5/28/2012

Iraida Noriega y su nuevo disco

Jazz

Antonio Malacara
La luz y la voz de Iraida Noriega se instalan de nueva cuenta en un compacto y entregan Caracolito, que según nuestras cuentas es el décimo disco en su haber, sin contar, por supuesto, el del grupo Cuicanitl, los dos acoplados de Mexican Divas, el del Festival de Tailandia y la Ofrenda a Rockdrigo González.

Aunque para la mayoría de sus seguidores –sus miles de seguidores– la Noriega es una de las mejores cantantes de jazz que han transitado por estas tierras, a ella nunca le han preocupado las etiquetas; siempre ha dejado en claro que tan a gusto se siente en su sincopada carrera como en los eventuales palomazos y escarceos con que se adentra en el rock, el funk, la cubanía o cualquier otra provocación que le haga ojitos y que a ella le dé la gana cantar.

Ergo, más que una obra jazzística en pleno, Caracolito es un despliegue de canciones bien armadas, de impecable factura, con las acostumbradas sobredosis de calidez con que esta mujer seduce en cada una de sus líneas. Pero el jazz sigue estando ahí; más como una idea y una actitud que como una forma específica de construir los compases y las armonías. La improvisación instrumental también se mantiene, y ahora con el plus de Aarón Cruz –maestro en plenitud– en la producción y en el pulso de cinco bajos y contrabajos diferentes.

Iraida nos gusta, por supuesto… y mucho. Nos gustan la delicadeza y la pulcritud de sus fraseos, que van de la mano y se apapachan y se complementan con la rugosa y apasionada solidez de su temperamento. Es el inconfundible estilo de Iraida, de la ya célebre Noriega.

Claro que también llega a tener sus asegunes, y los vemos de frente (Queremos tanto a Glenda, Cortázar dixit). En este disco aparecen con claridad en Dime, mamá, estupenda rola que se rompe y rueda cuando la cantante inserta en medio de ella fragmentos de Dime, abuelita, de don Gabilondo Soler. En cambio, en otro acercamiento cricriesco, el de La muñeca fea, el resultado es excelente, tanto en la voz como en el diálogo entre el bajo de Aarón y el piano de Carlos Sustaita. Hace 30-35 años le escuché esta misma canción a un Serrat exiliado que, por desgracia, nunca la incluyó en un disco.
Foto
Iraida Noriega en una imagen tomada de myspace 
 
Otros estupendos ejemplos de la sobrada capacidad de Iraida como arreglista llegan con La Llorona y La bruja, son istmeño y canción veracruzana, que más que tradicionales parecieran dos temas recién compuestos al amparo de estas versiones. Está también un tributo a la sangre materna de Iraida con la cubanía de Wei sha ffe; una evocación más a la omnipresencia de Freddy Noriega, icono y patriarca, por medio de Farolito, composición de Iraida en la que se introducen pequeños fragmentos de Farolero, canción de Rafael Pérez Botija que Freddy inmortalizó en un álbum de 1982.

Y hay más. La compositora pone música a dos poemas: Los amorosos, de Jaime Sabines, y La espera, de Guadalupe Galván. En el primero, uno de los textos más traídos y llevado del poeta chiapaneco, los resultados son buenos, así nomás. En cambio, con La espera uno cae en un laberinto de claroscuros que atrapan sin remedio, y que parecieran convencerte de aquella tesis que afirma que la única fase real de la felicidad está en el preámbulo, en la espera. Guadalupe Galván colaboró también en el disco anterior de Iraida, con el poema Ven conmigo, que de hecho da título al álbum.

Pero ya puestos a escoger, déjeme decirle que Luz en tus ojos es una de las mejores piezas que le hemos escuchado (saludos a Porfirio García). Se trata de una danza de inusitada brillantez, con una sorprendente claridad expresiva, que más allá de cualquier paradoja remite a ritmos milenarios y a texturas total y absolutamente contemporáneas.

Caracolito debe configurar algún pasaje muy personal e íntimo de la vocalista, y aquí nos convida un poco de ese color y esos festivos compases con aroma de mar. Gracias, pues. Salud.

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