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Traducción del catalán para Rebelión de Carlos Riba García
En julio de 2017, entrevisté a Iridiani Selbert en Derio, Euskadi, mientras tenía lugar la Asamblea Internacional de Mujeres por la Vía Campesina en la que ella, como representante del Movimiento de Mujeres Campesinas de Brasil, y centenares de mujeres llegadas de todos los rincones del mundo se reunieron para abordar las líneas estratégicas de los años por venir. Lo que ella me transmitió se puede resumir en una frase: “Como mujeres del campo, nuestra manera de pensar se opone radicalmente a la hegemónica”.
Esta manera de pensar “como mujeres campesinas” ha sido muy estudiada por investigadores como Marta Soler y David Pérez, de la Universidad de Sevilla y la Universidad Pablo Olavide, respectivamente. Como ellos explican en sus artículos, cuando una pequeña campesina brasileña critica la agricultura basada en la sobreexplotación de la tierra con abuso de fertilizantes químicos y pesticidas; cuando no entiende una ganadería con animales en régimen de prisión; cuando cuestiona los negocios que se hacen con recursos que pertenecen a todos, como los ríos o las semillas; cuando, en definitiva, cuestiona el individualismo y el ansia de acumulación de beneficios, lo que describen mujeres como Iridiani, según Marta y David, es una manera de pensar ‘ecofeminista’, de la que podemos aprender mucho.
En primer lugar porque pone en evidencia el antropocentrismo, una noción de la sociedad occidental que considera que el ser humano es el centro de todo, una especie de dios sobre la Tierra y, por lo tanto, con ‘permiso’ para dominar la naturaleza y someterla a sus más caprichosas necesidades. En segundo lugar, porque visibiliza la tendencia que tiene la sociedad occidental a situar su cultura y su manera de hacer por encima de las culturas a las que menosprecia (las “otras” culturas), por ejemplo, en su forma de relacionarse con la Madre Tierra o Pachamama. En realidad, es un etnocentrismo que también ejercemos –sin atravesar fronteras– respecto de nuestra propia cultura rural, a la que no dejamos de ridiculizar e ignorar. Finalmente, porque nos muestra cómo, desde un sesgo androcéntrico, es decir, el predominio de la mirada de los hombres en desmedro de la de las mujeres, la sociedad privilegia el acto productivo y el ámbito público al mismo tiempo que infravalora las tareas de reproducción de la vida que se dan en el entorno privado, como son el cocinar cada día o comprar los alimentos.
Ahora, que el feminismo de la igualdad y contra la violencia de género se está extendiendo a buena parte de la sociedad, ponernos las gafas del ecofeminismo o del ‘feminismo campesino popular’, como lo llaman las mujeres de La Vía Campesina de América latina, es una oportunidad para construir una nueva estrategia civilizadora que debe asumirse urgentemente. Y digo esto porque escuchar los debates de los partidos políticos alrededor del 8 de marzo y los debates electorales de estos momentos* es algo decepcionante. Las posiciones de los partidos políticos –que en teoría abrazan al feminismo– todavía tienen un recorrido muy largo que hacer. A la derecha le pregunto si, más allá de rechazar la violencia de género, entiende que el feminismo propone la defensa de la diversidad frente a la globalidad uniformizante, antepone la vida al capital y apuesta por compartir mientras rechaza la competencia. A la izquierda le pregunto si entiende que cuando el feminismo dice ‘poner la vida en el centro’, está cuestionando el crecimiento infinito y planteando la necesidad de un decrecimiento, está poniendo la ética a gobernar a la ciencia y no al revés, y exige cambios radicales que vayan más allá de las actuales propuestas de ‘capitalismo verde’.
Como dicen Marta y David, “la agricultura y la alimentación tienen un papel geoestratégico, ya que la forma en que se alimenta una sociedad instituye y refleja los demás ámbitos de organización social”. Entonces, abracemos al feminismo del mismo modo que las mujeres campesinas abrazan los ríos, tan estrechamente como lo hacen ellas.
* El original en catalán de esta nota se publicó el 23 de abril de 2019. (N. del T.)
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