MARTA LAMAS
Con frecuencia se nos olvida el horror en que viven muchos de nuestros conciudadanos. Pero la prensa, llena de denuncias de corte político, de vez en cuando toma un caso paradigmático que nos cimbra.
Esta vez el caso es el de Alejandro, un joven sordomudo que vive encadenado en una choza del municipio de Jalpan de Serra, en Querétaro. Un desgarrador reportaje de Mariana Chávez (La Jornada, 30 de julio) exhibe el criminal abandono de este muchacho de 28 años, sin ningún horizonte de recuperación.La historia es trágica. A Alejandro lo cuida su hermana Marta, quien trabaja en un restaurante de cinco de la mañana a cinco de la tarde. Ella recibe un salario semanal de 600 pesos, con el cual mantiene a sus dos hijos y a su hermano. Viven en un predio sin servicios básicos.
Hace años, a Alejandro lo atendía su madre, quien falleció. Luego lo siguió cuidando la abuela, quien murió hace ocho. Desde entonces, Marta divide su vida entre el trabajo, el cuidado de sus dos hijos (uno de seis meses y un adolescente de 14) y su hermano discapacitado. Antes de ser encadenado, Alejandro circulaba por la zona. Pero los chamacos vecinos lo agredían: “Le daban botellas con pipí porque él quería agua. Él se enojaba y lanzaba piedras.
De hecho lo encerraron dos veces en la comandancia” (La Jornada, página 29). ¡Y cómo no se iba a enojar! Sus arranques son un signo de que, pese al atroz abandono y al aislamiento de su condición, todavía tiene un sentimiento de ira por la injusticia y la crueldad que padece. Por su supuesta agresividad, Alejandro hoy vive encadenado. Rodeado de costales que tienen botellas vacías de plástico y durmiendo en una colchoneta, este joven ha estado a punto de ser violado por un hombre que ya fue consignado y encarcelado.
Su hermana ha acudido a solicitar ayuda a funcionarios priistas y panistas sin mayor respuesta. También ha ido al DIF de Jalpan de Serra, el cual, con apoyo de Protección Civil, trasladó a Alejandro al Centro Estatal de Salud Mental. Ahí los médicos le prescribieron medicamentos, pero como la hermana no ha podido ir a recogerlos, el tratamiento no ha proseguido. Es evidente que, dada la gravedad y el deterioro de Alejandro, la cuestión no es “medicarlo”, sino internarlo en una institución donde se le ofrezca una rehabilitación especializada que, además de respetar su dignidad humana, le otorgue elementos básicos para una mayor calidad de vida.
Ser sordomudo es una tragedia, pero hay formas de integrar a la sociedad a quienes padecen tal condición. Ahora bien, ser, además de sordomudo, pobre, implica no tener acceso a un tratamiento que ya existe y que permite hacerse entender. Sospecho que las autoridades de Querétaro consideran que un sordomudo pobre y abandonado a su suerte está hecho de un material humano distinto, y que no necesita lo que todos necesitamos: respeto, educación, comunicación.
¿Qué pasa en Querétaro? ¿Por qué no se ha internado a Alejandro en una institución que se ocupe de rehabilitarlo? ¿Qué debe hacer el Conapred ante esta situación de brutal discriminación? El caso de Alejandro no es el único, pero hoy, gracias a Mariana Chávez y a La Jornada, cobra una conmovedora visibilidad. Acaba de terminar la jornada electoral. En Querétaro perdió el PAN y ganó el PRI. La hermana de Alejandro ha hablado con diputados de ambos partidos, ¡y nada! ¿Qué hacer?
La mayoría de los ciudadanos hablan con desprecio de los políticos, no sólo porque los tienen en pésimo concepto, sino también porque consideran que su actividad no tiene sentido.
Casos como el de Alejandro suman indignación a la desconfianza e incredulidad ciudadanas. ¿Qué figura política se muestra indignada y dolida por las tragedias cotidianas que ocurren a lo largo de nuestro país? Andrés Manuel López Obrador, quien publicó un mensaje dirigido al pueblo de México el mismo día y en el mismo periódico en que apareció el reportaje sobre Alejandro (La Jornada, página 7).
A López Obrador no se le olvida la situación de horror en la que viven grandes sectores de la población. Él habla del “proceso de degradación progresiva que afecta a todos los órdenes de la vida pública y de la convivencia social”. Hace un llamado a “todos los ciudadanos dispuestos a contribuir a la transformación del país” y concluye: “De cada uno de nosotros depende el destino del país. No nos desanimemos, no nos detengamos y, sobre todo, no dejemos de luchar”.
Pero, ¿cómo luchar concretamente por Alejandro, por su hermana Marta y por todos los que están en situaciones similares? Indudablemente, el reportaje de Mariana Chávez es un paso en esa dirección. Gracias a ella y a La Jornada, ciudadanos movilizados podrán presionar a las autoridades de Querétaro y al Conapred para que asuman sus responsabilidades. Mientras tanto, no estaría de más que el comité del gobierno legítimo en Querétaro tomara cartas en el asunto y contactara al Instituto Mexicano de la Audición y el Lenguaje (IMAL).
Esta institución se ha dedicado durante años a rehabilitar a niños sordomudos y seguramente podrá ofrecer alguna recomendación. El caso de Alejandro es un ejemplo patente del proceso de degradación progresiva que denuncia López Obrador. Por eso, salvar a Alejandro debería ser parte del proyecto de salvar a México.
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