Francisco López Bárcenas
Desde la cima
del Cerro de la Garza, a unos 3 mil 500 metros de altura sobre el nivel
del mar, el mundo se mira de manera distinta. Las nubes que circundan
este lugar sagrado de los ñuu savi, en el estado de Guerrero, quedan
abajo y dan la sensación de estar flotando cerca del cielo. La última
semana del año que finalizó se concentraron grupos de personas o
familias enteras a dar las gracias a sus deidades por haber terminado el
año con vida y pedir por que 2018 sea mejor. Los rezanderos están
prestos para apoyar a quien quiera hace una petición, donde hay de todo;
lo tradicional es que se pida por el bienestar de la gente y sus
pueblos, pero con la inseguridad y la crisis de múltiples rostros que se
vive las peticiones se ha diversificado. Los cantos y rezos van
acompañados de sacrificios de chivos y gallinas con que se ofrenda a los
dioses, generando un ambiente místico y, sin embargo, los temas que se
comentan entre los presentes son bastante mundanos, muchos versan sobre
las próximas elecciones y las consecuencias de sus resultados para los
pueblos indígenas.
Sorprende que en plena montaña la gente tenga claro que el Partido
Revolucionario Institucional y quienes apoyan a su precandidato ofrezcan
menos de lo mismo que siempre han dado a los pueblos indígenas; aun así
de diferencia del Partido Acciona Nacional, que hasta ahora no ha
ofrecido nada, a pesar de estar aliado con el Partido de la Revolución
Democrática, que en su plataforma política contempla los derechos
indígenas y en algún tiempo postuló candidatos surgidos de los pueblos.
Pero lo que más los asombra son las posturas del candidato del partido
Morena y sus aliados, que haciendo una crítica a la desmantelada
Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas sólo
ofrece reconstruir el Instituto Nacional Indigenista, símbolo del
indigenismo contra el que luchan los pueblos indígenas. No sólo eso, los
desconcierta también que dentro de sus discursos únicamente prometa
impulsar la economía doméstica como forma de superar el sometimiento
económico de los pueblos.
Ni una palabra, así fuera sólo por generar simpatías, relacionada a
la construcción de autonomías indígenas, delimitación de sus
territorios, la defensa de los recursos naturales, o el fortalecimientos
de sus gobiernos propios, que son algunos de los asuntos a los que los
pueblos indígenas enfocan sus esfuerzos. Y sobre eso Andrés Manuel López
Obrador anuncia que será el compañero Adelfo Regino Montes, ex asesor
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ex secretario de Asuntos
Indígenas del estado de Oaxaca y ahora asesor del gobierno panista de
Javier Corral quien encabece el nuevo indigenismo, sin una mínima
consulta a los pueblos que eventualmente atendería, un derecho que todos
exigen se respete, incluida la persona propuesta para encargarse de
ello.
¿Qué camino nos dejan?, se preguntaba hace años el compañero
Adelfo Regino Montes ante la cerrazón de las instituciones estatales
para reconocer los derechos de los pueblos indígenas. Eso mismo se
siguen preguntando muchos pueblos frente a la actitud de los partidos
políticos que los desprecian; como no encuentran respuestas voltean a
ver a la vocera del Concejo Indígena de Gobierno del CNI-EZLN,
encontrándose con que, en caso de que la compañera María de Jesús
Patricio Martínez llegara a obtener el registro como candidata
independiente, no aspira a ganar las elecciones sino a organizar la
lucha por construir otro mundo. Muchos movimientos regionales comparten
esta propuesta, sólo que para la construcción de un proyecto nacional se
necesita incluir a todos los que luchan por lograrlo. Ahí se encuentran
las fortalezas y los ejes de lucha muy claros: la construcción de
autonomías, la defensa del territorio y los recursos naturales, el
fortalecimiento de los gobiernos propios.
Además de eso, un movimiento indígena verdaderamente nacional tiene
que tomar en cuenta asuntos de toda la nación. Pienso por ejemplo en el
TLC que se discute ahora entre nuestro país y Canadá, donde uno de sus
temas centrales versa sobre la propiedad de los conocimientos y saberes
sobre recursos genéticos, o sobre la política internacional del país,
que en materia de autodeterminación a los indígenas les importa
directamente. Mientras los rezanderos elevaban sus plegarias a sus
divinidades, quienes no participaban de ellas se ocupaban de estos temas
mundanos. Y aquí también su mirada es particular, porque su cálculo no
es electoral y no se termina el primero de julio próximo. Para los
pueblos indígenas lo primero es no desaparecer ante tanta violencia en
que viven y defender sus recursos naturales codiciados por las empresas
trasnacionales, para asegurar su existencia. Saben que para eso no
cuentan con los partidos políticos y que tienen que apelar a su propia
capacidad y la que sus creencias y prácticas culturales les
proporcionen.
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