7/13/2012

LA OTRA RUTA MIGRATORIA

Acompañan a varones y realizan sin paga labores domésticas

Por Citlalli López, corresponsal

Oaxaca, 12 jul 12 (CIMAC).- La mañana del 20 de junio Rosalva se levantó muy temprano. Despertó a sus tres hijos. Cada uno se enfundó en sus ropas roídas. Llenaron de pan cajas y costales para el largo viaje hacia Ojos Negros, Baja California, donde trabajarán como jornaleros agrícolas.

Como más de la mitad de las y los pobladores en su comunidad, Rosalva habla el zapoteco y muy poco español. Es originaria de San Isidro, localidad del municipio de San Miguel Mixtepec, ubicado a 57 kilómetros de la capital del estado de Oaxaca.

Ella es el sostén de la familia integrada por dos niñas y un niño; ninguno rebasa los 10 años de edad, tampoco alcanzan su talla y peso ideal.

Rosalva viaja por primera vez como jornalera y lo hace junto con otros 17 hombres, mujeres, niñas y niños originarios de San Miguel Mixtepec, y otros de los municipios de Zimatlán y Ocotlán, quienes esperan la corrida del autobús que cada miércoles y sábado sale hacia los estados de Sinaloa y Baja California, atrás de la Central de Abasto de esta capital estatal.

Más de 40 por ciento de los pasajeros son mujeres; la mayoría entre 16 y 32 años de edad.

FAMILIAS SIN OPORTUNIDADES

Alejandro Sandoval, enlace externo del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) en Oaxaca, afirma que niñas y mujeres son las más vulnerables con la migración hacia los campos agrícolas, ya que sufren múltiple discriminación y dobles jornadas de trabajo.

“Las mujeres se enfrentan a ser pobres, indígenas y vivir en una condición permanente de vulnerabilidad por estar en movimiento, no tener arraigo, no hablar bien español y no saber a quién acudir si tienen problemas. A la mujer se le explota, se le usa sexualmente, se utiliza para trabajos que no hacen los varones”, explica.

La migración familiar es cada vez más frecuente y la participación de las mujeres y las niñas es más extensa que la de los hombres, porque en comparación con ellos, las migrantes enfrentan jornadas dobles: en el campo y en las labores domésticas.

De acuerdo con una investigación que IPEC realiza en los municipios de Coatecas Altas, Miahuatlán, Ocotlán de Morelos, La Pe Ejutla y Monjas, ubicados al sur del estado, familias enteras se ven obligadas a migrar porque separarse representa un doble gasto, en cambio viajar juntos a los campos agrícolas representa mayor número de ingresos a la familia, y mayor comodidad para el varón porque no paga por las labores como cocinar, lavar ropa o hacer el aseo del hogar temporal.

Se estima que cada año 16 mil mujeres y hombres se van a trabajar a los campos de Sonora, Sinaloa, Nayarit, Veracruz y Yucatán; algunos a través de los programas gubernamentales y otros, la mayoría, contactados por gente externa que les ofrece trabajo legal, pero en condiciones laborales deplorables.

NIÑAS, EL ESLABÓN MÁS DÉBIL

Genoveva es cuñada de Rosalva, tiene 23 años y también es de San Miguel Mixtepec. En brazos lleva a su hijo de dos años; se va a Sinaloa con su esposo a los campos de cultivo como cocinera de los jornaleros, un trabajo no remunerado.

“Nos tenemos que ir porque aquí no hay trabajo, allá en el cerro no hay nada que hacer, no hay de qué vivir”. Su esposo le dijo un día “nos vamos”, relata mientras espera la llegada del autobús.

El destino de su hijo, como el de muchos otros que crecen entre los campos, seguramente se unirá a esta cadena de la migración sin fin.

Así ocurrió con Enriqueta. La primera vez que emigró lo hizo a los 12 años acompañada de su hermano de 14, para trabajar en el cultivo de fresa en Sinaloa y después en el de cebolla en Ojos Negros, Baja California.

Hasta antes de cumplir la mayoría de edad, la mujer regresaba a casa cada año hasta que un día, hace 10 años, decidió no volver.

“Yo cuando me fui no extrañé mi tierra, lo hice contenta de irme de aquí y ahora que me vuelva a ir será una felicidad. Lo único que me duele es dejar a mi madre sola. Aquí la verdad no la hacemos”, platica.

La razón económica es el motivo más fuerte por el cual las familias emigran, sin embargo también incide la carencia laboral y la limitación del acceso a la educación.

“En los campos jornaleros vemos familias enteras porque si trabaja el papá, la mamá y los hijos hay más dinero, y por una jornada laboral las y los niños desde los cinco años trabajan en condiciones infrahumanas e insalubres, pero también generan insumos a las familias”, abunda Alejandro Sandoval.

En esta cadena de migración, el eslabón más débil son las niñas a quienes se les restringe ir a la escuela porque la familia las deja al cuidado de los hermanos menores y las labores de la casa.

Como el trabajo en el hogar no es visto, tampoco es remunerado, en consecuencia las niñas son discriminadas en relación a los niños que sí aportan al ingreso familiar.

Sandoval explica que el programa IPEC es un Plan de Acción Mundial planteado en 2010 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), para erradicar el trabajo infantil en el mundo al 2016, tomando como objetivos países de América Latina, África, Asia y Pacífico.

La OIT lanzó una campaña internacional multisectorial en los gobiernos de diferentes países, empresas, organizaciones de trabajadores y de la sociedad civil, así como con gobiernos locales, para promover desde una perspectiva de derechos la erradicación del trabajo infantil y sacar a niños, niñas y adolescentes de los campos de cultivo.

En México el programa IPEC se realiza en Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Sinaloa y Michoacán. En estas entidades se ejecutan proyectos pilotos con miras a convertirse en políticas públicas con el fin de disminuir el fenómeno migratorio.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario