8/25/2009


Utopía

Limpia en la Judicial


Eduardo Ibarra Aguirre


Una docena de años de gobiernos provenientes del Partido de la Revolución Democrática en el Distrito Federal fueron insuficientes para dotar a los capitalinos de una Policía Judicial coadyuvante del Ministerio Público, investigadora, concentrada en el combate a las bandas delincuenciales y garante de los mínimos de seguridad a los habitantes que, con el pago de los impuestos locales, cubren sus salarios.


El diagnóstico no corresponde al autor de Utopía. Es la simple interpretación resumida, hasta cierto punto elegante, de un panorama más severo y que en leguaje llano presentó Miguel Ángel Mancera Espinosa.


El cuerpo policiaco trabaja con “un modelo que no funciona”, perviven las mismas estructuras, incluso “los comandantes con las mismas prácticas”, asegura el doctor en derecho con amplia trayectoria académica, en la administración pública y el Poder Judicial.


Detalla: “Apenas tenemos 600 nuevos policías, esto quiere decir que hay más de 3 mil 400 elementos que son los mismos y que no se han sometido a ningún tipo de control”. E ilustra hasta erizar la piel, se da una instrucción “y el día que vamos a supervisarlos nos damos cuenta de que no lo están haciendo como se instruyó”.


Designado el 9 de julio de 2008 al frente del PGJDF, por el titular del Ejecutivo federal a propuesta de Marcelo Ebrard Causabón, el procurador local descubrió más de un año después: “Aquí tenemos inspección interna, pero nunca penetró a la policía, no tengo los controles, o sea, no hay una inteligencia interna”.


A la ausencia de inteligencia interna es preciso agregar que un hombre del primer círculo de colaboradores de Mancera Espinosa platicó, recientemente, que cuando el equipo del primero sustituyó al de Rodolfo Félix Cárdenas --uno de los sacrificados políticamente tras el criminal caso de la discoteca New’s Divine, junto con Joel Ortega Cuevas--, se encontraron con que no se realizaba “ningún trabajo de inteligencia”. Y ante mi azoro, reconfirmó: “¡Ninguno!”


Sé muy bien que en el México de los políticos que llegan al ridículo de asumirse como clase, cuando con frecuencia les falta hasta estilo, subrayar las carencias del funcionario que partió, permite subrayar las cualidades y logros del sustituto, así sea en detrimento de la institución y, lo que es peor, de los gobernados. Y también de los tres antecesores, dos de ellos muy respetados.


No se puede omitir que el procurador capitalino está aprovechando las nuevas exigencias que establece la Ley Orgánica de la PGJDF, como un servicio de carrera y capacitación, para hacer frente a un panorama desolador, si nos atenemos a su juicio: filtraciones, engaños y luchas internas que, afirma, no son ajenas al asesinato, “por fuego amigo”, de los comandantes Julio Rincón Juárez y José Antonio Moreno Sánchez, del Grupo Especial de Reacción e Intervención, durante el fallido rescate de Yolanda Ceballos Coppel, el 3 de julio pasado en Xochimilco.


Finalmente, el doctor refirió algunas de las reacciones políticas que suscitan casos tan delicados como el de Casitas del Sur y el asesinato de Alejandro Martí Haik –manipulado por Los Pinos con la venia del padre-- y que resultan completamente normales, sobre todo cuando la autodenominada clase política, incluido el grupo gobernante, ven y trabajan de manera prioritaria para su santo y en segundo término para los gobernados.


El anuncio de la limpia de la Policía Judicial y los primeros pasos emprendidos suscitaron, de inmediato, muestras de simpatía y hasta de apoyo. Lo lamentable será que hombres y mujeres adiestrados en el manejo de armas, con información privilegiada y experiencia, podrían encontrar en la delincuencia organizada un refugio rentable. Exactamente como sucede todos los días con las legiones de desertores del Ejército.


Acuse de recibo


Marcos Antonio Heredia Pérez, periodista avecindado en Mérida, Yucatán, añade a Subordinación gubernamental (24-VIII-09): “La batalla contra el narcotráfico es una batalla perdida porque no se trata de una guerra convencional sino de una con muchas y muy variadas vertientes, y la primera y más importante de todas es que se trata de un mercado y de su mecanismo histórico y real: la oferta y la demanda. Si se abatiera la demanda, o sea que la gente dejara de consumir droga, pues en poco tiempo se disgregaría, disolvería el mercado, pero esto no es así. Por múltiples causas el consumo va en aumento y pues el negocio sigue su marcha triunfal. Sí, la fuerza pública institucional captura a un puñado de narcos, que de inmediato son suplidos, y otras veces se trata de ajustes de cuentas 'casuales' o sea que se eliminan a unos de cierto cártel y luego le toca a otro, pero de todos modos, la venta sigue porque --¡Colón!-- hay demanda. Es pues, también un problema social o psicosocial de cobertura planetaria que encabezan los consumidores estadunidenses”… Santos Alberto Tarín Espinoza aconseja: “Dóblense pero no se quiebren, con respecto al boicot de la Presidencia de la República. Va mi solidaridad”.


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