico en estos días hay nomás dos rutinas: ganar méritos con Dios o vacacionar con estilo, y nosotros los nazarenos hemos elegido la tercera vía: hacerla en los atrios, las calles, las plazas, las prisiones. Dénse un quemón con nuestros padecimientos, mirones”.
(El Viernes Santo se registraron en el estado de México 289 representaciones de la muerte de Cristo y 226 representaciones religiosas.)
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Obsérvese algo del flujo de la Pasión: 18 profesores de la CNTE en Morelia se crucifican ante el Palacio de Gobierno para exigirle lo retenido desde hace seis meses: el pago de los salarios de 5 mil maestros. Algunos de los disidentes, como Antonio Ortiz Hernández, dirigente estatal de la CNTE, se extraen sangre que usan para atacar al gobierno y al SNTE de Elba Esther Gordillo.
A las dos de la tarde los profesores, cerca de la entrada de Catedral, instalan las cruces. Afirmó Ortiz Hurtado: “Estamos valorando otras medidas, porque se tiene que tener conciencia de lo que implica no tener salario por más de seis meses. La nuestra es un protesta pacífica como lo hizo Cristo en su tiempo o Gandhi”.
Luego discuten con los representantes del arzobispado de Morelia, que piden el retiro de las cruces que obstaculizan las ceremonias religiosas. Los profesores aceptan la solicitud y al concluir la Procesión del Silencio reanudan su sembradío de cruces (En La Jornada, 11 de abril de 2009, nota de Ernesto Martínez Elorriaga).
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En Iztapalapa (edición 186), la figura de Cristo es legión. Con las cruces sobre los hombros que los han distinguido siempre de los fariseos, los centuriones, los saduceos y los meros policías de los ocho barrios, los nazarenos hacen suya la atroz penitencia del Mesías para que ya nadie les eche en cara que son creyentes desmemoriados como la mayoría de los mexicanos, ya desentendidos del significado de los días en que se fundó el Vaticano. No, eso a los seguidores del Viernes Santo no les pasa, ellos sí lo recuerdan con detalle porque Iztapalapa es la nación de la memoria devocional, y cada familia contiene y ha contenido representantes de los gremios y las clases sociales y litúrgicas de Jerusalén, tales como los nazarenos, los ponciopilatos, los judíos en calidad de testigos, los cristos, los ladrones buenos y malos, los soldados romanos…
Aquí lo importante es la relación de cada persona con la cruz: cargarla es asumir que la fe es un esfuerzo físico, la fe que no fatiga ya es igualita a la indiferencia.
* * *
La cruz, lo expresó muy bien Tomás Méndez, no pesa; lo que cala son los filos. Y en Tijuana, los migrantes expulsados de Estados Unidos comparan a Jesucristo con las víctimas del racismo y de la mala suerte (una sucursal del racismo), y afirman que más de 5 mil migrantes han muerto (el número anual no se determina, pero es muy alto, y en 10 años son bastante más de 5 mil). Otra vez el símbolo de la cristiandad ahorra discursos, tomas laboriosas de conciencia, debates, alegatos: “Si me trepan a la cruz es porque mi vida ha sido el suplicio continuo…”.
* * *
En el Reclusorio Oriente de la ciudad de México, otra teatralización de la Pasión de Nuestro Señor, el hecho fundacional que cada año distancia al sufrimiento real de la felicidad ficticia. Si los reclusos buscan el perdón de sus pecados, algo para ellos tal vez más provechoso que el indulto, o si manejan sus culpas para convencer al gran y definitivo Ministerio Público de los cielos, nunca lo sabremos. En todo caso, si tal conocimiento llega, siempre nos dará vergüenza aceptarlo. En su oportunidad, en cualquiera de las escenificaciones de la ciudad de México o el estado de México la reflexión se dirige a localizar culpables de los pecados que desataron la crisis. Dios mío, ¿por qué me has abandonado en el desempleo?
Y la pregunta es circular: ¿cuál es el origen de la tradición: la culpa colectiva o la culpa personal, el nazareno colectivo que expía por cuenta de la responsabilidad de todos o la presión de la mala conciencia que se hace cargo de la cruz? Ante eso, ¿qué importa si alguno de los cristos se embrolla con el orden de las siete palabras? Basta con un manejo hábil de las circunstancias como el de aquel cristo de teatro comercial que hace unos años, al olvidarse en escena de las siete palabras, las reunió en una sola: “Padre, en tus manos encomiendo tu texto”.
