7/08/2015

Ejército debe regresar a cuarteles; mano dura sin respeto a los DD.HH. no mejora seguridad: expertos

   


(08 de julio, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- José Antonio Guevara, director ejecutivo de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos urgió al gobierno federal a establecer un plan de salida del Ejército mexicano de las calles para que regresen a sus cuarteles, ante la clara ineficiencia de la actual política de seguridad, además de la intervención de los órganos legislativos para combatir la impunidad o en su caso, la búsqueda de alternativas de cooperación internacional; por ejemplo, a través de la Corte Penal Internacional, ante la incapacidad del Estado mexicano para resolver dicho problema.
“No creemos que las instituciones encargadas de la procuración e impartición de justicia tengan la capacidad ni la voluntad para poder llevar a juicio el enorme número de casos de ejecuciones extrajudiciales, violaciones, asesinatos o como se les quiera llamar, por parte de servidores públicos en el uso indebido de las funciones”, sostuvo Guevara al participar en el conversatorio organizado por la Comisión de Derechos Humanos del Senado de la República, titulado “Fuerzas Armadas, Seguridad Pública y Derechos Humanos”.
Argumentó que del primero de diciembre de 2006 y el 31 de diciembre de 2014, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), emitió 53 recomendaciones por privación arbitraria de la vida; de este total, 42 fueron dirigidas a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y a la Secretaría de Marina (Semar), dependencias que han reportado, a través de solicitudes de acceso a la información, haber participado en 3 mil 665 “enfrentamientos con organizaciones criminales”, donde han perdido la vida, 4 mil 263 civiles, sin que haya información sobre el uso de la fuerza de dichas instituciones de seguridad.
Guevara subrayó que en los casos que ha podido documentar la CNDH, ha habido una política deliberada de criminalización de las víctimas, ausencia de investigaciones imparciales e independientes, falta de personas sentenciadas por la comisión de ejecuciones extrajudiciales, así como la ausencia de un debate sobre el uso de la fuerza de las dependencias armadas.
“En el caso de la participación en tareas de seguridad pública, no se ajustan a la legislación ordinaria emitida por parte de las autoridades civiles ni a la legislación que regiría a la Policía Federal, ni tampoco por las reglas y leyes del derecho de guerra; no hay legislación que los obligue y a partir de la cual podamos medir su actuación”, expuso.
Sobre los hechos ocurridos en Tlatlaya, Guevara sostuvo que no son aislados, sino que se enmarcan en una política deliberada de abatir personas, desde la administración de Felipe Calderón, al declarar la llamada “guerra contra el narcotráfico”.
“El propio Peña Nieto, en su segundo informe de gobierno, señala que se neutralizaron a 84 objetivos relevantes de la delincuencia organizada, de los cuales 13 fueron abatidos, y 71 capturados, por lo que no hay manera de que podamos interpretar la palabra abatir, de una manera distinta”, señaló.
La senadora Angélica de la Peña, presidenta de la citada comisión, recordó que sigue pendiente de ser aprobada en el Senado, la ley que reglamenta el artículo 29 constitucional, que junto con el 33, fueron reformados en materia de Derecho Humanos y Garantías; así como el artículo 157 del Código de Justicia Militar para que cuando estuviera involucrada una persona civil en eventos donde participe el Ejército o la naval, las tropas tienen la obligación de hacer una cadena de custodia para que la autoridad civil verifique e investigue los hechos.
La legisladora argumentó que como país, “estamos obligados a discutir los temas que derivan del comportamiento de las fuerzas armadas que realizan tareas que cometen al ámbito civil”, pues tras las ejecuciones extrajudiciales a manos del Batallón 102 del Ejército mexicano en Tlatlaya, el pasado 30 de junio de 2014, “hay una gran cantidad de obstáculos para poder conocer con toda pertinencia la verdad de lo que aconteció aquella madrugada”.

