Reforma de salud: vicisitudes del “socialista” Obama
Cuando la presidenta chilena Michelle Bachelet fue en visita oficial a Washington, los periodistas que la acompañaban le contaron al presidente Barack Obama un viejo chiste, según el cual en Estados Unidos no hay golpes de Estado porque allí no hay embajador estadunidense. El proyecto para reformar el sistema de salud del país del norte que promueve el mandatario no está a punto de provocar un golpe de Estado, pero la situación reúne todos los ingredientes que han llevado a Estados Unidos a propiciar esos golpes en otros países, especialmente en América Latina.
Durante su campaña electoral Obama prometió modificar el sistema de salud porque es incosteable, da servicios insuficientes a los que tienen acceso a el y ha dejado fuera a aproximadamente 46 millones de personas. El plan, a grosso modo, consiste en limitar la capacidad de las empresas aseguradoras para condicionar el alcance de los seguros, como las enfermedades pre-existentes o consideraciones relativas a la historia médica de los asegurados desde el día que nacieron.
También se plantea bajar los costos del sistema de salud privado y darle un nuevo enfoque. Por otro lado, se ha propuesto un servicio público de salud, para el que no pueda o no quiera pagar lo que cobran las empresas de seguros. Esto ha desatado una feroz campaña contra el plan de Obama, porque a la voz de servicio público de salud han entrado en acción los “poderes fácticos” que han creado temor y hasta histeria en millones de estadunidenses.
Un poco de su propio chocolate
Tal como ha sucedido en América Latina y en otros países en desarrollo, en Estados Unidos los grupos de poder económico, los republicanos, algunos demócratas y los sectores ultraderechistas de la población se mueven en un mismo parámetro porque unos defienden sus intereses como empresas, aunque no estén en el sector salud, otros actúan por conveniencias políticas y los ciudadanos de a pie porque están movidos por la histeria creada por los anteriores.
Se ha señalado que las reformas al sistema de salud tienden a imponer una modalidad “socialista”, que va a dejar todo en manos del Estado, que los que tienen acceso a las pólizas de seguro las van a perder y que, en definitiva se impondrán políticas estatistas que a la larga podrían llegar a modificar políticamente al país, lo que se liga a la forma en que se ha enfrentado la crisis financiera.
Obama ha tratado de calmar la situación, ha dicho que los más beneficiados con la reforma serán los que tienen seguro médico privado, porque el proyecto busca también abaratar costos. Ha reiterado que su plan apunta a establecer una nueva opción que sería ese servicio de salud gubernamental, pero las confrontaciones no cesan. Algunos funcionarios de su gobierno sugirieron que si el servicio de salud público podía hacer fracasar la reforma, éste podría ser eliminado del proyecto, pero eso fue rechazado por el presidente. A fin de cuentas, el hasta hace poco criticado Medicare, defendido ahora como la panacea, es también pagado por el gobierno.
Lo que estamos viendo es exactamente lo mismo que tantas administraciones y empresas transnacionales estadunidenses han hecho en sus acciones desestabilizadoras contra gobiernos que intentan cumplir lo que han ofrecido a sus pueblos. La novedad radica en que estas técnicas se están aplicando ahora en el país del norte, con pronóstico reservado porque salvo la destitución de Nixon, desde Lincoln hasta Kennedy las cosas se han “arreglado” de otra manera.
El Grupo de Análisis de las campañas que se realizan a través de los medios informó que se han gastado en este año 52 millones de dólares contra la reforma médica. En esta acción antireformista se unen los fabricantes de medicinas, los sindicatos del sector y parlamentarios de los dos partidos. Pero también se hacen mítines donde se arenga contra la reforma y una de las más virulentas es Sara Palin.
La ex candidata republicana a la vicepresidencia, que hace poco renunció a la gubernatura de Alaska, dicen que por algunos manejos económicos, declaró que el proyecto era “la encarnación del mal”, que tenía muchos puntos preocupantes y que no había que permitir intimidaciones ni presiones en torno a este proyecto de “salud nacionalizada”.
La histeria
Lo que se ha producido en torno a este proyecto de reforma raya en la histeria y ésta se contagia a través de los mismos mecanismos que Obama usó con éxito en su campaña electoral. Los sitios como Twitter y Facebook son una verdadera correa de transmisión y nuevos sectores con nuevas demandas y temores reales o fabricados, se añaden a los opositores al plan de salud.
Así, los que se oponen a los aumentos de impuestos y a las restricciones para fumar, agrupados en Americans for Prosperity, son activos contra la reforma. Otro grupo llamado Pacientes Primero, recorre el país en un bus en una campaña contra la reforma. Los ultraconservadors han sacado pancartas en las que comparan a Obama con Hitler y los nazis.
Mientras los contrarios a la iniciativa dicen que ésta los pone “en la senda del socialismo” o que “el gobierno está jugando a ser Dios y yo estoy aquí para decir que el gobierno no es Dios”, la administración de Obama ha recurrido a movilizar a los sectores que le son afines, en especial a los grandes sindicatos pertenecientes a la AFL-CIO. Pero el asunto va más allá, porque en la oposición también se encuentran los que se oponen a las medidas para frenar el cambio climático y las empresas petroleras que rechazan los planes para producir energías limpias.
La respuesta de Obama
Frente a esta movilización contra el proyecto de salud de su gobierno, Barack Obama ha reaccionado con algunas iniciativas que ya hemos visto en otros países y que han sido criticadas por Estados Unidos. Así, la Casa Blanca abrió un sitio de internet en español `para dar a conocer sus puntos de vista, la dirección es whitehouse.gov.realitycheck/es y ahí aparecen diversos funcionarios respondiendo a las consultas que se les formulen.
Pero el presidente optó también por escribir un artículo que fue publicado en las páginas editoriales del diario The New York Times, en el que dio a conocer sus puntos de vista sobre el tema y escribió otro para el Huffington Post, criticando a sus opositores. No se sabe si el mandatario seguirá publicando artículos y si en ese caso usará el sitio de internet que acaba de abrir para publicarlos o si continuará enviándolos a distintos periódicos.
Lo que sí se sabe es que sus publicistas están siguiendo una estrategia que busca mantener la presencia del mandatario en los medios. Seguramente a usted que lee estas líneas le parecerá que es algo muy similar a los artículos que publican el ex presidente de Cuba Fidel Castro y el presidente de Venezuela Hugo Chávez. Y así tenemos dos importantes coincidencias, esta relativa a los medios y la otra que tiene que ver con las técnicas de desestabilización.
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