Escritor
Alejandro Páez Varela
Yes, we can… wait.
Desde el embargo a Cuba en 1962, nunca antes un presidente de Estados Unidos había ofrecido tan claramente al gobierno de la isla un diálogo directo que conduzca a la distensión. “Sé que hay un largo camino por delante para acabar con décadas de desconfianza, pero hay pasos decisivos que podemos tomar hacia un nuevo día”, dijo Barack Obama. “En los dos últimos años he indicado, y lo repito hoy, que estoy preparado para que mi administración se involucre con el gobierno de Cuba en una amplia gama de temas, desde los derechos humanos a la libertad de expresión, las reformas democráticas, las drogas y los asuntos económicos”.
Y luego, en el marco de la Cumbre de las Américas, el jefe de Estado más carismático desde John F. Kennedy hizo lo que hasta hace unos meses era impensable: extendió su mano a Hugo Chávez, dictador en potencia de Venezuela y, gracias al petróleo, promotor constante de un neopanamericanismo de izquierdas. Sonrió con el amigo Lula da Silva, abrazó a Evo Morales.
La contundencia con la que Obama abrió el tema de Cuba no es sorpresiva. El mandatario ha dado muestras de ser un hombre directo y franco. Se esperaba que su gobierno rompiera paradigmas porque él mismo es la ruptura con el pasado. Frente a Europa, recordemos, asumió las culpas de un capitalismo bárbaro que desde Wall Street empobrece al planeta con una crisis económica sin precedentes. Inmediatamente después planteó una distensión, y ofreció la búsqueda conjunta de soluciones para limitar el poder de los mercados financieros; abrió la cartera para que el Fondo Monetario Internacional tuviera recursos disponibles para el tercer mundo, y sin dudar un instante planteó una reforma en los organismos internacionales que no es un nuevo Bretton Woods, pero sí algo muy cercano.
Ese es Obama… cuando quiere.
La pregunta ahora es por qué el trato con México fue tan ambiguo, tan poco comprometido.
Vicente Fox resultó una terrible “puntada”, una ocurrencia de la democracia que los mexicanos seguimos pagando. Ya fuera de Los Pinos, al ex presidente solemos citarlo porque si abre la boca saldrá un chiste. Pero su frase “No más palabras, no más planes, no más palmaditas en la espalda, como las que yo recibí por seis años (…)”, además de triste, es reveladora y, raro en este personaje, llena de verdad. El trato de Estados Unidos a México es de palmaditas en la espalda. Lo fue con Fox y lo es ahora también con Felipe Calderón. La relación de Fox con George W. Bush sólo sirvió para la foto campirana del mundo Marlboro y, en cambio, heredó un muro fronterizo vergonzoso e hiriente; un endurecimiento en el trato con los migrantes; un abandono en temas económicos, sociales y del narcotráfico. Una patada en el trasero.
¿En dónde está nuestro error? ¿Por qué ese trato?
Hillary Clinton vino a México a darnos una dosis de palmaditas. Lo mismo hace Janet Napolitano y toda la bola de funcionarios estadounidenses que ahora se la viven en el país porque ya les llegó la lumbre a los aparejos con la inseguridad. Pero no pasan de eso. La cooperación de los últimos meses, realmente amplia, era lo menos que Estados Unidos podía hacer por sí mismo, ahora que el crimen organizado gesta desde México la toma de las calles del país más atascado del globo.
Las evidencias nos hacen pensar que difícilmente el gobierno mexicano tiene un plan redondo para el trato con Estados Unidos. Vamos resolviendo con ellos los temas bilaterales en las dosis que ellos quieren, cuando quieren, como quieren. Ahora se les antoja hablar de drogas, de seguridad fronteriza. Y allí vamos. Mañana querrán, quizá, hablar de un programa de migrantes temporales. Iremos, también, a esas mesas. Porque no tenemos un programa integral, evidentemente. Aceptamos sus miserias (como el dinerito del Plan Mérida) porque no sabemos decir no. Nuestra agenda con ellos está secuestrada por ellos, por los estadounidenses, y el resultado de esta relación condicionada, y así asumida, son las palmaditas (Fox dixit) en la espalda.
