Editorial EL UNIVERSAL
Quiebre del fuero eclesial
La Iglesia católica no resistió la presión. Ayer el Vaticano difundió nuevos lineamientos a sus iglesias locales sobre cómo responder a las acusaciones de abusos sexuales de parte de miembros del clero. Señala que los obispos deben denunciar los delitos a la policía, y que siempre deberá seguirse el camino de la ley civil en estas denuncias.
Esto es un vuelco histórico a su tradicional política de fuero eclesial de facto, que ordenaba a los obispos encubrir a los sacerdotes acusados de pederastia e internarlos en retiros para darles “tratamiento”. Esto imposibilitaba que los agresores pudieran ser juzgados por otro tipo de autoridades que no fueran las propias, lo que sirvió de pretexto para que muchas irregularidades y hasta delitos cometidos por sacerdotes quedaran impunes o se solucionaran por vías extra legales.
Las denuncias de casos de pederastia se han documentado por todo el mundo. Diócesis enteras han quebrado financieramente por el pago de reparaciones a víctimas de abusos. Los crímenes no han sido hecho aislados, han ido de Alemania a Estados Unidos, pasando por Irlanda.
México no ha sido, por desgracia, la excepción, con el terrible caso del padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, cuyas aristas ya han repercutido no sólo en la jerarquía católica mexicana sino hasta en la curia vaticana misma, al grado que el propio Papa Benedicto XVI ha sido puesto bajo sospecha por quienes aseguran que desde sus tiempos de cardenal no ha sido enérgico al enfrentar dichos temas. Estos críticos de su actuación lo acusan de falaz guardían de la Iglesia y de franco encubridor de delitos.
Las instituciones milenarias no suelen tener mucha vocación de cambio. De hecho las resistencias de la Santa Sede a admitir el problema han pasado de una negación tajante de los hechos, a documentar algunos casos y admitir sólo los más evidentes.
En Semana Santa aseguró que todo es parte de un complot mundial para desprestigiar al catolicismo y ayer mismo el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, aventuró la idea de que la pederastia tiene más qué ver con la homosexualidad que con el celibato sacerdotal.
Aun así, y pese a sus propias resistencias, ayer el Vaticano autorizó el quiebre del fuero eclesial. Qué bueno. Es un paso estimable, no sólo para que quienes han sido víctimas de abusos puedan acceder a la justicia a todos los niveles posibles.
También puede ser una herramienta útil para conjurar en algo la repetición de nuevos casos de seres humanos mancillados y marcados de por vida, por quienes inician siendo sus pretendidos guías morales y terminan siendo su peor pesadilla.
Esto es un vuelco histórico a su tradicional política de fuero eclesial de facto, que ordenaba a los obispos encubrir a los sacerdotes acusados de pederastia e internarlos en retiros para darles “tratamiento”. Esto imposibilitaba que los agresores pudieran ser juzgados por otro tipo de autoridades que no fueran las propias, lo que sirvió de pretexto para que muchas irregularidades y hasta delitos cometidos por sacerdotes quedaran impunes o se solucionaran por vías extra legales.
Las denuncias de casos de pederastia se han documentado por todo el mundo. Diócesis enteras han quebrado financieramente por el pago de reparaciones a víctimas de abusos. Los crímenes no han sido hecho aislados, han ido de Alemania a Estados Unidos, pasando por Irlanda.
México no ha sido, por desgracia, la excepción, con el terrible caso del padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, cuyas aristas ya han repercutido no sólo en la jerarquía católica mexicana sino hasta en la curia vaticana misma, al grado que el propio Papa Benedicto XVI ha sido puesto bajo sospecha por quienes aseguran que desde sus tiempos de cardenal no ha sido enérgico al enfrentar dichos temas. Estos críticos de su actuación lo acusan de falaz guardían de la Iglesia y de franco encubridor de delitos.
Las instituciones milenarias no suelen tener mucha vocación de cambio. De hecho las resistencias de la Santa Sede a admitir el problema han pasado de una negación tajante de los hechos, a documentar algunos casos y admitir sólo los más evidentes.
En Semana Santa aseguró que todo es parte de un complot mundial para desprestigiar al catolicismo y ayer mismo el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, aventuró la idea de que la pederastia tiene más qué ver con la homosexualidad que con el celibato sacerdotal.
Aun así, y pese a sus propias resistencias, ayer el Vaticano autorizó el quiebre del fuero eclesial. Qué bueno. Es un paso estimable, no sólo para que quienes han sido víctimas de abusos puedan acceder a la justicia a todos los niveles posibles.
También puede ser una herramienta útil para conjurar en algo la repetición de nuevos casos de seres humanos mancillados y marcados de por vida, por quienes inician siendo sus pretendidos guías morales y terminan siendo su peor pesadilla.
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