Desde la Luna de Valencia
Acabo
de volver del colegio electoral donde he depositado mis votos. Antes de
ir a votar he intentado ponerme a escribir como cada domingo alterno y,
la verdad es que no conseguí centrarme en escribir nada. Me sentía
nerviosa, como con algo importante pendiente. Y era la intranquilidad de
no haber votado.
He mirado a la gente votar mientras esperaba mi turno y he
reflexionado sobre la importancia de vivir en una democracia. Había
mujeres, criaturas jugando en el patio del colegio, personas mayores que
llegaban con sus andadores, hombres y mujeres con sus credenciales de
interventores y apoderados de distintos partidos pero conversando con
total naturalidad. Y el voto de cada una de esas personas tiene
exactamente el mismo valor. No existen diferencias más que en la opción
política que se elija. Nada más. El voto de una empresaria vale lo mismo
que el de un peón de limpieza viaria.
Sé que no vivimos en una democracia perfecta. Soy consciente de la
corrupción, de los intereses partidistas, de las influencias de los
mandatos de Europa, etcétera. Pero en días como hoy hay que recordar a
todas las personas que hicieron posible que hoy podamos votar en paz. Y
que nuestro voto pueda llegar a ser decisivo.
Después de cuarenta años de democracia, vemos que todavía no estamos a
salvo de gentes que defienden aquel régimen criminal y que pretenden
imponer políticas como las del dictador. Ejercer el derecho al voto nos
ha de permitir relegar esas políticas al pasado.
Y en menos de dos meses hemos de votar de nuevo. Por eso es
importante recordar que, más allá del sentido de nuestro voto que
también ha de ser importante, hay que ir a votar.
Nos jugamos mucho en cada proceso electoral, pero el valor de la
democracia también se debe medir por la participación de la gente yendo a
las urnas. Y la abstención por desencanto o por cualquier otro motivo
que no sea causa mayor, es responsabilidad de toda la sociedad, porque
todas y todos con nuestras actitudes personales podemos influir en el
conjunto de personas de nuestro alrededor motivándolos para que voten.
Que lo hagan en el sentido que crean más oportuno, pero que lo hagan.
No voy a negar que los partidos tienen gran responsabilidad en parte
del desencanto que sentimos parte de la ciudadanía. De eso no hay
ninguna duda. El sectarismo con el que se muestran, su maquinaria
interna, su forma de machacar a personas discrepantes, el dolor que
pueden llegar a causar a mucha gente, las mentiras que cuentan en las
campañas, el desprecio a la diferencia, la total falta de ética en el
trato al adversario político, incluso la falta de respeto a quienes
opinan de diferente manera, son motivos que nos pueden llevar al
hartazgo y a pensar que todos y todas son iguales. Y eso es,
esencialmente, una falacia.
El valor del voto radica en que podemos decidir entre por ejemplo
fascismo y democracia, entre igualdad de oportunidades y de acceso a los
recursos o privatización y desigualdad en función incluso del peso de
nuestro bolsillo. Que tengamos unos servicios públicos fuertes y de
calidad que sean redistribuidores de la riqueza o que seas atendido (o
no) en función de tu bolsillo.
El valor del voto está en que nos iguala a toda la sociedad y nos
permite recordarnos que cada voto es de una persona y nadie que no sea
yo misma puede decidir por mí.
Ahora ya más tranquila por haber votado me permito recordar a todas
las mujeres que lucharon por el voto femenino. De las sufragistas de las
que se burlaban, detenían, torturaban y alimentaban a la fuerza cuando
se ponían en huelga de hambre, de Clara Campoamor y de su discurso.
Gracias a todas ellas y a otras tantas anónimas, hoy tenemos del DERECHO
al voto. Pero también la obligación, puesto que de lo contrario
corremos el riesgo de que intenten silenciar nuestras voces como ya lo
estuvieron casi cuarenta años.
No, no vivimos en una democracia perfecta, pero caminamos hacia una
democracia paritaria que, pese a todo, nos permite, en días como hoy,
dar nuestra confianza a aquellas personas y partidos que mejor nos
pueden representar en las instituciones.
¡¡¡Feliz jornada y noche electoral!!!
*Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent
tmolla@telefonica.net
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Teresa Mollá Castells*
Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.-.-
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