“La decadencia de un país sin nombre propio”
Por Juan Becerra Acosta
Requisito indispensable para la decadencia es que en algún momento haya existido esplendor, sin esto último lo primero es imposible; algo viejo o inservible, sórdido, abandonado, triste, deprimente o simplemente feo no es sinónimo de decadente si antes no vivió una época de gloria. La decadencia se caracteriza por el deterioro de aquello que alguna vez fue admirado, envidado y hasta emulado por aspiracionistas y cuando sucede en un imperio muestra síntomas cuyas causas son hasta ahora, y desde la caída del imperio egipcio con la muerte de Cleopatra hace 2050 años, los mismos: sistemas políticos caóticos derivados de olvidos al interior al tiempo en el que se realizan incursiones al exterior y, además, la burocracia.
El abolir derechos progresistas, como el que garantizaba que las mujeres pudieran decidir sobre su propio cuerpo, mientras se promueven derechos retrógrados, como los que permiten que los ciudadanos comunes porten armas de fuego, son síntomas claros de la decadencia estadounidense, país cuya expansión, no sólo a través de la territorialidad sino del pensamiento, se impregnó en el planeta bajo la falacia de venderse como la nación de las libertades y de un sueño que, cada vez más, se convierte en pesadilla.
Al mismo tiempo en el que el internet hace añicos la cohesión social mientras impulsa los mercados globales al grado de que varios sectores no esenciales de la economía pueden detenerse, pero las bolsas continúan cotizando al alza, las generaciones más jóvenes han encontrado en línea similar a lo que fue el opio durante finales del siglo XIX: un vicio que exalta la individualidad de la persona llevándola a pensar solamente en su beneficio personal inmediato. Actualmente el precursor de la sociopatía está en los contenidos, principalmente basura, con los que que se evade el aquí y el ahora para llevar a las audiencias a una realidad virtual que las enajena. Arma de doble filo cuya factura hoy cobra enormes intereses al imperio que provocó este frenesí colectivo.
A la propaganda norteamericana que trascendió fronteras con la industria cinematográfica y llevó al orbe una versión de las guerras en la que los soldados estadounidenses luchaban llenos de lodo con uniformes maltrechos y empapados por la lluvia contra soldados enemigos impecablemente uniformados y en aparentes condiciones de ventaja -para vencerlos gracias a la justicia de los “libertadores”-, se sumaron con el paso de los años narrativas que exportaron un aparente estilo de vida “gabacho-onírico” en el que el consumismo jugó un papel preponderante para construir significados y con ellos conquistar a través de la aspiración la simpatía y admiración de millones.
Por ejemplo, Top Gun romantizó la injerencista destrucción aérea norteamericana; Michael Jackson convirtió a la Pepsi -bebida por demás dañina para la salud- en el elixir de los dioses neoliberales que niños de todo el mundo anhelaban beber; la marca de los zapatos deportivos con los que una persona camina llegaron a ser aún más importante que el nombre propio de quien con esos tenis daba pasos mientras soñaba pasear por la Quinta Avenida o Rodeo Drive; cuando Iván Drago subió al ring en Rocky IV para enfrentarse contra el norteamericano, aquí en México en las salas de cine le mentaron la madre con gran indignación y con ello a todo lo que les representaba ese claro enemigo de un mundo que premia la riqueza y castiga a la pobreza, -me consta-.
Hoy no existe propaganda que pueda esconder en la opinión publica la decadencia de aquel imperio construido con valores virtuales disfrazados de derechos y libertades que en la actualidad, al revelarse tal y como es, derrumba desde los poderes más añejos los derechos progresistas y promueve aquellos que son más retrógrados.
El viernes pasado la Corte Suprema de Estados Unidos anuló la histórica sentencia conocida como Roe contra Wade que desde 1973 garantizaba el derecho de las mujeres a abortar, un derecho constitucional que hoy debido a la mayoría de jueces conservadores (5 votos contra 4) se abole y con ello da pie a que el aborto sea ilegalizado en los estados que así lo decidan, algo que por lo pronto ya sucedió, al menos, Misuri, Texas, Alabama, Arkansas, Kentucky, Luisiana, Oklahoma, Dakota del Sur, Utah y Wisconsin, y que, además de privar un derecho fundamental a millones de mujeres, abre la puerta a que otros derechos constitucionales, como el del matrimonio igualitario o el acceso a anticonceptivos, sean abolidos, lo que puede causar una crisis social y política que terminaría de cavar la tumba de ese imperio que a pesar no contar con un nombre verdaderamente propio -pues se apropió del de un continente- ha jugado en el tablero mundial llevando mano durante demasiado tiempo.
Mientras el conservadurismo estadounidense se apropia del cuerpo de las mujeres y con ello destruye los logros de una larga lucha al mismo tiempo en el que deja un precedente para que otros derechos sean arrebatados, logra que el Tribunal Supremo estadounidense derogue una ley que prohibía portar armas en lugares públicos en el estado de Nueva York. Esta decisión se toma frente a una crisis nacional ocasionada por la laxidad que existe con respecto a la portación de armas cuyos síntomas alarman frente a las cada vez más frecuentes matanzas que, debido a que en Estados Unidos es más fácil para un adolescente comprar una ametralladora que una cerveza, logran ser ejecutadas y con ello arrebatar vidas.
Es por lo anterior que para grupos criminales que operan en México el conseguir armas del otro lado de la frontera e introducirlas a territorio nacional es, además de sencillo, un negocio redondo no sólo para ellos, también para demasiados intereses norteamericanos, incluidos los de las fábricas armeras que, cabe decir, enfrentan un juicio interpuesto por México quien les acusa de prácticas negligentes debido a que sus armas están siendo utilizadas por la delincuencia en nuestro país y ellos no hacen nada al respecto.
Todo esto se da ante un panorama post pandemia con terribles estragos en materia de salud, impacto social y economía, además de un conflicto armado en Europa que causa una crisis alimentaria y de energéticos cuyas consecuencias ya impactan en el mapa geopolítico no con buenos augurios. Y ante todo ello, China se adelanta a los Estados Unidos en aspectos prioritarios, como la inteligencia artificial, computación cuántica, y una capacidad militar que depende en mayor medida de las capacidades humanas que en las de las tecnologías.
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