Asumimos que no tenemos dientes para negociar, para arrinconarlos. Les damos lo que piden, como lo piden, a la hora que lo piden. Gracias por su ayuda con el tema del narco, les decimos. Y ya. Les ponemos los muertos. Bañamos nuestras calles con sangre de mexicanos (sicarios, civiles o policías) por su adicción, y no sabemos cobrarles el favor que les hacemos a diario, que les hacen las policías honestos, los civiles y los militares.
Sinvergüenzas: en un país con millones de miserables, nosotros financiamos su guerra contra los cárteles. Porque no es una guerra que se gesta aquí, en México; se alimenta de allá, de Estados Unidos, con su dinero y con sus armas. De allá llegan los fusiles que aterrorizan cientos, miles de poblaciones en todo el país. De allá llega el dinero que montó a Joaquín Guzmán Loera en la lista de Forbes y que pagan los sicarios que matan y ejecutan en todo el territorio. De allá llega la gasolina que aviva nuestro fuego.
A cambio nos dan palmaditas. Y nosotros, con el orgullo abollado, incapaces de negociar, impotentes ponemos la espalda.
Gracias, señor Obama, por su visita a México. Le fue muy cómoda, seguramente. Los mexicanos no gritamos, no exigimos, no sabemos orillarlo a que cumpla con su parte (como parece hacerlo todo mundo, de Cuba a Europa). Sin embargo, sí le aplaudimos, le sonreímos, le hacemos caravanas, le cuidamos, le abrimos el paso, le ponemos su alfombrita roja para que no se ensucie los zapatos impecables, le tendemos su camita, le paramos la ciudad de cabeza si es necesario, le saludamos cuando va volando, le ondeamos sus banderas, le ponemos su aeropuerto para que no se canse en un viaje tan largo hacia Trinidad y Tobago (a donde sí llevaba compromisos: “Déjenme decirlo con claridad, no estoy interesado en hablar por hablar…”). Nuestra comida es de lo mejor, como pudo atestiguar. Somos gente cálida, buena en extremo, aguantadora y trabajadora. Usted lo sabía: lo atestiguó en las cocinas y los jardines de Chicago.
Gracias por su visita, señor Obama, pero por mí, se la pudo ahorrar. Las palmaditas las recibimos días antes de mano de Hillary. Y nos las siguen dando.
Don Barack: voy a contracorriente en la “Obamanía”: usted me ha decepcionado.
Periodista, escritor
Y luego, en el marco de la Cumbre de las Américas, el jefe de Estado más carismático desde John F. Kennedy hizo lo que hasta hace unos meses era impensable: extendió su mano a Hugo Chávez, dictador en potencia de Venezuela y, gracias al petróleo, promotor constante de un neopanamericanismo de izquierdas. Sonrió con el amigo Lula da Silva, abrazó a Evo Morales.
La contundencia con la que Obama abrió el tema de Cuba no es sorpresiva. El mandatario ha dado muestras de ser un hombre directo y franco. Se esperaba que su gobierno rompiera paradigmas porque él mismo es la ruptura con el pasado. Frente a Europa, recordemos, asumió las culpas de un capitalismo bárbaro que desde Wall Street empobrece al planeta con una crisis económica sin precedentes. Inmediatamente después planteó una distensión, y ofreció la búsqueda conjunta de soluciones para limitar el poder de los mercados financieros; abrió la cartera para que el Fondo Monetario Internacional tuviera recursos disponibles para el tercer mundo, y sin dudar un instante planteó una reforma en los organismos internacionales que no es un nuevo Bretton Woods, pero sí algo muy cercano.
Ese es Obama… cuando quiere.
La pregunta ahora es por qué el trato con México fue tan ambiguo, tan poco comprometido.
Vicente Fox resultó una terrible “puntada”, una ocurrencia de la democracia que los mexicanos seguimos pagando. Ya fuera de Los Pinos, al ex presidente solemos citarlo porque si abre la boca saldrá un chiste. Pero su frase “No más palabras, no más planes, no más palmaditas en la espalda, como las que yo recibí por seis años (…)”, además de triste, es reveladora y, raro en este personaje, llena de verdad. El trato de Estados Unidos a México es de palmaditas en la espalda. Lo fue con Fox y lo es ahora también con Felipe Calderón. La relación de Fox con George W. Bush sólo sirvió para la foto campirana del mundo Marlboro y, en cambio, heredó un muro fronterizo vergonzoso e hiriente; un endurecimiento en el trato con los migrantes; un abandono en temas económicos, sociales y del narcotráfico. Una patada en el trasero.
¿En dónde está nuestro error? ¿Por qué ese trato?
Hillary Clinton vino a México a darnos una dosis de palmaditas. Lo mismo hace Janet Napolitano y toda la bola de funcionarios estadounidenses que ahora se la viven en el país porque ya les llegó la lumbre a los aparejos con la inseguridad. Pero no pasan de eso. La cooperación de los últimos meses, realmente amplia, era lo menos que Estados Unidos podía hacer por sí mismo, ahora que el crimen organizado gesta desde México la toma de las calles del país más atascado del globo.
Las evidencias nos hacen pensar que difícilmente el gobierno mexicano tiene un plan redondo para el trato con Estados Unidos. Vamos resolviendo con ellos los temas bilaterales en las dosis que ellos quieren, cuando quieren, como quieren. Ahora se les antoja hablar de drogas, de seguridad fronteriza. Y allí vamos. Mañana querrán, quizá, hablar de un programa de migrantes temporales. Iremos, también, a esas mesas. Porque no tenemos un programa integral, evidentemente. Aceptamos sus miserias (como el dinerito del Plan Mérida) porque no sabemos decir no. Nuestra agenda con ellos está secuestrada por ellos, por los estadounidenses, y el resultado de esta relación condicionada, y así asumida, son las palmaditas (Fox dixit) en la espalda.
Asumimos que no tenemos dientes para negociar, para arrinconarlos. Les damos lo que piden, como lo piden, a la hora que lo piden. Gracias por su ayuda con el tema del narco, les decimos. Y ya. Les ponemos los muertos. Bañamos nuestras calles con sangre de mexicanos (sicarios, civiles o policías) por su adicción, y no sabemos cobrarles el favor que les hacemos a diario, que les hacen las policías honestos, los civiles y los militares.
Sinvergüenzas: en un país con millones de miserables, nosotros financiamos su guerra contra los cárteles. Porque no es una guerra que se gesta aquí, en México; se alimenta de allá, de Estados Unidos, con su dinero y con sus armas. De allá llegan los fusiles que aterrorizan cientos, miles de poblaciones en todo el país. De allá llega el dinero que montó a Joaquín Guzmán Loera en la lista de Forbes y que pagan los sicarios que matan y ejecutan en todo el territorio. De allá llega la gasolina que aviva nuestro fuego.
A cambio nos dan palmaditas. Y nosotros, con el orgullo abollado, incapaces de negociar, impotentes ponemos la espalda.
Gracias, señor Obama, por su visita a México. Le fue muy cómoda, seguramente. Los mexicanos no gritamos, no exigimos, no sabemos orillarlo a que cumpla con su parte (como parece hacerlo todo mundo, de Cuba a Europa). Sin embargo, sí le aplaudimos, le sonreímos, le hacemos caravanas, le cuidamos, le abrimos el paso, le ponemos su alfombrita roja para que no se ensucie los zapatos impecables, le tendemos su camita, le paramos la ciudad de cabeza si es necesario, le saludamos cuando va volando, le ondeamos sus banderas, le ponemos su aeropuerto para que no se canse en un viaje tan largo hacia Trinidad y Tobago (a donde sí llevaba compromisos: “Déjenme decirlo con claridad, no estoy interesado en hablar por hablar…”). Nuestra comida es de lo mejor, como pudo atestiguar. Somos gente cálida, buena en extremo, aguantadora y trabajadora. Usted lo sabía: lo atestiguó en las cocinas y los jardines de Chicago.
Gracias por su visita, señor Obama, pero por mí, se la pudo ahorrar. Las palmaditas las recibimos días antes de mano de Hillary. Y nos las siguen dando.
Don Barack: voy a contracorriente en la “Obamanía”: usted me ha decepcionado.
Periodista, escritor
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