5/28/2012

Campañas a la demanda



Ricardo Raphael

En lo que llevo de vida adulta las campañas presidenciales en México se han hecho siempre desde la oferta y no desde la demanda. La primera que recuerdo fue la de José López Portillo, emblema contundente de este estilo. Cual pregonero en el mercado, el candidato salía a gritar sus propuestas, recorriendo a su entera voluntad plazas, foros, mítines o mesas de trabajo. Nadie fuera de su equipo cercano influía en la agenda del abanderado, entonces libre de adversarios. En revancha, la sociedad miraba incrédula, mientras delante de su puerta se paseaba la profecía irrefutable del aspirante presidencial. Poco era lo que podía decir, proponer, influir o interpelar el ciudadano de a pie.

Todavía en el 2000, cuando la sociedad organizó uno que otro foro para escuchar los argumentos de los presidenciables, hubo quien se dio el lujo de ignorar la invitación para dialogar con los votantes.

Hoy, sin embargo, tal forma de hacer campaña está siendo rebasada. No importa cuánto se hayan preparado los contendientes para evitar la improvisación, ahora se impone la fuerza que viene desde la sociedad para que los candidatos se definan frente a tal o cual tema. Esta campaña podría ser la primera en nuestra larga historia donde la demanda jugó un papel más potente que la oferta política.

La exigencia que los jóvenes de la Universidad Iberoamericana le impusieron al candidato priísta, Peña Nieto, para que rindiera cuentas a propósito de la violación de derechos humanos en Atenco, o sobre la elevada tasa de feminicidios en el Estado de México, se ha vuelto muy notorio de esta contienda pero lejos está de ser el único en su tipo.

Vale la pena revisar la agenda de eventos que traen a cuestas los cuatro aspirantes para constatar tal realidad. Por cada acto orquestado por los equipos de campaña hay otro al que los candidatos son invitados por una organización o red social con el objeto de que se expliquen y explayen sobre los asuntos que realmente importan.

Aun más interesante es que antes de escucharles, los anfitriones están presentando a cada presidenciable diagnósticos y propuestas bien formulados.

Pareciera que la sociedad civil mexicana llegó mejor preparada a este momento público que los contendientes a ocupar la silla principal de Los Pinos.

Las organizaciones empresariales, los maestros, las universidades, los colegios de profesionales, y uno que otro foro periodístico, están siendo el escenario por excelencia para medir a los contendientes. La lista de asociaciones es larga y cada cual quiere discutir su propia preocupación con quien podría ser el jefe del Estado mexicano: entre tantas otras, destacan aquellas vinculadas a la seguridad, la justicia o a los derechos de las víctimas, las que defienden a la educación o las que exigen transparencia o mayor rendición de cuentas.

Se equivocó de país quien, en su ignorancia, hubiese soñado con controlar el ambiente. Quizá como producto de la crisis violenta que hoy nos sacude o porque la ciudadanía ha ido adquiriendo experiencia para incidir en la futura agenda gubernamental, lo cierto es que se hace notable la intensidad con que distintos segmentos, no partidistas de nuestra comunidad, están participando en esta ocasión.

Acaso sólo los medios andan despistados respecto a este hecho. Replicando lo que acostumbran, han tomado el discurso del orador en turno sin prestar atención a las preguntas que se están haciendo desde gayola. Y, sin embargo, lo segundo está siendo tanto o más relevante que lo primero.

Cuando Josefina Vázquez Mota acudió con las organizaciones que defienden los derechos de las personas con discapacidad, se vio forzada a poner de lado su propia plataforma para retomar al pie de la letra las propuestas que en esa reunión se le presentaron. Cuando los jóvenes salieron a marchar con ánimo democrático para exigir información y transparencia, Enrique Peña Nieto se vio obligado a presentar un decálogo de compromisos para con la libertad. Hasta Andrés Manuel López Obrador ha tenido que responder cuestionamientos fuertes en los mítines que realiza cotidianamente dentro de los aviones comerciales que lo transportan.

Sin duda, los modos de la política han cambiado en nuestro país y acaso porque esta transformación nos está pasando bajo las narices es que no alcanzamos a dimensionarla en toda su estatura: en México la demanda ciudadana probablemente no volverá a ser menos intensa que la oferta de la política; de ser así, estamos presenciando un muy celebrable paso de nuestra evolución civilizatoria.

Analista político

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