A un año de creada, las víctimas la consideran ‘‘ineficiente’’
‘‘Lejos de ayudarnos nos escatima su apoyo y nos deja en la indefensión’’
Fernando Camacho Servín
Periódico La Jornada
Viernes 3 de abril de 2015, p. 5
Apenas un año después de su surgimiento, la
Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) se ha convertido en un
organismo ‘‘ineficiente’’ que, lejos de ayudar a quienes han sufrido
alguna violación grave de derechos humanos, les escatima su apoyo, los
engaña y los evade, en una dinámica que los revictimiza y los deja en la
indefensión.
Denunciaron lo anterior familiares de personas afectadas, quienes en entrevista con La Jornada
subrayaron que el personal de la CEAV ha llegado incluso a regañarlos
por pedir su auxilio, o a condicionar su apoyo a que ellos paguen
primero los gastos que genera la búsqueda de sus seres queridos, para
después analizar si se los rembolsan, lo cual no siempre ocurre.
Alma Rosa Preciado Rubio, originaria de Guasave, Sinaloa, sufrió la
desaparición de su hija Ilse Janeth Cervantes, su nieta Renata Janeth
Leal, su yerno José Alberto Leal y un primo de éste, Ernesto Leal, el 28
de agosto de 2011, luego de que un grupo de policías estatales de
Chiapas los detuvieran de forma injustificada.
Aunque la familia pagó un rescate de 10 millones de pesos por sus
seres queridos, hasta la fecha no han vuelto a saber de ellos. El caso
fue asumido por diversas instancias de la Procuraduría General de la
República (PGR), sin que el paradero de las víctimas se haya definido
aún.
‘‘Desde 2011, fui a la CEAV de Mazatlán, pero vengo al Distrito
Federal cada mes desde hace un año. Aquí me hacen pasar todo el día sin
darme respuestas, sin comer. En una ocasión un funcionario de nombre
Édgar estaba de mal humor por algo que le pasó con otra víctima y se
desquitó conmigo. Hasta me hizo llorar y no hallaba si quedarme o salir
corriendo’’, recordó.
La comisión ejecutiva no le ha rembolsado diversos gastos por
transporte, hospedaje, llamadas telefónicas y comida, que ella ha tenido
que cubrir con sus propios recursos pese a tener las facturas que le
solicitan.
Un trato similar ha padecido Karina Arce Flores, maestra de Acapulco,
Guerrero, cuyo hermano Alberto desapareció el 9 de marzo de 2013,
cuando salió a ejercer su trabajo de técnico en refrigeración junto con
su asistente, Alexander Juárez Arciniega. ‘‘Tuvimos contacto con la CEAV
al mes de que mi hermano desapareció. Les pedí que me ayudaran
jurídicamente, porque me querían quitar mi trabajo por abandono de
plaza, ya que por estar en la búsqueda falté más de tres días seguidos.
Le expliqué eso al delegado en Acapulco y me dijo: ‘mañana te marco’. A
dos años de eso todavía no recibo su llamada’’, lamentó.
‘‘Después les pedí ayuda sicológica para mis papás, mi hermano
y para mí, pero nos dijeron que ellos no podían dárnosla y que nos
fuéramos al Hospital General de Acapulco. Ahí la consulta cuesta y nada
más fuimos a dos, porque ya no nos alcanzó para más. Les preguntamos si
ellos nos las iban a pagar y nos dijeron que no’’, añadió la mujer.
El nivel de maltrato en la CEAV es tal, dijo, que en alguna ocasión
uno de sus funcionarios le gritó a su mamá que ‘‘ya no estuviera
enfadando’’, porque ya sabían de su caso, y los regañaron por haber
tomado un ‘‘autobús de lujo’’, con un costo de 615 pesos, en vez de
haber tomado ‘‘el más económico’’.
Hoy, la CEAV ‘‘para nosotros es como un ancla, algo que debemos estar
jalando, una carga y un estrés más en nuestras vidas. No tenemos ganas
de estarnos peleando con ellos, pero sinceramente no nos queda de otra,
porque no tenemos cómo solventar la búsqueda de mi hermano’’.
María Lucila Ramírez Zapién, originaria del Distrito Federal, sufrió
la desaparición de su hijo Adrián León Ramírez –corredor y atleta de
alto rendimiento– el 8 de febrero de 2014, y es una más de las personas
que lamentan la falta de atención adecuada por parte de la comisión.
Este organismo, deploró, le negó durante semanas tratamiento
sicológico para ella y su familia, y aunque finalmente se los otorgó por
un mes, después les pidió que consiguieran un neurólogo que certificara
que ‘‘ya estábamos muy graves y no nos podían ayudar. Nos dijeron que
nos iban a hacer responsables a nosotros de lo que nos pasara’’.
Tras avisarles que la prioridad de la CEAV era Ayotzinapa, ‘‘nos
dieron a entender que estábamos para el manicomio y aquí no es
manicomio. Es una institución donde nada más les interesa recibir su
salario y decir que nos están atendiendo, pero cobran por no hacer
nada’’, lamentó.
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