Relator de la ONU advirtió de atropellos meses antes de matanzas
En tanto, Mario Patrón Sánchez, director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Pro DH), sostuvo que la instrucción de la Sedena a los elementos de tropa de “abatir” –término utilizado sistemáticamente en el ámbito militar y castrense para referirse a personas que han sido privadas de la vida- es un incentivo para cometer graves violaciones a derechos humanos.
Patrón urgió que se investigue la cadena de mando vinculada a quienes remitieron el informe y la responsabilidad institucional por el riesgo que pueden significar este tipo de órdenes que, es posible, puedan haber sido emitidas de manera sistemática; “no es menor que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos notifique a la Sedena que tiene que nulificar o modificar las órdenes que utilicen este término, lo que pone en entredicho, la relación civil-militar y el paradigma de seguridad en nuestro país”.
Recordó que de seis casos de nuestro país que han llegado a la Corte Interamericana, cuatro se refieren al Ejército y a violaciones graves de derechos humanos como tortura y desapariciones forzadas.
Agregó que de acuerdo al informe publicado en marzo de 2014, realizado por Christof Heyns, relator sobre ejecuciones extrajudiciales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tras su visita a México entre abril y mayo de 2013 –antes de los hechos de Tlatlaya y Ayotzinapa- advirtió sobre los riesgos de la puesta en marcha de un paradigma de seguridad de corte militarizado.
“El relator especial observa que es bien sabido que en cualquier país, a los soldados que realizan labores policiales, les cuesta mucho renunciar al paradigma militar; por lo general, la forma en la que han sido adiestrados, hace que no sean aptos para mantener el orden público. El principal objetivo de un cuerpo militar es someter al enemigo valiéndose de la superioridad de la fuerza, mientras que el enfoque de derechos humanos que debe ser el criterio para juzgar cualquier operación judicial, se centra en la prevención, detención, investigación y enjuiciamiento del delito y sólo contempla el uso de la fuerza como último recurso, permitiendo el recurso de la fuerza letal, para evitar pérdidas de vidas humanas”, citó Patrón Sánchez y subrayó que ya entonces, el relator advertía de que la aplicación de un enfoque militar al mantenimiento de la seguridad pública, puede crear una situación en que la población civil se vea expuesta a una serie de atropellos.

Índice de letalidad se dispara
Ernesto López Portillo, del Instituto para la Seguridad y la Democracia (INSYDE), declaró que el Estado mexicano se colocó en una trampa de corte estructural, por su decisión de impedir la profesionalización de la policía, pues tras un monitoreo, se difundió que sólo dos unidades de Asuntos Internos de las policías estatales realizan actividades de supervisión en el país.
“La segunda parte de la trampa es la autorización que el Estado mexicano dio a las fuerzas armadas para realizar funciones de seguridad pública; la trampa se consolidó con la acción de inconstitucionalidad 196, en donde la Suprema Corte de Justicia de la Nación decidió que las fuerzas armadas podían hacer acciones de seguridad pública, en auxilio de las autoridades civiles”, señaló López Portillo.
Añadió que los hechos ocurridos en Tlatlaya, son un síntoma extremo de una vieja enfermedad y que la discusión sobre la presencia de las tropas en las calles de la República mexicana llega muy tarde, pero dando una oportunidad al Senado para no quedarse callado y que las autoridades competentes hagan su trabajo ante una masacre como la que se registró en la población del estado de México.
López Portillo recordó que recientemente se publicaron datos sobre el índice de letalidad –relación entre muertos y heridos en enfrentamientos- de la Sedena creció nueve veces entre 2007 y 2012; mientras que el de la Policía Federal (PF) se incrementó siete veces entre 2008 y 2013, tomando en cuenta que el índice aceptado mundialmente, es de uno a uno.

Sin verdad, justicia ni reparación
Durante su participación, Perseo Quiroz, director ejecutivo de Amnistía Internacional (AI), recalcó que la discusión no debe centrarse en atacar al Ejército, pedirle al Estado que no ejerza su función de brindar seguridad a la ciudadanía, de no reconocer que quienes realizan tareas de seguridad enfrentan graves riesgos de seguridad o de juzgar si los soldados son héroes o villanos, sino de saber cuál es la mejor política de seguridad para México y si una política de mano dura, donde no se respetan los derechos humanos y se carece de contrapesos es efectiva.
“El debate se trata de cómo salimos de este bache, de crisis de derechos humanos, de crisis de Estado de derecho y de crisis de seguridad…si tener al Ejército en las calles fuera la solución, en estos momentos veríamos mejores índices de delincuencia que no los hay; veríamos mayores índices de seguridad, que no hay y veríamos menor impunidad, la cual no existe”, argumentó Quiroz.
Subrayó que la sociedad mexicana exige que en todos los casos en los que haya ocurrido alguna violación a los derechos humanos por alguna fuerza encargada de hacer cumplir la ley, incluidas las fuerzas armadas, debe haber verdad, justicia y reparación del daño; sin embargo, no hay siquiera investigaciones serias de las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley.
“La pregunta de fondo es: ¿queremos que el Ejército esté en las calles?, la respuesta que nos da, no solamente el derecho internacional en términos dogmáticos es, no, no queremos que el Ejército esté en las calles; sino también la perspectiva comparada, en términos prácticos, nos dice que no, porque ese no es el rol que les corresponde; las fuerzas armadas tienen un rol específico dentro de los estados democráticos y no es la seguridad pública”, sentenció el representante de Amnistía Internacional.

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