Por
UNAM Global
La puesta 'Arder. Seis intervenciones radicales a la memoria', invita a
reflexionar sobre cómo, culturalmente, hemos normalizado la violencia
hacia la mujer.
En la última escena de la película Enamorada, filmada en 1946 por el Indio Fernández,
se ve a una María Félix veinteañera decir adiós a su familia y
renunciar a una vida propia para correr tras un Pedro Armendáriz que va
montado a caballo y que no se detiene, pese a verla caminando pegada
casi a la grupa de su animal. Pocos metros atrás, centenas de
revolucionarios espolean a sus corceles al tiempo que otras tantas
adelitas batallan para seguir a sus hombres a pie. Éste es uno de tantos
cortes icónicos de la llamada Época de Oro del Cine Mexicano
seleccionados para integrar la puesta Arder. Seis intervenciones radicales a la memoria, que invita a reflexionar sobre cómo, culturalmente, hemos normalizado la violencia hacia la mujer.
“En cada una de las seis funciones a realizarse en el Museo del Chopo
se nombrará a 100 desaparecidas —desde niñas y jóvenes hasta adultas y
ancianas— mientras que, en cada ocasión, artistas de disciplinas y
formaciones muy distintas exploran qué significa para ellos evocar a
personas ausentes y la tragedia que tales faltas implican”, explica
Hayde Lachino, autora y directora de esta pieza.
A decir de la también gestora cultural y filósofa, no cabe duda de
que los filmes de la Época de Oro son cruciales en la educación
emocional de los mexicanos, pues todos crecimos con las funciones
sabatinas de Televicine Presenta en canal 2, alquilamos alguna cinta de
Pedro Infante cuando había videoclubes o seguimos viendo algún
largometraje de TinTán o de Cantinflas, aunque ahora por streaming.
“Arder es parte de un proyecto de investigación más amplio
llamado Archivos y, para darle forma, pasé alrededor de cuatro horas
diarias, durante más de medio año, en la Filmoteca de la UNAM. Ahí vi
casi 200 películas de los años 40 y 50 y percibí una constante: las
mujeres en estas producciones nunca son protagonistas, carecen de vida
propia, son cosificadas y su existencia gira en torno a los hombres”.
Para concretar su propuesta Lachino invitó a Yoatzin Balbuena,
artista visual quien curó los fragmentos cinematográficos proyectados en
la puesta; la rapera feminista Amenic Mc Poetika, autora de la música
de acompañamiento, y la coreógrafa Rocío Gutiérrez. “Entre todas
cruzamos saberes y los hicimos coincidir a fin de buscar respuesta a una
pregunta inquietante: qué significa pensar, al día de hoy, en el cine
mexicano en un contexto de violencia”.
Cien nombres para crear una nueva memoria
“Brenda Isabel Rodríguez Sosa: 14 años”, se alcanza a leer en una
hoja en blanco sostenida por una de las artistas a mitad del foro,
mientras en el fondo de la sala se proyectan imágenes de María Félix
siguiendo a pie a un Pedro Armendáriz montado a caballo. Para Hayde
Lachino esta escena retrata —de manera involuntaria, pero certera— a
miles de mujeres que dejaron todo para seguir ciegamente a hombres
implicados en la trata de blancas o en redes de prostitución. Muchas no
volvieron a ser vistas y todo por estar, como avisa la cinta del Indio Fernández desde el título: enamoradas.
Para la directora de Arder, nombrar a un centenar de mujeres
desaparecidas en cada sesión no es sólo una manera de enunciar lo
ausente, sino de reestructurar nuestra memoria, pues recuperar el pasado
y observarlo con los ojos críticos del presente es una forma de
aprender y, lo más importante, de evolucionar como sociedad.
Ejemplo de ello es la lectura que podemos hacer, ya desde el siglo XXI, de la película Los tres huastecos(de
1948), donde un Pedro Infante con sotana y voz meliflua alecciona a
Blanca Estela Pavón diciéndole: “Es lo natural en la mujer querer ser
madre, por eso Dios las ha hecho abnegadas, sufridas y por eso ha hecho
el corazón de ustedes, las mujeres, de un barro muy distinto al de los
hombres”.
Fragmentos como éste hacen a Hayde Lachino asegurar que “en el cine
mexicano priva la idea de que la mujer debe renunciar a todo por amor y
que sólo puede representar los papeles de mamá sacrificada, de novia
inmaculada y digna de ser amada en tanto no tenga tacha alguna y, de no
ceñirse a estos patrones, sólo le queda ser puta o cabaretera. Fuera de
tales estereotipos no puede ser protagonista o relevante en ninguna
historia. Ésa es la construcción que hace el cine mexicano y ésas son
las cosas que debemos ir modificando”.
Seis experiencias únicas en un mismo foro
Hayde Lachino sostiene, junto con Gramsci, que toda violencia
estructural, como la ejercida contra las mujeres, se sostiene en un
andamiaje cultural ideado para apuntalar y servir de megáfono al
discurso de la clase dominante, y en esta lógica el arte es uno de los
mejores difusores de los mensajes de la hegemonía. Eso pasó en México
con el cine de la Época de Oro y por ello la directora propone usar al
arte, pero ahora para visibilizar y desmontar tales estructuras.
Así, en Arder. Seis intervenciones radicales a la memoria,
creadores de distintas disciplinas aportan su muy particular manera de
decodificar el mundo, como la pianista Deborah Silberer, acostumbrada a
musicalizar cintas silentes; la bailarina Nayeli Benhumea, quien hará
un performance, o la colombiana Sandra Milena Gómez, quien
apelará a los estados alterados de su anatomía para denunciar la
violencia contra las mujeres y sus desapariciones.
También estará el escenógrafo Alain Kerriou, quien experimentará con
la tecnología mientras se proyectan las imágenes de celuloide; la poeta
Jimena González, que propondrá un trabajo de escritura con los nombres
de 100 mujeres evocadas, e Indira Pensado, quien echará mano de todas
las posibilidades sonoras del cuerpo humano.
“Que esta pieza se llame Arder no es casual, pues ante esta
naturalización de la violencia que cada vez indigna menos la apuesta
aquí es generar experiencias y espacios para compartir la furia, a
sabiendas de que el arte, por el hecho de convocar a la rabia, está
cumpliendo su función, si es que alguna función social tiene el arte”.
Arder. Seis intervenciones radicales a la memoria se
presentará en el Museo Universitario del Chopo el jueves 25 de abril y
los viernes 26 y 3 de mayo a las 20 horas; los sábados 27 de abril y 4
de mayo a las siete de la noche, y el domingo 28 de abril a las seis de
la tarde. El costo de la entrada es de 100 pesos, con 50 por ciento de
descuento para profesores, estudiantes, personas de la tercera edad y
toda la comunidad UNAM.
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