8/02/2009

Terror en El Espíritu




Paupérrimos campesinos, defensores del medio ambiente, denuncian incursiones de grupos paramilitares y de sicarios en su comunidad. En los últimos meses han sido asesinados cuatro habitantes que pugnaban por el respeto a sus montes. Explican que al salir de su pueblo se convierten en blanco de taladores y narcotraficantes que operan en la zona. Además, su ejido mantiene una disputa de 650 hectáreas de selva con el ganadero Francisco Arroyo, a quien identifican como familiar de Érit Montúfar, director de la Policía Investigadora Ministerial del estado

Zósimo Camacho / Julio César Hernández

El Espíritu Santo, Ajuchitlán del Progreso, Guerrero. Destellos de ocotes, velas y lámparas de pila dibujan siluetas intermitentes. Los hombres de la cuadrilla –adolescentes, jóvenes y viejos– velan el sueño de las mujeres y los niños. La noche, nebulosa y sin luna, cae espesa sobre esta comunidad ubicada en el corazón de la sierra de la Tierra Caliente, lejos no sólo de la luz eléctrica, sino de los servicios de salud, los caminos pavimentados, los programas asistenciales y la “justicia”.

La selva no descansa. Un abigarrado concierto de coleópteros y aves nocturnas hacen que los hombres levanten la voz para hacerse escuchar. Pocas palabras. No hay mucho que decir. A estas horas, platicar no es otra cosa que “regar y hacer crecer el miedo”. Es mejor guardar silencio.

—Ya se nos arruga el cuero, pues –dice, a manera de disculpa, uno de los hombres que apenas perceptiblemente se mece en una hamaca. Las débiles ráfagas de luz advierten bigote ralo, nariz aguileña, alrededor de 35 años.

Los centinelas reportan “todo tranquilo”. Buscan un banco o una silla donde sentarse. Toman café mientras ven partir a sus relevos rumbo a las cuatro esquinas de la comunidad.

Temen una nueva incursión de hombres armados con cuernos de chivo –los fusiles de asalto automáticos AK-47–, que merodean por los montes de la comunidad, un ejido de 18 mil 60 hectáreas. En el día que concluye, los pobladores recibieron amenazas. Los verdugos aseguraron que entrarían a “despellejar” a las mujeres y a los niños, y a “destazar” a los hombres.

—Y ya vimos que sí cumplen; pero qué le hacemos: nosotros estamos jodidos y ni podemos irnos de aquí –comenta otro de los campesinos, como todos, de huaraches, pantalones remangados, camisola desabotonada y sombrero calentano.

Agrega que están alertas para, por lo menos, intentar refugiarse.

Los últimos asesinatos cometidos contra integrantes de esta comunidad, también miembros de la Organización Campesina Ecologista de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán, ocurrieron el 26 de junio pasado: Leonel Castro Santana, de 23 años, y Ezequiel Castro Pérez, de 17, fueron acribillados en la cabecera municipal de Ajuchitlán. Habían bajado al pueblo a comprar despensa. La comunidad les había encomendado traer enseres y alimentos para todos. Enviaron a ellos porque consideraban que las amenazas pesaban solamente sobre los adultos.

Dos meses antes, en abril, un comando armado de alrededor de 15 personas irrumpió en la comunidad y torturó y asesinó a Avelino Castro Santana, de 32 años. El hombre recibió más de 60 balazos de AK-47 en el rostro, por lo que quedó irreconocible; previamente fue torturado con un cuchillo.

Un par de años atrás, el 12 de mayo de 2007, había ocurrido el primer asesinato, el de Avelino Castro Solís, hombre de 58 años, líder de la comunidad y activista a favor del medio ambiente. Denunció la tala ilegal y organizó a los habitantes de El Espíritu, como simplemente llaman a su comunidad, para, mediante la lucha social y la denuncia pública, mantener a raya a las bandas de talamontes que han arrasado con los ejidos circunvecinos. El campesino fue asesinado en la cabecera municipal de Ajuchitlán de seis balazos en el abdomen.

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