1/26/2010


¿Reformititita?

Ricardo Rocha
Detrás de la noticia

Sería una decepciontotota. Porque según EL UNIVERSAL, los mexicanos urgen una reforma política. Y cómo no, si la ausencia de liderazgo, la ineficacia y la inseguridad tienen sumido al país no sólo en la postración económica sino en una severa crisis de irritación y depresión colectiva.

Hoy, ya están aquí los primeros síntomas de un hartazgo democrático y la amenaza latente del estallido de todos tan temido. Pero aunque no existieran esas advertencias, se percibe que no avanzamos, porque no somos capaces de ponernos de acuerdo en un gran pacto nacional —si se pudiera, al estilo de La Moncloa— para de ahí derivar los grandes cambios que el país necesita a fin de desterrar la pobreza, convocar la paz y acceder a la justicia social.

Luego de entrevistar a muy diversos líderes camerales y de partidos me quedan claras varias cosas: que consideran insuficiente el decálogo presidencial de Felipe Calderón que incluye básicamente la reelección de gobernadores, alcaldes y legisladores y al mismo tiempo la reducción en el número de diputados y senadores, las candidaturas independientes y la segunda vuelta en la elección presidencial; la mayoría coincide en que habría que incluir temas fundamentales como el plebiscito, el referéndum, la revocación del mandato y la ratificación del gabinete por el Senado.

En cualquier caso, todos reconocen que ni lo planteado ni lo añadido alcanzarían para la gran reforma del Estado que incluyese cambios constitucionales, modernizar las relaciones entre poderes, refundar el pacto federal y dar paso a nuestros dos grandes pendientes: una reforma fiscal integral y una gran revolución educativa. Vaya, ni siquiera creen que se alcance una reforma política en sentido amplio. Si acaso, algunos avances.

Y es que ahora, una vez más, “no están dadas las condiciones” para algo más de fondo. Son muchas las razones de encono y disputas feroces entre los partidos. Ya teníamos temas tan polarizantes como los matrimonios y las adopciones de parejas homosexuales. Ahora se añaden las descalificaciones rabiosas por las alianzas electorales de unos y otros contra el de enfrente.
Por eso este nuevo episodio de diálogo nacional corre varios riesgos: que los resentimientos de fuera contaminen el debate; que los miedos impongan la mediocridad y que los resultados sean minúsculos, en relación a la expectativa que se ha generado; y el mayor de todos, que los ciudadanos comunes percibamos el foro del Senado como un gran circo para distraernos de los avatares de la sobrevivencia. Sería gravísimo. A nadie le gusta que le vean la cara

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