Con el tiempo se ha dado nombre a diferentes agresiones –llamadas ”sutiles” o micromachismos– que los hombres ejercen contra las mujeres de manera cotidiana, tal es el caso del mansplaining (cuando intentan explicarle algo a una mujer de forma condescendiente o paternalista) o el manterrupting (definido como la interrupción innecesaria de un hombre a una mujer).
No es difícil recordar las ocasiones en que la idea de una mujer ha sido ignorada, pero al ser dicha por un hombre de pronto es aplaudida, implementada e incluso premiada.
La práctica ha existido desde hace siglos y ha ocasionado que decenas de científicas, filósofas y artistas sean olvidadas o relegadas, aun cuando de su mente surgieron grandes propuestas que alcanzaron reconocimiento solo cuando salieron de la boca de un hombre.
La historia se repite
La física austriaca Lise Meitner descubrió en 1938 la fisión nuclear, es decir, la ruptura de un átomo en otros menos pesados y más estables. La científica compartió su descubrimiento con el químico Otto Hahn, quien años más tarde recibió el Premio Nobel por el descubrimiento. Así, Lise Meitner fue reducida en la historia por ser judía, refugiada y mujer.
Otro ejemplo es el caso de Esther Zimmer Lederberg, microbióloga e inventora estadounidense, pionera en genética bacteriana. Por más de 20 años trabajó junto a su esposo en diversas investigaciones, mismas que solo eran firmadas por él debido a que en ese momento, un descubrimiento perdía valor si se encontraba bajo la autoría de una mujer.
En 1951, Esther Zimmer Lederberg descubrió la capacidad de transmisión de genes e inauguró el campo de la terapia genética. Sin embargo, recibió nulo reconocimiento a su investigación. Por el contrario, a su esposo Joshua Lederberg lo galardonaron con un Premio Nobel gracias a dicho avance. Él, tres años menor que ella y con una limitada actividad curricular, se convirtió en un científico referente para todo un país, mientras que Esther ocupó cargos para los que estaba sobrecalificada y luchó para que sus logros fueran premiados con un puesto universitario acorde con su conocimiento.
El arte también ha sido un ámbito robado por los hombres, un ejemplo de ello es la historia de Margaret Keane, pintora reconocida por sus cuadros de personas famosas con ojos enormes. Por mucho tiempo su esposo Walter Keane se dedicó a vender las obras que ella había realizado, pero presumía que habían sido creadas por él, incluso las firmaba con el nombre “Kane”.
Luego de varios años de casados, tiempo en el que Margaret fue víctima de violencia psicológica, decidió divorciarse de Walter Keane, no sin antes revelar que la artista detrás de los famosos retratos era ella. Para probar sus dichos retó a su ex pareja a pintar en público en una plaza de Nueva York, pero él nunca llegó.
De esta forma –y sin ser nombrado como tal hasta hace poco– el hepeating ya cobraba estragos. El término fue acuñado por una profesora de física y sus amigas a partir de un tuit, y proviene de la combinación entre las palabras en inglés “he” (hombre) y “repeating” (repetir). Aunque el concepto ya es mencionado, todavía es un reto para algunas mujeres escapar de espacios machistas donde su voz continúa siendo desdeñada.
¡Es mi idea!
¿Cómo combatir el hepeating y lograr que la voz de las mujeres sea reconocida en todos los espacios? La organización MPLS MadWomen, enfocada en promover la igualdad en la industria creativa, destaca que si en un ambiente laboral o escolar las ideas de una mujer son invisibilizadas, el primer paso es hablar de ello, porque “al hablarlo, recuperamos el poder. El comportamiento arraigado nunca va a cambiar a menos que llamemos en voz alta el problema”.
En 2016, la periodista ganadora del Pulitzer, Juliet Eilperin, exhibió a través del Washington Post una situación de hepeating que vivieron varias mujeres en la Casa Blanca cuando Barack Obama era presidente.
“Las mujeres se quejaron de tener que abrirse paso a codazos en reuniones importantes. Y cuando entraban, sus voces a veces eran ignoradas, así que las mujeres del personal adoptaron una estrategia en las reuniones que llamaron ‘amplificación’: cuando una mujer mencionaba un punto clave, otras mujeres lo repetían, dando crédito a su autora original. Esto obligó a los hombres en la sala a reconocer la contribución y les negó la oportunidad de reclamar la idea como propia”, relató la periodista.
En ese sentido, la organización MPLS MadWomen instó a amplificar esta idea y al encontrarse frente a una situación en la que se descarta la idea de una mujer, optar por darle crédito antes de que pueda ser robada.
Así, a través de pasos acompañados, nunca más se dejará de acreditar a una mujer por sus ideas: amplificar para no invisibilizar, uno de los pendientes en la sociedad.
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