8/04/2009

¡Cuidado! Los dedos están en los gatillos



Jorge Gómez Barata »
Omitiendo mencionar el impresionante comercio de armas con que se nutren no sólo las guerrillas colombianas, sino también los paramilitares, los narcotraficantes y las pandillas que operan en toda América Latina y sin aludir las adquisiciones secretas o fraudulentas de pertrechos militares, muchas veces desviados a circuitos irregulares, el gobierno colombiano, acusa a Venezuela del hallazgo de tres lanzacohetes presuntamente vendidos por una firma sueca al gobierno venezolano hace 25 años cuando Chávez era cadete.

Al margen de la intención mediática de distracción de la opinión pública para contrarrestar los devastadores efecto que para su credibilidad política tiene en anuncio de la puesta al servicio de los Estados Unidos de cinco bases militares, el gobierno colombiano ha pedido explicaciones a Venezuela.

La extrema derecha norteamericana y la oligarquía latinoamericana estarían encantadas con un conflicto armado en la región; mejor dos y óptimo su fuera una tripleta. Si en tales contenciosos se enrolaran Colombia y Venezuela resultaría fantástico y de poder sumar a Ecuador el orgasmo imperial asumiría proporciones elefantiásicas.

De lograr ese cometido, la reacción estadounidense alcanzaría varios objetivos a la vez: obstaculizar, desviar, paralizar y en el peor de los casos revertir algunos procesos de cambios en América Latina que aun no han madurado lo suficiente como para sobrevivir a tales tensiones; al tiempo que se colocarían a Obama ante hechos consumados.

En el tenso ambiente vigente en las fronteras de Venezuela y Ecuador con Colombia y de Honduras con Nicaragua, contando con suficientes recursos de inteligencia, elementos de la antigua administración de Bush, agazapados en los servicios especiales, la burocracia de los departamentos de Defensa, Estado y Seguridad Interna, en connivencia con los ripios de las oligarquías vernáculas, pudieran fraguar una provocación.

A todo ello habría que añadir que las operaciones del ejército colombiano y las guerrillas dan lugar a combates y bombardeos, trasiego de armas, tránsito de personas y otros eventos peligrosos y propicios para encubrir provocaciones. No debe omitirse que las frecuentes deserciones de guerrilleros crean premisas adicionales, a lo que se suman las recurrentes historia de ordenadores y mochilas abandonadas, de combatientes que escriben diarios, se fotografían, abusan de los teléfonos móviles y los Imail y hacen cosas poco aconsejables.

Tampoco los gobiernos de izquierda están en condiciones de descuidar la vigilancia y confiar ciegamente en los efectivos propios entre los cuales también puede haber esquiroles e incluso traidores. Si bien las fuerzas armadas de Venezuela, Ecuador y Nicaragua, han evolucionado favorablemente y se mantienen firmes y disciplinadas en el cumplimiento de su deber, ello no debe hacer bajar la guardia frente a elementos débiles que pueden ocultarse en sus filas.

La provocación está en el ambiente y para dar oportunidades a la paz se requiere serenidad, transparencia, disposición para promover negociaciones y diálogos, capacidad para movilizar a la opinión pública y para sumar aliados o árbitros honestos y también humildad para pedir excusas cuando en algo se ha fallado. Chávez y Uribe, cuyas diferencias y coincidencias de estilo son conocidas, han pasado por difíciles pruebas y han dado muestras de capacidad para resolverlas, cosa que ahora se espera de ellos

En junio de 1948 en los días iniciales de la Guerra Fría, se prohibió todo tipo de tráfico entre Berlín Occidental y la zona occidental de Alemania. Ante el bloqueo, norteamericanos y británicos acudieron a un puente aéreo que transitando por estrechos corredores, sobre las bocas de fuego de las tropas soviéticas, durante 320 días, en casi trescientos mil vuelos se trasladaron más de dos millones de toneladas de abastecimientos de todo tipo.

Stalin y Truman que no eran palomas ni estaban comprometidos por alianzas o familiaridad alguna fueron sin embargo coherentes. Algo semejante ocurrió en 1962 cuando, durante la Crisis de los Misiles, el presidente norteamericano John F. Kennedy y el líder cubano Fidel Castro, dos jóvenes estadistas, por encima del ensordecedor ruido de las armas, hicieron prevalecer el sentido de responsabilidad histórica y ambos resultaron vencedores. En lugar de jalar los gatillos, le dieron un chance a la paz: “Las únicas guerras ganadas son las guerras evitadas”.

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